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ENTREVISTA A MONSEÑOR JAIRO JARAMILLO MONSALVE RESURRECION, RECONCILIACION Y PAZ

ENTREVISTA A MONSEÑOR JAIRO JARAMILLO MONSALVE

RESURRECION, RECONCILIACION Y PAZ

  
 
 
Por Hugo Castillo Mesino

En Semana Santa y por siempre debe reinar la Paz en nuestros corazones ungidos en medio de un ambiente de ternura, alimentados de sinceridad y amor; en esa transición reflexiva invité a dialogar a Monseñor Jairo Jaramillo Monsalve, Arzobispo de Barranquilla, miembro de la Conferencia Episcopal Colombiana, con una vasta formación académica y pastoral, quien vela por las parroquias, clero y feligresías,  gozando de buenas relaciones con las diferentes iglesias y confesiones religiosas que tienen asiento en nuestro Departamento. Animado por este espacio de concordia y reflexión, me adentré en la entrevista, formulándole algunos interrogantes y haciéndole algunas disquisiciones:
Hugo Castillo Mesino (H.C.M.): Monseñor, usted tiene una alta responsabilidad, máxime cuando en Semana Santa son miles los feligreses que concurren lógicamente a las parroquias, a los templos, a todos esos espacios o manifestaciones religiosas donde los feligreses se congregan y manifiestan su fe, su devoción. Cuéntenos, Monseñor, ¿Cómo son las instancias y la jerarquías eclesiásticas en el Departamento del Atlántico?
Jaime Jaramillo Monsalve (J.J.M.): Acerca de la responsabilidad que cada uno de nosotros maneja pues lógicamente uno debe ser consciente de ella y cuando en el caso nuestro, el Señor nos regala o nos da una responsabilidad, el Señor también te da la gracia para cumplirla, para llevar adelante la carga; a mí me parece que, ser Arzobispo de la Arquidiócesis de Barranquilla y por ende del departamento del Atlántico, en primer lugar es una gran responsabilidad, pero en segundo lugar es una bendición de Dios, es una gracia del Señor Santo. Desde que a mí el Papa Benedicto XVI me dijo hace ya cinco años y medio prácticamente que me viniera para Barranquilla, me sorprendió, porque siempre consideraba yo que Barranquilla era una Arquidiócesis, una Iglesia local o una jurisdicción sumamente destacada en el concierto de las jurisdicciones del país, eso lo creía yo; cuando llegué y comencé a comprobar, a ver lo que he venido viendo desde que llegué hace tiempo, cada vez me convenzo más de la solemne belleza que es la Arquidiócesis de Barranquilla en toda su potencialidad con todas sus fortalezas, con todas las cosas bonitas que tiene la Iglesia, en particular la Arquidiócesis de Barranquilla, no significa que no haya problemas como todo, pero si hacemos un listado de las cosas bonitas de la Iglesia en un tablero cualquiera por grande que sea nos queda faltando también.
H.C.M.: Monseñor, estamos metidos y untados de fervor religioso en Semana Santa ¿qué enseñanza le deja ésta a los feligreses y a la Iglesia como institución?
J.J.M.: Yo diría que la  Semana Santa la celebramos cada año, pero cada Semana Santa es diferente, cada Semana Santa es una bendición y así la debe entender todo el pueblo cristiano y católico y yo, además de referirme expresamente a los feligreses cristianos y católicos, siempre pienso en el departamento del Atlántico, pienso en los casi tres millones de habitantes que tiene.
H.C.M.: ¿Monseñor, Semana Santa es cambio de época o época de cambio?
J.J.M.: Se dice que la Semana Santa es la semana que cambió el mundo y efectivamente, mire cuando Cristo vino cerro completamente la puerta de un tiempo y abrió el tiempo nuevo, se cerró la puerta de la espera y comienza el tiempo de la realización, se cerró la puerta de la promesa de los designios que Dios tenía en mente y comenzó ya el tiempo de la salvación en Cristo; Cristo Señor es un fenómeno, es un personaje absolutamente inefausto, Cristo es toda la bendición de Dios por el mundo, para el mundo no para los católicos, para el mundo porque Cristo se hizo hombre, Él no se hizo católico ni protestante ni musulmán.     
H.C.M.: Monseñor, por qué las penitencias que son manifestaciones masoquistas y atentan contra la salud de feligreses, no se han desterrado como prácticas religiosas, esta opinión es expresada en los sectores sociales, ¿cuál es la orientación que da la Iglesia al respecto para acabar con este flagelo?
J.J.M.: Vea, yo sé que hay unas prácticas en ese sentido y de pronto también en algunos, puede haber al realizar esas prácticas anuales alguna exageración y no está bien que uno se exagere lapidándose o haciéndose lapidar hasta el punto de enfermarse; esto no está en el plan de Dios para nada, el plan de Dios para nosotros es que tú seas feliz, que tú te realices plenamente en tu vida, eso es lo que Dios quiere y lo dijo clarísimamente a través de Cristo, su hijo, que murió por nosotros; repito, que murió por ti, murió por mí, murió por todos los hombres, sólo que necesitamos todos la Gracia de Dios para creer en Él. 
