UN BRASIER EN EL DIA DOMINGO
Era un día domingo, donde se reúnen las grandes cosas de la semana y se acostumbra a hacer todo tipo de conjeturas; yo, acostumbrada en el campo de las indecisiones a formular preguntas que van de lo mas pequeño hasta lo trascendental ¿que podía hacer durante ese día?
No estaba claro el horizonte de ese día domingo lleno de misterios, vacío; con la idea de definir algo era importante seguir contando los minutos que avanzan en las horas desiertas, o era mejor forcejear con la desidia del tiempo cuando este no me ayudaba a tomar una definición del quehacer con eso del día domingo. Lo primero que se me ocurrió es qué hago durante ese día, lleno de enigmas y de respuestas, entonces, empezaré a contar, antes de levantarme de mi cama vacía, una a una las laminas que alcanzaba a ver a lo largo y ancho del tejado de mi casa; lo segundo, era empezar a discutir conmigo mismo, qué tan importante era estar despierto; lo tercero, después de prepararme para participar del día domingo es ¿qué debía hacer?
Los interrogantes que me formulé me invitaron a pensar en muchas cosas, llegando a abordar la siguiente reflexión: después de estar preparado el día domingo seguro que voy a encontrar cerca de mí a un grupo de personas jugando dominó, cuando sus estrategias son las señas, juego que de plano, no forma, sino que invita a mentir, allí no podía estar, seria como desdibujar lo que digo y no soy; la otra reflexión es si al salir de mi casa, en medio del domingo, también muy cerca de mi hay un grupo de amigos que me invitan a jugar futbol, situación que el día domingo rechazaría por no estar al orden durante ese día; además, ese día domingo podría detenerme en medio de la esquina, donde también se conversa como ocio, ocio que no quería compartir con nadie. En fin bajo este dilema y con las cosas del día domingo no sabía qué hacer. En ultima instancia, afloraron otras preguntas será qué el día domingo me abre un espacio, pero no sabía con quién ir al estadio, al cinema o a la playa, o tal vez lo podía hacer solo. Esas eran las consideraciones del domingo en medio del marasmo, donde las decisiones eran indecisas, en mi interior circulaba de todo, pero no precisaba nada, los espacios y lugares se abrían pero estos no tenían actores y no se asomaba decisión alguna, qué incertidumbre la del día domingo, en fin no sabia qué hacer.
Al final todo debía comenzar por algo y decidí salir de ese lugar vacío que a la vez era cárcel y libertad, sin prestar atención alguna a todos y a lo que giraban a mi alrededor; entonces, le hablé a mis ojos, a mi mente, a mis pies y a mis manos y mi opción fue tomar la partida. Partí desde mi posada hasta la carrera 8 con la gran calle 30, allí estuve de pie esperando ver qué pasaba y me pregunté, ¿estadio, cine o playa?, pero con quién; a la distancia apareció como bendecida por el viento una mujer quien no tiene nombre, sin rumbo y sin pensamientos por descubrir, ésta solo sé que traía en sus manos dos niño, uno a la derecha y el otro a la izquierda, quienes la acompañaban; yo me quedé observando fijamente sus movimientos, ella me miró a los ojos y luego la volví a mirar y le dije, ¿por qué no te abotonas bien la blusa?, en ella se asomaba un brasier de color blanco del cual mi mente no recuerda sino una porción fina de color piel que dibujé con sabor a miel; luego, en mi recuerdo quedó que en el brasier del día domingo se observaba una porción fina, fina porque así la recuerdo, al ver a esa mujer ese día domingo cuando le dije ¿por qué no abotonas bien la blusa?, ella me dijo airadamente, gracias, pero, a la vez sedienta de querer encontrar un cumplido que le hiciera pensar felizmente ese domingo, me dijo estas palabras, no sé como son ustedes, uno les muestra y nos dicen que nos tapemos; yo quedé completamente sorprendido ante esa mujer con brasier blanco y esa porción fina que mostraba, a quien con mucho respeto traté por llevar a sus lado los dos niños, quienes podían ser mis hijos, ellos eran mas importantes que su brasier blanco y su porción fina; entonces me acordé que decenas de mujeres en un momento de su vida, cuando algo se asoma en su cuerpo, hablando de la porción fina protegida por un brasier blanco o de mil colores, uno les dice algo por educación, mire la blusa, aplicando la urbanidad de Carreño, ellas inmediatamente corren a taparse y hasta gracias les dan. Esta bella mujer si mal no recuerdo, aun llevará en mente, durante toda su vida, a ese hombre sin rumbo fijo que, en un día domingo no apreció su encanto y aquella porción fina de mujer sedienta. Hoy ese hombre culto, al ver nuevamente a esa mujer, tomaría a esos dos niños, los cargaría al hombro, a ella la invitaría al mar, contaría los rayos del sol, esperaría la noche para alcanzar las estrellas, con delicadeza le quitaría el brasier, no descansaría en observar la porción fina, su cuerpo y su alma los dibujaría sobre la arena y ella se convertiría en mi ocupación del día domingo.
HUCASME
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