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LA PAZ, CIUDAD Y DEPARTAMENTO


LA PAZ, CIUDAD Y DEPARTAMENTO 



 Por Hugo Castillo Mesino





La ciudadanía barranquillera y atlanticense suele preguntarse cuál es el modelo de desarrollo que tienen estos entes territoriales. La respuesta puede girar de un lado a otro atendiendo a quiénes tienen el péndulo. Es cierto que la ciudad ha sido manejada por una clase social que no aborda a profundidad la solución de los problemas sociales que aquejan a su ciudadanía; la capital del Atlántico y su gente es testiga de como pasan las administraciones sin que estas lancen una mirada circular hacia el proceso que se avecina como lo es el postconflicto orientado hacia la construcción de la paz, lo que implica que sus gobernantes no solo conozcan la ciudad sino que entiendan sus necesidades y demandas acrecentadas por los flujos migratorios de los últimos años producto de la violencia, por lo general campesinos desplazados de otros departamentos y del sur del Atlántico que llegaron sin nada para sustentarse.


Son muchos los factores que tributan en torno a la problemática de la ciudad y el departamento, y estos se ven reflejados en las expresiones de desespero y violentas que se ven a diario entre los jóvenes excluidos de la escuela, entregados al vicio y buscando solventar de alguna manera el hambre y su adicción, acudiendo al hurto y las lesiones personales para intimidar, que van creciendo y se tornarán peor en el proceso de finalización del conflicto armado colombiano, si no se toman medidas que lleven al retorno a la escuela, pero de manera subsidiada y formando a la vez para el trabajo, máxime cuando el departamento del Atlántico ocupa el segundo lugar a nivel nacional en analfabetismo, situación que debe ser motivo de preocupación de la actual administración. No existe problema alguno que no tenga una opción que pueda ser mediada por gobernantes visionarios y prospectivos para cambiar la situación de estos jóvenes, tal como se desarrolló en Bogotá durante la anterior administración con el programa “Jóvenes en Paz”, que logró seducir a cerca de diez mil jóvenes de ambos sexos, en una política clara de inclusión social, con propuestas de trabajo y salarios dignos, incluyéndolos en el sistema de salud y seguridad social, cumpliendo funciones de apoyo en muchas entidades del Distrito, lo mismo que la terminación de estudios secundarios o el apoyo a los superiores, como ejemplo de una ciudad incluyente que brinda espacios hacia la construcción de una paz duradera y con justicia social.

Barranquilla y el Atlántico deben habilitar espacios incluyentes para la juventud y generar la participación ciudadana para construir en comunidad la ciudad y el departamento del futuro, lo cual se haría de manera concertada con las comunidades ejercitando la democracia; una ciudad y un departamento fundamentalmente incluyentes, que la brecha social no sea tan abismal, que las barriadas vivan como en carnaval todo el tiempo, que el delito no sea sino la excepción y no la cotidianidad, eso mejora la seguridad y genera percepción positiva de las personas hacia las administraciones y sentido de pertenencia. Hay que invertir en lo social, en la convivencia pacífica, en la aplicación de la defensa de los derechos humanos, en la implementación de procesos que les faciliten a los desplazados asumir su nuevo escenario, lo mismo que a quienes lleguen desmovilizados de la guerra, hay que preparar a las comunidades receptoras para esa convivencia, hay que parar la bomba social que se avecina y que les puede estallar en las manos a los gobernantes.
Barranquilla no puede ser ajena al clamor social de una población que pide a gritos inclusión, que no haya discriminación, ni sea utilizada solo para justificar los procesos electorales con las mismas promesas de siempre. Por el contrario, debe instituirse un compromiso con el país y la ciudadanía al crear organismos que recojan y sistematicen esta problemática con soluciones objetivas y contextuales, como la Secretaría de Paz o Secretaría del Postconflicto; para ello, los Planes de Desarrollo del ente distrital y departamental deben contener proyectos y programas articulados con el presupuesto local, regional y nacional.
Si bien los conflictos sociales tendrán su auge a partir de la firma de los acuerdos de La Habana con las FARC-EP y de los acuerdos con el ELN, la construcción de una paz sin reversa compete fundamentalmente a los gobernantes y su visión de mundo en el que apacigüen su desmedida avaricia y entiendan que esta es una oportunidad única para cambiar de fondo nuestra historia y no estemos a la vuelta de unos años con el retorno a guerra.
Barranquilla y el Atlántico tienen ese reto y sus gobernantes o estarán a la altura de sus compromisos o la historia los verá pasar inanes y sufrirán las consecuencias de sus desafueros administrativos; hoy se puede construir una ciudad y un departamento incluyentes, no segregadores, no discriminadores, sin corrupción, no de espaldas a la realidad nacional, los gobernantes tienen la palabra y la escuela y la ciudadanía deben asumir su parte en estos retos, Barranquilleros y Atlanticenses ustedes tienen la palabra. Contribuyamos a construir una paz social.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

DOMINGO 21 DE FEBRERO 2016
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