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ABERRACIONES ELECTORALES

 ABERRACIONES ELECTORALES

    
Por Hugo Castillo Mesino

Nuestra libertad termina donde comienza la del otro; pero, ese otro muchas veces ha transgredido la funcionalidad de la ética y el deber moral que los ciudadanos debemos optar al propender por el bienestar de los demás; razón que es propia de Giovanni Pico dela Mirandola quien celebró profusamente el delirio de los filósofos cuando afirmó en su conclusión de que: “el hombre es tan libre como  el aire para hacer lo que desee”. Esa aspiración filosófica y terrenal me insta a reflexionar y caracterizar la esencia y la forma como se dan los avales por parte de los partidos políticos partidos, los  delitos electorales que se imputan y otros tipificados en que están incursos centenares de candidatos a las corporaciones públicas (Gobernaciones, Alcaldías, Asambleas, Concejos y Juntas Administradoras Locales) en complicidad con algunos de sus “electores”, aceitados con el poder de las maquinarias locales y nacionales con un alto grado de laxitud  de sus representantes.
En el escenario de las aberraciones de la gesta electoral presente lo que prevalece es la imagen del “hombre camaleón politicón” que posee los misteriosos poderes de adaptación inmediata de ese animal, es una constante en este período de aberración electoral que, como lo define Stevie Davies: “resume el folclore filosófico del renacimiento, la alborada de la época moderna”. Esto ocurre en los entes territoriales como una constante histórica en nuestra amada y querida Colombia, donde la política electoral se ejerce con visión práctica metamorfoseada en dinero y amparada con los negocios de la corrupción, donde se apuesta y se invierten sumas millonarias multiplicadas cien por ciento cuando se es gobierno; todo ello con el beneplácito de las autoridades del Ministerio Público, del Control Fiscal y del Ministerio de Justicia.
La ética como imperativa categórica en los procesos electorales debe jugar un papel preponderante en las aspiraciones de los candidatos, pero esta desde hace tiempo está ausente y se cambió por los votos; olvidándose de los criterios para elegir los candidatos a las corporaciones públicas como son: la formación académica y su experiencia laboral. Aunque constitucionalmente cualquier ciudadano tiene derecho a elegir y ser  elegido; pero, no cualquier ciudadano  debe ser gobernante, para esto cuentan las condiciones subjetivas y objetivas que demanda el márketing político, dado que hay candidatos lumpenes o analfabetos políticos.
Son muchos los interrogantes que nos hacemos al caracterizar y cuestionar a los herederos de los parapolíticos, a los vinculados con organizaciones criminales, a los inhabilitados por parte de la Contraloría, Procuraduría y Fiscalía. Este tipo de aberraciones y práctica electoral cotidiana se expresa en la investigación realizada por “Paz y Reconciliación” al señalar que 140 candidatos están en la palestra pública con situaciones  de orden jurídico, fiscal y ética; no obstante, con probalidades de que un 74% sean electos. Estas vergonzosas estadísticas son encubiertas por el  Partido Liberal con 22 candidatos cuestionados y avalados, el Partido de la U 19,  Partido Opción Ciudadana 10, Partido Conservador 18, Partido Cambio Radical 12, Partido Alianza Verde 4, Partido Centro Democrático 10; estos candidatos engalanan el legado inmoral de los Partidos partidos, donde prima el dinero por encima de la dignidad social y la moral pública, auspiciados por sus presidentes y sus élites que juegan al billar electoral haciendo carambolas de varias bandas, repartiendo apoyo y aval a candidatos perversos de diferentes tendencias simulando ser ciegos, sordos y mudos, éstos solo saben que sus acciones hacen parte de los negociados y dividendos electorales.
El ser aspirante o candidato a las corporaciones públicas con programas de gobierno descontextualizados, sin propuestas o cuando se las sistematizan no las sociabilizan,  tampoco la sustentan, menos la difunden a sus electores, ha resultado ser un buen negocio o un juego más de carta o póker, donde se apuesta para ganar o perder, solo que existen otras modalidades enmarcadas por los candidatos con su lema: “Perder para ganar”. Este deporte electoral ganancioso de algunos candidatos consiste en aspirar a ser elegido sin posibilidad y obtener sumas astronómicas en la reposición de votos, donde quien pierde son los electores. También concurre en el escenario de las aberraciones electorales la compra de votos preelectorales maquinada por los candidatos, quienes luego los venden a mayor costo; a esto se suman los candidatos fabricados por las administraciones de los entes territoriales quienes renuncian de sus cargos meses antes de la gesta electoral siendo estimulados “salarialmente” por los gobiernos de turno, aprovechando el tráfico de influencia como un delito contra la administración pública y actuando en coordinación con sus jefes amangualados para hacerse elegir.

PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 02 DE AGOSTO DE 2015
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