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EL PUEBLO ES EL MISMO


EL PUEBLO ES EL MISMO

Por Hugo Castillo Mesino

Los colombianos ante la ola de corrupción que nos tiene sumido en un abismo necesitamos un gobierno que comprenda y respete la Ley, que respete la plurinacionalidad y la pluriculturalidad, que actué con firmeza ante los corruptos de las instituciones que son los culpables de nuestro sufrimiento, mientras el 1% de los ricos habla del decoro cuando le han robado hasta la posibilidad de soñar a la comunidad que trabaja y trabaja al servicio de la gente con sacrificio y con esmero de todos. Basta ya, hay que seguir enarbolando las banderas de la justicia y la dignidad; el cambio está en la gente como motor de la historia, que con su trabajo invisible son los imprescindibles que siguen forjándose y enfrentándose a los gobiernos con sus élites y mafias que se escudan en cortinas de humos cuando son denunciados y puestos a la palestra pública.

La corrupción se concibe como la utilización de los poderes públicos y en especial  del poder judicial al servicio de los políticos corrompidos, empresarios y entidades financieras corruptivas. Nos preguntamos: ¿a cuántas personas se le han imputados cargos de corrupción y por lo general las investigaciones son archivadas por faltas de pruebas?, valiéndose del supuesto de que el Estado no tiene dolientes, si comientes, mientras que el dinero se sigue esfumando para la infancia, adulto mayor, educación, salud, vivienda, etc. La gente está emputada ante la miseria viviente por culpa de una mafia política que se levanta a decir que no tiene responsabilidad política. Lo que se demuestra flagrantemente es que las instituciones de gobierno siguen al servicio de los partidos con sus prácticas corruptas; por tanto es la comunidad, la gente, la que tiene que acabar con este cáncer que hace metástasis en las instituciones de todo nivel.

La invitación al orden del día es la de arriesgar lo poco que tenemos para que las próximas generaciones tengan una vida digna; de lo contrario, la corrupción seguirá erosionando absolutamente todas las instituciones; ante el daño ocasionado los funcionarios y políticos responsables piden amparo policivo ante el poder para luego continuar haciendo las cosas como antes. Lo planteado merece la atención y una respuesta urgente: hay que politizar a la sociedad para acabar con la parasitación; la política se articula para el bien común y no para el beneficio de pocos, siguen siendo las élites las que parasitan en las instituciones. Recordemos que la historia hay que escribirla con los robados, marginados, manipulados, vilipendiados y explotados.

El verdadero cambio está en el corazón de los humanos para aniquilar a quienes entregan la soberanía social y los servicios públicos vistiéndose de marketing mafioso para seguir engañando a la gente. No podemos seguir siendo la excepción cuando hablamos de cambios estructurales, somos la regla social con la gente para posibilitar los verdaderos cambios, el pueblo no se puede seguir convirtiendo en la mercancía de políticos y banqueros, el pueblo siempre ha sido el mismo; la democracia no la hacen quienes nos invaden y alienan; son las mafias,  las élites las que atentan contra la soberanía económica y social. Las instituciones no son mercancía que tienen valor de uso y valor de compra, menos deben regalarse, por eso nunca hay que dejar solo a quienes luchan contra la corrupción, que sigue siendo un mal endémico, es un mal parido de las mafias políticas, nacional, local y regional; por tanto, no le tengamos respeto; es a la gente sencilla, del común a la que hay que respetar, es ella la que le pone el pecho y se arriesga, sufre y llora por los males de la corrupción. Las instituciones no pueden seguir siendo patrimonio de quienes han robado, saqueado y lucrado de los presupuestos con sus empresas comunicativas que distraen a la ciudadanía para que borren lo que han manchado.

Tenemos que tener claro que quienes hacen la historia son la gente humilde, los trabajadores, los empresarios honestos, los académicos, los intelectuales; son los llamados a escribir la nueva historia de nuestra patria. Es necesario pensar en un programa alternativo de país, acabar con una economía política concentrada en unos pocos, romper los presupuestos de recortes que no contemplan la demanda y necesidad de los colombianos, aumentar el gasto público, posibilitar más ingresos para gastar mejor, reducir el déficit fiscal, aumentar la renta nacional para una mejor distribución social, establecer un programa de igualdad que garantice una vida digna y pensar en un plan nacional estratégico que fomente la ciencia y la tecnología del país.

La moralización del país requiere que los jueces y fiscales no tengan las manos atadas para actuar en justicia y no estén presionados por las mafias políticas. Debería eliminarse el llamado “secreto bancario” que le da vía libre a los paraísos fiscales para acabar con la tendencia de que no son los partidos políticos los que gobiernan, sino los bancos. Un político no tiene perdón al desconocer la realidad de su pueblo.


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

DOMINGO 7 DE MAYO 2017
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