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YA NO MÁS, POR FAVOR

                                           YA NO MÁS, POR FAVOR




Por Hugo Castillo Mesino

En una obra clásica de la teoría postcolonial titulada “Piel negra, máscaras blancas”, el psiquiatra, político y escritor francés Franz Fanon describe en 1.952 la mirada blanca sobre un cuerpo negro: “El negro es una bestia, el negro es malo, el negro tiene malas intenciones, el negro es feo, mira, un negro, hace frio, el negro tiembla, el negro tiembla porque hace frio, el niño tiembla porque tiene miedo del negro, el negro tiembla de frio, ese frio que os retuerce los huesos, el guapo niño tiembla porque cree que el negro tiembla de rabia, el niñito blanco se arroja a los brazos de su madre, mama, el negro me va a comer.”. Según Fanón, cuando un cuerpo negro tiembla, un niño blanco al que le han enseñado a tener miedo de ese cuerpo no lo ve como un signo de que esa persona tiene frio, sino solo como un síntoma de rabia; así le han enseñado institucionalmente a los policías norteamericanos en el tratamiento con los afros.

Quien haya sido objeto por primera vez de un control policial en nuestro país sin motivo aparente quizás se haya sentido incomodo, “política del miedo”, pero ¿lo habrá asumido sin mayor disgusto, así quede enmudecido? Colombia no escapa a este tipo de deformación histórica de la Policía en el trato a los ciudadanos, aunque a muchos le guste la expresión “no generalicemos”, cuando a diario se registran casos de detención arbitraria por las redes sociales de las cuales la ciudadanía testiga se cuestiona: ¿por qué van a detenerlo?, ¿no ha podido identificarse?, ¿se niega a que lo registren?, ¿qué vieron los agentes?, ¿por qué no lo dejan tranquilo? Hasta el extremo de convertir estos hechos en homicidios, como el de Javier Ordoñez y otros, clásicos ejemplos brutales de la institución castrense.

No es necesario creer que los policías salieron de sus casas para golpear a Javier Ordoñez, sino que tienen el poder del Estado colombiano y también el peso de un legado. La Policía refleja a su manera, una división de la sociedad que forma parte de las experiencias cotidianas que tienen las personas en Colombia.  Es inaceptable, imperdonable, repudiable y todos los epítetos que quieran endilgarse, ver a unos policías haciendo uso excesivo e irracional de la fuerza contra ciudadanos desarmados e inermes como Javier Ordoñez y otros; pero, no es menos imperdonable, repudiable, intolerable que civiles armados con piedras, papas explosivas, gasolina, garrotes, etc., rechacen sin mediar de plano el uso de armas por la Policía Nacional con los resultados conocidos por todos, al igual que el vandalismo generalizado, así el uno sea producto del otro. Reivindicamos el derecho a la protesta consagrado en la Constitución.

Al final los muertos los pone el pueblo pobre; porque policías, soldados, guerrilleros, todos son de estrato 1 y 2; pobres matando a pobres. Es la eterna historia: la policía, “Chulavitas”, matando liberales “cachiporros” a nombre de Dios y del Partido Conservador, “pájaros”. Los guerrilleros de estrato 1 y 2, matando a soldados y policías de estrato 1 y 2 con la misma tragedia. El fuego no se combate con gasolina, ni la violencia con más violencia, lo único que medianamente ha funcionado en Colombia es el diálogo, los acuerdos.

En el Informe para el BID de Kevin Casas, Paola González y Liliana Mesías “La Transformación Policial para el 2030 en América Latina”, sobre la ‘Percepción ciudadana del desempeño de las policías’, dice: “Los graves problemas de formación, equipamiento, rigidez institucional y falta de apego a doctrinas civilistas y democráticas en las policías de la región se ven agudizados por la pobre imagen pública que aqueja a la institución. Las raíces de tan agudos problemas de confianza en la policía son complejas y seguramente presentan matices distintos en diferentes países de la región. En esa desconfianza pesan no solo la falta de resultados de impacto contra el crimen, sino también la prevalencia de la corrupción y el abuso policial en casi todos los países latinoamericanos”.

El Gobierno colombiano debe hacer una reforma estructural de la Policía Nacional, así lo reclama la ciudadanía; que contenga un filtro selectivo de su cuerpo de seguridad, propender por desarrollar aspectos de formación y cualificación en campos formativos como:  la ética, el derecho, la sociología, la criminología, la psicología, etc., que garanticen el respeto a los Derechos Humanos aplicados a todo. Identificar y determinar qué tipos de desviaciones, faltas disciplinarias y desmanes deben ser de competencia de la justicia ordinaria, haciendo una ruptura con el fuero militar. Implementación de los protocolos en los ámbitos de actuación. Michel Foucault subraya que este acto valiente de decir la verdad no solo encierra una obligación, sino que la parrhesia vincula a la persona con la libertad que se manifiesta y se hace efectiva en la propia parrhesia. Repensar la rabia filosófica como la necesidad de reformar la Policía Nacional.

 

PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

LUNES 14 DE SEPTIEMBRE DE 2020
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