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LO SÓLIDO SE DESVANECE

                                        LO SÓLIDO SE DESVANECE



Por Hugo Castillo Mesino


Acostumbro, por lo general, a dialogar con Moisés, pero no el salvado de las aguas, y, al encontrarnos afloró el tema de aquel viejo edificio de mi pueblo construido con el concurso de mucha gente. Le manifesté que al verlo derramé lágrimas por las condiciones que presentaba. Mi amigo logró explicarme que al comienzo su deterioro fue por la falta de mantenimiento, primero surgieron las goteras que humedecieron las paredes cubriéndolas de moho; posteriormente, las columnas y los cimientos se debilitaron, dando cumplimiento a la máxima de que todo lo solido se desvanece.

 

Esta acepción coloquial, con espíritu literario, invita a reflexionar que, las cosas por muy sencillas que sean terminan siendo complejas cuando dejamos de fijarnos en todas sus manifestaciones lineales y circulares, máxime cuando hablamos de la reconstrucción del Edificio Nacional donde se asienta la gestión gubernamental que traza y ejecuta las acciones dirigidas a evitar un mayor deterioro que se convierta en una involución difícil de ser recuperada en el tiempo mediato por hacedores verdaderamente comprometidos con su transformación. 

 

Los cien días que lleva el proceso de reconstrucción del Edificio Nacional amerita hacer una revisión sin sesgos y sin cultos a la gestión o a las personas protagónicas, con el objeto de que no se desvanezca lo poco que se avanza en lo fundamental y trascendental de ese cometido. Lo peor que puede suceder es desprenderse de la realidad de lo que se ha construido, como amantes de ella existe el compromiso de llamar las cosas por sus nombres sin caer en los eufemismos distractores que en poco contribuyen a gestar verdaderas políticas que respondan a una sintonía mayor con las expectativas generadas en la gente durante la campaña electoral, lo cual desdice un poco de la coherencia entre el decir y el hacer. La práctica es el criterio para evaluar la naturaleza del discurso y visionar hacia donde se va.

 

Corresponde hablar con meridiana claridad que, una cosa es la política de gobierno gestada por el presidente Gustavo Petro y otra las iniciativas presentadas en el Congreso de la República enmarcadas en las reformas como la Reforma Tributaria, la Ley de Paz Total y otras presupuestadas para la discusión, que dependen de la correlación de fuerzas y su articulación al interior del Congreso que debería sostenerse. Esto no significa que, con responsabilidad comunicacional, a un gobernante y al gobierno no se le pueda analizar y criticar en sus acciones y a su equipo ministerial; es connatural que si se cree en una nueva opción de gobierno es por ser considerado superior, haber evaluado y criticado en toda su dimensión al gobierno antecedente, del cual sus representantes activos en la política nacional están a la saga ultimando cada detalle de los desaciertos que cometa este gobierno, como se dice en el argot popular “esperando que den papaya”; esto, desde la mirada del ajedrez político, no debe extrañar que es una estrategia de la oposición.

 

Es aquí y ahora donde el mandatario Gustavo Petro en sus acciones de gobierno debe evidenciar con objetividad las soluciones a los múltiples problemas heredados que denoten y connoten una articulación con los ministerios que, en algunos casos, han demostrado que van en vías diferentes, agravado por la ausencia de una estrategia comunicacional oportuna y efectiva que, al final, va en detrimento de la ciudadanía, como suele comentarse sobre la solución a las altas tarifas de energía eléctrica en el Caribe colombiano. La ciudadanía al no contar con espacios y medios de comunicación donde el presidente de la República oriente en forma directa y pedagógica la concepción y dinámica de sus acciones políticas queda a la merced de la interpretación y manipulación interesada de la mediocracia al servicio de las fuerzas que le antagonizan. La ciudadanía sigue expectante de la explicación presidencial a todo el país de las reformas aprobadas, más allá del anecdotario de los debates suscitados en el Congreso.

 

A la ciudadanía, como tal, no le interesa la espectacularidad de cada discurso, a pesar del grado de aceptación que este tenga, sino, más bien, la coherencia con las acciones de atención y solución a sus situaciones problémicas vitales sin dilaciones amparadas en la mirada retroactiva gubernamental, dado que el espacio temporal en que se gobierna está inscrito en una agenda planificada y presupuestada para ser ejecutada acorde con el programa de Gobierno acogido por la ciudadanía que sufragó y le dio confianza.

 

Renunciar a la crítica como construcción social de las acciones de gobierno por esperar hacer parte de la burocracia u otras prebendas, como prácticas asimiladas, es no responder a las necesidades básicas y expectativas de la gente que, al final, ve desvanecer la estructura del Edificio Nacional por la insolidez ética y administrativa de un gobierno.

