Por: Hugo Castillo Mesino
Se asomaba la tarde - las voces se
confundían la suya era diferente - aunque no la escuchaba - el brillo de sus
ojos servían de espejo - ante la incesante calor - era ella la que disipaba el
tiempo - entre todas yo la miraba - por mi mente - la dibuje una y otra vez -
sus movimientos me acercaban - no sabía qué hacer - solo sabía que su presencia
- seducía el momento - todo se me
olvidaba menos la mujer - que un día soñé - pensé que el espacio – era nuestro
por vivir – a este lo sepultaban - las manecillas del reloj – y que pasa -
si no la volvía a ver - que podía hacer - allí estuve en ese lugar - donde
todos la veían - mientras yo la observaba diferente - porque la pensaba -
la curiosidad era mi lenguaje y mi compañía - aunque a mi alrededor estaban
muchos - me encontraba asaltado por saber - quién era esa mujer - que turbaba
mis neuronas - con cara de diosa - era un encanto - era algo extraño - que me
pasaba - pero yo resistía - no podía
rescindir - ante mis ojos - si ella era
el centro de atención - le pregunte como de costumbre - cómo te llamas - no
sabiendo cual podía - ser su respuesta - cuál es tú bello nombre - y sin
esfuerzo contesto – Esperanza - en mi reflexión al escuchar - su nombre respondí
- eso coincide con lo que pienso - es mi esperanza - mientras respondía en mis
adentros - el ambiente estaba cargado de calor - y se escuchaba un sonido musical
– estridente – pero yo insistía – las horas caminaban - había el deseo de saciar
mi apetito - todos lo hacían menos yo - ella era el menú de mi sed - mientras invertía
el tiempo – no descansaba - en mirar de fascinación a Esperanza - le lance un
arsenal de preguntas – que no alcanzaba a escuchar – estas no resultaban – vivía
lo incierto - las horas eran agónicas - eso me preguntaba una y otra vez - y yo mismo respondía - muchos
estaban a su lado - su presencia multiplicaba las miradas - el vacío de los demás
se sentía - la contemple por miles de veces - en el fondo solo quería
verla – su indiferencia era el desierto - de mis ojos - el silencio se fue
apoderando - del sueño que soñé - era ella - cuando al final - formule otras
preguntas - y le dije casi en silencio - tu eres como mi hermana – la que un
día soñé - la que imagine - pero a la vez - quería que pensará como yo – era
un imposible – estaba convencido - que el momento me enloquecía - sólo sé que
no era ella - mi hermana - la diferencia consistía - en que Esperanza me seducía
de pie a cabeza - y me envolvía hasta cegar la imaginación - lo blanco de su
piel resaltaba su figura femenina - la embellecía demasiado - destilaba ternura
y pasión - entonces no sabía que era mejor - haberla visto antes – ahora o ese día
o después - todos los minutos vividos - se habían convertido en un ritual - o
era preferible - nunca haberla conocido - que dilema vivía y sentía - todo
transcurría y los enigmas surgían - sumándose los unos a los otros - sin
despejarse - pasados unos minutos - me acerque a ella y le pregunte -
¿quiero saber algo más allá de tu
nombre? - su silencio seguía - acompañado de indiferencia - me desesperaba
- y se esfumaba la intención de volverla a ver - e insistí en decirle - y en
saber dónde vives - y la información -
obtenida era negativa - sin el mayor entusiasmo – me encontraba perdido – era una
apuesta – que al verla surgió – mas no estaba derrotado - pero esperanzado en su
nombre – le insistía hasta no descansar - y también me preguntaba – porque debo ser motivación
alguna – quien era yo – para pensar así - cuando habían transcurridos pocos
horas - para que se diera esa confesión – Esperanza es libre - para negar y
desistir - la tarde avanzaba - no era el mejor premio - para volverla a ver - nos
miramos – no sé si era cierto – no hubo sorpresa - y sin anuncio alguno partió - en el vehículo del olvido - se perdió en medio de calles y carreras -
a la distancia alcance a verla - en medio de una nostalgia naciente - se
fue borrando de mis ojos - su imagen como partida – fue un adiós sin retorno –
un día cualquiera – volví a verla – era la misma Esperanza – saludo y volví a
mirarla – al día siguiente – volvió y trato de sonreír – se sentó y coincidió -
donde mis ojos circulaban – al otro día – sus labios arrojaban una sonrisa – y allí
empezó a nacer – el preludio – para saber quiénes éramos – el amor germinaba –
se acostumbró a estar con el – segundos y minutos – luego horas – más tarde –
ya los días no contaban – entre avenidas y calles – entre calles y carreras –
ya nos veíamos el uno al otro – codificados por el silencio del tiempo –
pintando poemas y versos – cantando melodías – embriagadas de pasión – ya Esperanza
era más que mi esperanza – alimentados el uno del otro – alcanzando estrellas –
contando mariposas – respirando el aire de los parques – observando la
terquedad de las olas – hablándole a la luna – mientras que Esperanza invocaba
al sol – así fue creciendo – el amor que un día llego - se fue para no regresar
– volvió y vive en el recuerdo – es ella
Esperanza – la que creció con el tiempo – la que sueña y escribe versos – la que
canta – hace llorar y reír – la que oxigena – los momentos por vivir – la que
vive en el recuerdo – la que nace todos los días – es ella quien pregunta –
mientras yo le respondo – no eres mi hermana – eres la pasión – eres el sueño
que un día soñé – eres la terrenalidad – del día y la noche – y también del
amanecer – por ti vivo – por ti pienso – por ti sueño – mi Esperanza de siempre.
DON HUGO, El maestro de las letras, sus poemas dejan volar la imaginación de los lectores y permiten libremente su interpretación, pasiones recónditas y secretos en los besos que describe, llaman al amor y el deseo más puro del ser humano. Felicitaciones y Gracias por compartir su sueño, su talento, su don de la palabra hecha un arte literario. Rossi
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