¿CONCENTRADO O DISTRAÍDO?
Por Hugo Castillo Mesino
Los días de la semana
están contados. En cada día solemos trabajar al son del reloj en un lugar
cualquiera que puede tener nombre rimbombante, especial o sólo es un lugar; es
algo así como nuestro segundo hogar que sustenta nuestro bienestar, donde lo
producido o reconocido a veces alcanza para el pan otras veces no, pero así es
la vida; es decir, es nuestro empleador quien orienta como portarnos para llevar algo a nuestras casas, de esta
forma creemos que estamos aportando a la crianza o al desarrollo personal e
intelectual de nuestros hijos, por ende de la compañera si la química todavía funciona.
Bueno, seguimos transitando por los caminos dejando huellas en cada una de las
personas que de una u otra forma le
vendemos o socializamos lo que hacemos, eso escuche de mi amigo Jorge quien
trabaja acucioso en una de las notarías de esta ciudad que también es la suya.
Jorge, con su tranquilidad
y asomando una sonrisa, en su reflexión
me dijo: amigo no todo puede ser trabajo, hay que buscar espacios para la
recreación y si no los hay los inventamos. Los días sábados marcan una nota
especial para mucha gente, Jorge y sus amigos no escapan a hacer deporte, fue
así como decidieron inscribirse en el campeonato de microfútbol notarial programado
para ese mismo día a partir de las dos hasta las seis de la tarde; en el
momento en que sus amigos y compañeros de trabajo van a jugar, no falta la
compañera de alguno de los asistentes y jugadores que dibuje cosas del mas allá
y se moleste porque no llega temprano a
casa, sujeto a que le saquen tarjeta roja por excederse e infringir
normas que no contemplan las bases del campeonato.
La cancha de futbol, donde
juegan Jorge y sus amigos, se perfuma con naturaleza decorativa, es emblemática
y está ubicada en medio del barrio Las Mercedes en la “Arenosa”, de
calificación chévere; lo único que no le gustaba al elenco deportivo de Jorge
es que había demasiada brisa, la arena y
el polvo que se levantan que terminaban disfrazando a los jugadores como en
tiempo de carnaval; el partido de futbol era más agónico y desesperante que las
goleadas que podían recibir los equipos que se adversaban. La cancha se
adornaba con demarcación técnica, con marcos resistentes, mallas de garantía;
los árbitros eran unas madres, cuando les tocaba colocarse las manos en las
tarjetas eran implacables, no había amigo que valiera, ceñidos más bien por el
reglamento de la FIFA. La cancha está rodeada de un emporio o polideportivo con
deportes que resaltan su vistosidad como el tenis, básquet, futbol de piso,
entretenciones para niños, columpios; entre otras cosas, es una majestuosa obra
de ingeniería. A la mano izquierda de la
cancha en la portería norte antes de que comience el partido hay una especie de
escalones, ese es el lugar por
excelencia donde departen los jugadores después de los partidos, acotó Jorge.
Para Jorge y sus amigos
las horas transcurrían sin percatarse que estaban signados por un espíritu de aventuras, luego del exquisito
partido que jugaban venia el otro post-juego o partido, ese era el de las frías
voladoras que servían para refrescarse mucho, pero mucho, de pronto hasta nueva
orden. El ambiente que se respiraba y se departía era social y se compartía con
jugadores de los otros equipos que se iban ubicando al lado norte del campo donde
se encuentran los escalones que sirven de gradas; lo común del espacio
recreativo es que la conversaciones giraban en torno al partido, a las jugadas,
numeritos, curiosidades y hasta de anécdotas e inclusive hablaban del futbol
colombiano.
Lo curioso es que en
pleno descanso y relax de todo, comentaba Jorge, siempre notábamos que una
señora en horas de la tarde sacaba a su perro de raza Basset Hound, muy bonito
por cierto, de colores blanco, negro, con
un marrón fuerte en su cara y orejas largas que al caminar casi, casi llegaban
al piso, lo cual era impresionante ante los ojos de los demás; el perro portaba
un collar por donde lo llevaba agarrado su ama, luciendo feliz o andaba en
busca de ello, con trotadito alegre, con su boca abierta sin que le entraran
moscas, de lengua caída en señal de cansancio, solía parecer cansado, pero NO,
son estilos caninos. Pues bien, esa imagen o paisaje la veían los amigos de Jorge todas las
semanas como postre deportivo.
El calendario marcaba el día sábado para Darío, muy
amigo de Jorge, quien con su estilo característico lleno de humor se acercó a
sus amigos y demás, comenzó a referir chistes sin parar y en plena planilla de
jugadores, comenzó a contar cuentos y a tirar risas. Recuerdo como si fuera
ayer, añadió Jorge, nos encontrábamos en el lugar de siempre, ya era un hábito
y al pasar la señora con su vestido coloquial llevando su perro, repentinamente
mi amigo Darío la encaró como si fuera un asalto, la miró a los ojos y con tono
impresionante le preguntó: doña, pero que perro tan bonito, está gordito y todo
le luce y se nota que le cae bien, se supone que es suyo, todos lo admiran, ¿ese
perro que come? La señora de nombre desconocido se detuvo con el perro y
observó de un lado a otro y con una dosis de suavidad le contestó a Darío:
bueno, mi perro come concentrado, concentrado en la mañana, concentrado en la tarde y concentrado en la
noche y es feliz, feliz comiéndoselo y pasándolo con agua, por eso tiene buen
pelo, no se le cae, además tiene buen color y esta gordito, tiene buen porte y
todo el mundo tiene que ver con él, gracias a que come concentrado. Dice
nuestro amigo Darío: ahhh? con razón… Y
la señora pregunta, ¿Con razón qué, señor?, y él responde: con razón el mío
está flaco, lleno de pulgas, porque el mío come distraído. Todos los que
estábamos con Darío no tuvimos otra opción sino la de reírnos a carcajadas; la
señora del simpático perro se fue molesta que hasta el perro se le descompuso
la cara, tal vez su molestia consistió en estar esperando el piropo de Darío
que nunca llegó. Ahora toca pensar, si la señora del perro con su vestido
coloquial vuelve a pasar en medio de polvo y de arena qué dirá cuando los ojos
de los amigos de Darío y los asistentes atraviesen las orejas terrestres del
perro encantado.
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