Acostumbro, por lo general, a dialogar con Moisés, pero no el salvado de las aguas, y, al encontrarnos afloró el tema de aquel viejo edificio de mi pueblo construido con el concurso de mucha gente. Le manifesté que al verlo derramé lágrimas por las condiciones que presentaba. Mi amigo logró explicarme que al comienzo su deterioro fue por la falta de mantenimiento, primero surgieron las goteras que humedecieron las paredes cubriéndolas de moho; posteriormente, las columnas y los cimientos se debilitaron, dando cumplimiento a la máxima de que todo lo solido se desvanece.

 

Esta acepción coloquial, con espíritu literario, invita a reflexionar que, las cosas por muy sencillas que sean terminan siendo complejas cuando dejamos de fijarnos en todas sus manifestaciones lineales y circulares, máxime cuando hablamos de la reconstrucción del Edificio Nacional donde se asienta la gestión gubernamental que traza y ejecuta las acciones dirigidas a evitar un mayor deterioro que se convierta en una involución difícil de ser recuperada en el tiempo mediato por hacedores verdaderamente comprometidos con su transformación. 

 

Los cien días que lleva el proceso de reconstrucción del Edificio Nacional amerita hacer una revisión sin sesgos y sin cultos a la gestión o a las personas protagónicas, con el objeto de que no se desvanezca lo poco que se avanza en lo fundamental y trascendental de ese cometido. Lo peor que puede suceder es desprenderse de la realidad de lo que se ha construido, como amantes de ella existe el compromiso de llamar las cosas por sus nombres sin caer en los eufemismos distractores que en poco contribuyen a gestar verdaderas políticas que respondan a una sintonía mayor con las expectativas generadas en la gente durante la campaña electoral, lo cual desdice un poco de la coherencia entre el decir y el hacer. La práctica es el criterio para evaluar la naturaleza del discurso y visionar hacia donde se va.

 

Corresponde hablar con meridiana claridad que, una cosa es la política de gobierno gestada por el presidente Gustavo Petro y otra las iniciativas presentadas en el Congreso de la República enmarcadas en las reformas como la Reforma Tributaria, la Ley de Paz Total y otras presupuestadas para la discusión, que dependen de la correlación de fuerzas y su articulación al interior del Congreso que debería sostenerse. Esto no significa que, con responsabilidad comunicacional, a un gobernante y al gobierno no se le pueda analizar y criticar en sus acciones y a su equipo ministerial; es connatural que si se cree en una nueva opción de gobierno es por ser considerado superior, haber evaluado y criticado en toda su dimensión al gobierno antecedente, del cual sus representantes activos en la política nacional están a la saga ultimando cada detalle de los desaciertos que cometa este gobierno, como se dice en el argot popular “esperando que den papaya”; esto, desde la mirada del ajedrez político, no debe extrañar que es una estrategia de la oposición.

 

Es aquí y ahora donde el mandatario Gustavo Petro en sus acciones de gobierno debe evidenciar con objetividad las soluciones a los múltiples problemas heredados que denoten y connoten una articulación con los ministerios que, en algunos casos, han demostrado que van en vías diferentes, agravado por la ausencia de una estrategia comunicacional oportuna y efectiva que, al final, va en detrimento de la ciudadanía, como suele comentarse sobre la solución a las altas tarifas de energía eléctrica en el Caribe colombiano. La ciudadanía al no contar con espacios y medios de comunicación donde el presidente de la República oriente en forma directa y pedagógica la concepción y dinámica de sus acciones políticas queda a la merced de la interpretación y manipulación interesada de la mediocracia al servicio de las fuerzas que le antagonizan. La ciudadanía sigue expectante de la explicación presidencial a todo el país de las reformas aprobadas, más allá del anecdotario de los debates suscitados en el Congreso.

 

A la ciudadanía, como tal, no le interesa la espectacularidad de cada discurso, a pesar del grado de aceptación que este tenga, sino, más bien, la coherencia con las acciones de atención y solución a sus situaciones problémicas vitales sin dilaciones amparadas en la mirada retroactiva gubernamental, dado que el espacio temporal en que se gobierna está inscrito en una agenda planificada y presupuestada para ser ejecutada acorde con el programa de Gobierno acogido por la ciudadanía que sufragó y le dio confianza.

 

Renunciar a la crítica como construcción social de las acciones de gobierno por esperar hacer parte de la burocracia u otras prebendas, como prácticas asimiladas, es no responder a las necesidades básicas y expectativas de la gente que, al final, ve desvanecer la estructura del Edificio Nacional por la insolidez ética y administrativa de un gobierno.


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

LUNES 21 DE NOVIEMBRE DE 2022 
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About hugo castillo

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