HAGAMOS EL AMOR MÁS NO LA GUERRA
Por
Hugo Castillo Mesino
Al verse sonrieron
sus ojos cambiaron de color/ los de ella
eran espejos. El autobús se detuvo atormentados por el
hambre/ todos intentaron comer/ el saludo fue colectivo entre unos y otros/ nadie
se explicaba porque el silencio irradiaba contagiando sus cuerpos/ sus labios
se paralizaron no se escuchaban palabras. Ella de ojos azules él de ojos pardos
volvió a mirarla. La mujer de blusa azul como sus ojos le pregunto al apostado
de camisa gris en medio del murmullo cómo te llamas/ de dónde vienes. Me llamo
Simón vengo de la guerra/ pregunto Simón y tu cómo te llamas/ sin apuro
contesto Laura vengo de la guerra ya somos dos. Se sentaron en la mesa sin
decir otra palabra solo las miradas como un nuevo lenguaje/ al unísono tomaron
agua pidiendo el mismo menú/ ambos de respiración profunda se robaban el aire
sin darse cuenta que la guerra los unía. Después de extensos minutos tomaron el
autobús logrando sentarse juntos como si la distancia hubiese sido su interprete/
el cansancio los hizo dormir en coro se escuchaba el resuello del pasado. Simón
al despertarse/ en la simultaneidad lo hizo Laura jugando y dando los buenos días. Laura pregunto de cual guerra me hablas/ de
la tuya contesto Simón que no pudo con la mía/ que hacías antes y ahora que vas
a hacer después de entrenar disparar y luchar
contra la muerte/ cual era tu trabajo Simón/ algo parecido al tuyo con poca
diferencia matar antes que me mataran/ los dos exclamaron más bien igual. Las
guerras son incruentas buenas para repartir el botín donde nosotros no
contamos. Ahora que vamos a hacer si ya se acabó la guerra/ sin saber de qué
tropas somos. Laura se adelantó de cual otra tropa que la injusticia/ contesto Simón también de esa
misma de la injusticia. Laura prosiguió tenía trece años me recluto la
insurgencia/ yo tenía quince años dijo Simón me recluto el ejército/ lógico
repitieron Simón y Laura defendíamos la misma patria pero con mandos diferentes
cada quien a su manera/ cuando otros la
golpean y la asesinan. Las horas transcurrían al momento llegaron a la gran
ciudad antes de despedirse se pregunto el uno al otro de donde eres/ Laura de
un caserío al sur de Córdoba/ y tú / de una vereda de la Guajira/ porque tan
lejos Laura/ me enseñaron a negar mi tierra/ y a repetir que los del Catatumbo
no son nada de nosotros. Simón a mí me enseñaron que mi familia estaba lejos/
que disparara cuando las circunstancias lo ameritaran o nos obligara/ esa era
la orientación disparar antes que nos maten/ al igual dijo Laura entonces yo
debía matar a el enemigo quien era mi hermano. Laura y Simón quienes venían de
la guerra no querían separarse/ habían salido de ese mundo/ del mundo de las
cavernas donde los metieron para odiarse por siempre y olvidarse qué todos
somos hermanos. A Laura y Simón las estrellas le marcaban un nuevo horizonte
volver a vivir como hermanos/ se dijeron adiós/ la vida los vio partir/ pero
también los hizo regresar/ ahora trabajan juntos/ juntos agarrados de las manos/
comparten sus sueños/ los ven en el parque/ a la orilla del rio/ enamorados por
siempre se besan en la intensidad de la noche/ con la anuencia de la efigie de
Bolivar que reposa en la plaza principal/ luchan y defienden una sola patria y
apuestan a que el amor sea más grande que la guerra/ son ejemplos de Paz de vida tolerancia y reconciliación. Cuentan
que no se cansan de escribir juntos la historia de guerra amor y paz que ahora
los une/ comentan que la presentación de su libro se ilustra con la imagen de
un intenso beso infinito de paz/ en medio de la geografía colombiana sembrada
de esperanza/ para nunca más escuchar el rugir de las balas/ sino el silencio
de fusiles/ haciendo el amor y nunca más la guerra.
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