H.C.M.: Monseñor, en Semana Santa se da un mundo de rituales que puede alejar el verdadero mensaje de Jesús, ¿es pertinente la unificación de estos rituales o la diversidad de los mismos fortalece o debilita a la Iglesia?
J.J.M.: Yo digo que el ritual, la norma, el canon, lo escrito, los rituales escritos son necesarios en toda institución, porque si no hay un principio de unidad en la institución y se entra la anarquía, hay no hay nada qué hacer; todo grupo humano, toda institución, necesita una carta de navegación.
H.C.M.: Monseñor, existe una dicotomía entre la devoción y la práctica religiosa, ¿cómo buscar la coherencia, dado que algunos son devotos pero no concurren al templo?
J.J.M.: Mire, eso que usted me pregunta es el gran dilema del Evangelio, no todo el que me dice “Señor, Señor”, entra en el Reino de los Cielos, sino aquellos que hacen, el Señor le dice muy clarito a sus discípulos: “miren a los fariseos, miren, escuchen lo que les dicen pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen”; la perfecta sincronización entre lo que usted piensa, lo que usted dice y lo que usted hace, eso está hablando de su integridad personal.
H.C.M.: Monseñor, en Semana Santa o en la Semana Mayor la Iglesia católica no es ajena en su concepción, en su fe, en sus principios y siempre ha proclamado un mensaje central a la Nación, ¿cómo contribuiría este mensaje en el Proceso de Paz que se adelanta en La Habana-Cuba, para salir adelante y neutralizar a los oponentes?
J.J.M.: Mire, yo siempre digo que nosotros todo lo que hacemos en la Iglesia es para bien de la paz y le explico esto, usted ve una comunidad, un barrio cualquiera, que comienza a ser un barrio que va creciendo, ese barrio está ahí, usted pone ahí un párroco y crea una parroquia y esa comunidad comienza a organizarse, ese principio de organización es paz, esa palabra que el párroco y todas las personas que se van acercando a la parroquia para trabajar la pastoral, toda palabra dicha con buena voluntad es paz, toda palabra del Evangelio que usted le diga a su comunidad es invitándolos a la paz, toda celebración que usted hace de la gracia de los sacramentos de la salvación es una celebración comunitaria y la paz se vive en plena comunidad; la paz es para poder vivir todos juntos de una manera civilizada, de una manera libre, espontánea, donde cada uno pueda expresarse, donde las diferentes convicciones puedan compartir espacios. Cuando usted me habla de la Semana Santa y la paz, yo le digo esto, hay ahí una perfecta sincronización de realidades, Cristo, el Señor, que es el centro de la Semana Santa, sin Cristo Señor no hay paz.
H.C.M.: Monseñor, algunos estudiosos nos hablan del calvario latinoamericano, propio de algunas instituciones y organizaciones religiosas a diferencia del catolicismo, ¿qué piensa usted sobre el calvario y la reconciliación de las cuales se habla actualmente en nuestro país?
J.J.M.: Le cuento una cosa, calvario y cruz no significan ni mucho menos dolor y muerte; si usted entra por la lógica de Dios, usted entenderá cada vez más que del misterio de Cristo la cruz es puro amor y el calvario el dolor, toda la muerte misma es vida; por eso le digo, la Semana Santa es una celebración de la inmensa alegría, porque somos salvados por el Señor a través de la cruz y del calvario.
H.C.M.: Monseñor la humanidad ha pasado por épocas o periodos que caracterizan a la Iglesia como institución donde a su interior se dan tendencias filosóficas, teológicas, etc., lo que nos hace inferir ¿la Iglesia actual está inmersa en la modernidad o posmodernidad?
J.J.M.: Hoy yo creo que estamos en una posmodernidad y creo que la Iglesia tiene que hacerse a las diferentes épocas que está viviendo, si la Iglesia no se adapta al mundo entonces qué Iglesia es, si Cristo vino para encarnarse precisamente en la realidad y por eso es que vemos nosotros el momento que vive ahora la humanidad filosóficamente hablando; si es posmodernidad hay tiene que ubicarse la Iglesia.   
H.C.M.: Monseñor, ¿cómo interpretar y conjugar la correlación entre las variables: resurrección, reconciliación y paz?
J.J.M.: Sin conversión no hay reconciliación y sin resurrección no hay paz.
H.C.M.: Monseñor, estoy convencido que tenemos que ser humano, demasiado humano, tal como lo plantea Federico Nietzsche.
J.J.M.: Sí, demasiado humano, humano, pero cristianos.

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