INCERTIDUMBRES CUATRIENALES
No era un domingo cualquiera, el cielo estaba cubierto de nubarrones y la tierra cargada de vientos huracanados; los intérpretes del vacío y las distancias portaban agendas con símbolos desteñidos y a todo color, esperando el conteo del instrumento ciudadano, marcado por las horas del reloj electoral fijado entre las 8:00 A.M. y 4:00 P.M. por centenares de años, donde se finiquita la apuesta de millones de colombianos, evitando que con letras y números se adulteren los resultados por la Registraduría, a quien solo le importa clientes y recomendados, acomodándolos en los E-14 y E-24 como actas electorales en las que se “consignan”, perdón, se registran las votaciones vestidas de tachaduras que relucen y nublan caras alegres y tristes de candidatos y testigos electorales, mientras algunos tienen poco que objetar, por hacer parte de las mayorías; como si el mundo macondiano resurgiera o se extinguiera ante los secretos del cómo alcanzar lo que el viento se llevó, para volver con caricias y ternuras que traigan paz espiritual y el deseo por un cambio propositivo, con nuevos y buenos dirigentes, ante los demonios de la guerra y los apostadores de conciencia que a diario cercenan la vida con hambre y miseria.
Para mí, es asombroso y perturbador en democracia ver ese domingo, en medio de las incertidumbres que se generan cada cuatro años, cuando el misterio es conocido por todos, un proceso clientelar y comprado, eligiendo a los mismos con las mismas, observando los espacios de las horas, cubiertos y alimentados por pócima de corrupción, para embeber a los que no comprenden que la bebida que toman está envenenada por sus propios verdugos, que andan como hienas a la cacería mordiendo a sus iguales. Lo cierto de todo es que ese domingo, lleno de incertidumbres históricas, está matizado por el engaño y la mentira, protegidas con gigantes fajos de billetes de los señoríos que estafan, matan ilusiones y sueños por realizar de “Los Miserables” de Víctor Hugo. Ese día en que los rufianes secuestran la voluntad de un pueblo, siempre ha reflejado la negación del cambio social. Cuando los rayos del sol de la nueva vida los alumbra, han destruido esa posibilidad; no obstante, los afanes y la ceguera política cercenan la unidad agenciada de apetitos grupistas, ese domingo limitado atraviesa por tsunamis de coexistencia política para llegar a puerto tranquilo y festejar en horas de la tarde, las brisas donde todos puedan respirar, una vez el capitán de la embarcación con coraje y verdad repiense su estrategia y terquedad electoral.
Al autoafirmarme, las neuronas dicen, igual que lo aprendí de mi madre: “El que no escucha consejo no llega a viejo”; ¿quién carajo se lo dice al capitán del barco, cuando no se escucha ni así mismo? De ahí que, al finalizar ese domingo, como canta Rubén Blades: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida...”. Según Hegel: “nada surge de la nada”; esa incertidumbre crece al proponerse una lista cerrada con aspirantes que, en vez de sumar, restan, y la bronca ahí. Además, por negar la apertura a nuevos dirigentes, sobre todo jóvenes no contaminados por clientelismo y sectarismo, este comportamiento desmesurado y ciego con naturaleza autocrática por el capitán y su equipo reflejará ese domingo resultados adversos, no superior a 14 parlamentarios en el Senado, lo cual se constituiría en un medidor para quienes pactan históricamente con semblante prehistórico. Les remito a una de mis columnas anteriores: “Lista cerrada ¿espantapájaros?”.
Seguir analizando el fenómeno sociopolítico que se presenta los domingos electorales en medio de las apuestas asquerosas que hacen los verdugos de la democracia reducidas a sus cálculos económicos y trampolines de olimpiadas políticas al estilo “Merlano”, lleva a concluir que las aspiraciones a la Cámara en listas cerradas que vienen siendo “pactadas” será una cámara de gas, dado que sus electores y aspirantes no son ingenuos para trabajar por otro, al igual que en el Senado. Y eso sucederá en todos los departamentos donde la “lista cerrada” se convertirá en “espantapájaros” al cuadrado una vez se dé a conocer. Cero y van dos; el número de senadores, según cálculos, no consulta el apoyo real de la ciudadanía, dado que el elector al votar desconoce por quién lo hace específicamente; mientras los “probos dirigentes” pactan y hacen pilatunas hiperbólicas de los resultados a obtener para convencer a una ciudadanía cansada de ser diezmada por sus verdugos, pero no por los “alternativos del cambio” que imponen candidatos, que hay que escribirlo con K para que sea posible ese domingo donde las incertidumbres sean ciertas, como en Filosofía y, al final, se surcan de estrellas titilando, significando nuevos días, siempre y cuando cambien la estrategia electoral y se bajen de las nubes los aferrados y testarudos de la política.
No se trata de hacer milagro, sino llamar las cosas por su nombre.
0 comentarios:
Publicar un comentario