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METAMORFOSIS DEL CANGURO

METAMORFOSIS DEL CANGURO  
  
  

  

 Por Hugo Castillo Mesino

Quién creyera que la Costa Atlántica hace parte de la división política administrativa del continente australiano. Esta hipótesis se puede corroborar con una especie de animal político que nos habita y que en nada se corresponde al “animal político” de Aristóteles; por el contrario, este animal se encuentra plagado a lo largo y ancho de los registros electorales, alimentado por las trapisondas de quienes ejercen la operación y control de los escrutinios y de los guarismos electorales.

Lo insólito de esta especie criolla es que por coincidencia infeliz guarda una relación homoparental con las especies de mayor tamaño de la subfamilia Macropodinae, mejor conocida como “canguros”, que pueblan los desiertos y zonas rocosas de Australia; a diferencia, los “nuestros” habitan en grandes oficinas confortadas embellecidas y tarjetas de crédito de todo tipo y fin al servicio de grandes y viles intereses electoreros que cargan en sus bolsas sofisticadas similar a como los canguros originales llevan en su bolsa marsupial a sus retoños. Otra de las características de este veloz animal es que no corre sino que salta, pero el canguro criollo tiene la particularidad de que su salto supera a la enésima potencia al salto del canguro australiano que no conoce la existencia de los formatos E14 que registra el total de electores en una mesa por los Jurados de votación y el E24 del cual dispone la Comisión Escrutadora de votos, he aquí donde se dan muchos de los “saltos de canguro” del animal político típico de la degradación de nuestro sistema electoral.

Otra característica de afinidad entre el canguro puro y su pariente criollo, es que el primero desarrolla una vida activa nocturna y crepuscular pasando el día en quietud y alimentándose durante las tardes, mientras el segundo igualmente su actividad y su estratagema electorero lo realiza en el día y los resultados de los escrutinios son trastocados y alterados bajo la sombra nocturna y crepuscular, violentando las arcas triclave, sentandos en los titulares de prensa y en los medios televisivos que denotan “cambios sorprendentes” en la posición de los candidatos supuestamente electos al Concejo Distrital y a la Asamblea del Departamento. Estos canguros políticos suelen tomar fotografías aéreas, propias de su salto y vuelo, a los “centros de acopio de sufragios” para luego solicitar sus referencias y experiencias, donde ultiman detalles en este tipo de gestión. Luego, los acreditados e intérpretes representantes de los marsupiales criollos hacen un juramento que consiste en ser fieles hasta el último momento en que aparezcan los votos planillados en correspondencia con el dinero “invertido” previamente desde la inscripción de cédulas hasta los votos percápitas depositados en las urnas.

El adagio popular nos dice que en la política como en el amor no se puede dejar un espacio porque lo llena otro, de esto son conscientes los canguros criollos, porque al final han llenado las urnas más allá de la cantidad de votantes que registra cada mesa y han desplazado a los candidatos que los aventajaban, aun formando parte de su misma lista, de su misma agrupación política, lo que refleja la perversión subyacente en el “salto del canguro”. También es cierto el adagio matemático que hoy en día debe preocuparle a Pitágoras, Padre de las Matemáticas, cuando se “demuestra” que en política dos más dos no es igual a cuatro, tal como sucedió en algunas de las mesas escrutadas para el Concejo Distrital de Barranquilla y la Asamblea del Departamento del Atlántico, donde los resultados replantearon lo que aprendimos desde niños con las tablas de sumar, hoy asimiladas por los especialistas en “saltos astronómicos de canguro”.

La preocupación nos concita a pensar seriamente en nuestro sistema electoral hoy asaltado, perturbado, pervertido por verdaderos clanes mafiosos que siguen haciendo del ejercicio electoral su empresa registrada en los cánones de la corrupción. Ahora, lo visible en la ciudad y el departamento es que todo el mundo sabe dónde están los focos que germinan la compra colectiva de conciencias de ciudadanos y ciudadanas, pero nadie dice nada, a pesar de que el Gobierno Nacional estimula las denuncias sobre estos vejámenes nefastos que le hacen daño a la democracia representativa. El ciclo histórico data desde el chocorazo de Pastrana a Rojas; ahora vivido, sentido y repetido en los diferentes períodos electorales, sigue siendo lamentable y no es más que el clásico aprovechamiento visceral de las necesidades de amplios sectores de la población quienes adolecen de la suficiente cultura política no logrando visionar el valor moral de votar consciente, honesta y transparentemente como una contribución orientada a satisfacer las demandas sociales. Creo en cierta forma que la falta de una pedagogía política por parte del Estado y los partidos que suelen llamarse alternativos han sido cómplices por omision de esta práctica antidemocrática y que sólo se constituye en un distractor económico para miles de electores.

Desde esta columna no descansaré en la gesta de la reflexión cotidiana del quehacer ciudadano conducente a fortalecer la forma y los espacios que reivindiquen el ejercicio de una democracia plena, reiterando la máxima de Eduardo Galeano de que, “somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

DOMINGO 15 DE NOVIEMBRE 2015
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