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SI PUEDES VIVIR SIN ESCRIBIR, NO ESCRIBAS.

           SI PUEDES VIVIR SIN ESCRIBIR NO ESCRIBAS


Por Hugo Castillo Mesino

Es una odisea condensar la obra “Gabo y Mercedes, una despedida”, escrita por su hijo Rodrigo García, quien hecha a rodar su narrativa de rosas amarillas, inmersas en la vida de sus progenitores, donde emerge su lenguaje con fluidez literaria, como las aguas del río que, en su curso, son como una despedida, llena de sentimientos,  emociones, alegrías y  tristezas, alimentadas por anécdotas, amores, relatos,  viajes y todo un universo cultural construido donde se plasma la vida y la muerte, más allá de Cien años de soledad, al lado de su amada Mercedes.  

 

Una despedida para el escritor es un hilado de vida donde las letras y palabras se resisten, pero se superan al acordarse que el Nobel en su sobriedad dijo: “No hay nada mejor que un buen escrito cuando esté muerto, hagan lo que quieran”; lo que se tradujo en el insumo principal para escribir este viaje terrenal cesante, para plasmar, como en un lienzo artístico, toda una gama, donde la vida tiene algo en común. Al preguntarle al Nobel “¿qué pensaba de noche después de apagar la luz?”  Respondió: “Un día te despiertas y eres viejo, después de los ochenta empieza a aparecer el miedo, es la etapa en que los viejos amigos, se mueren”.

 

Para Rodrigo, la palabra “neumonía” rodó como noticia, grave, su madre pensó entre lo público y lo privado. Fue Gonzalo, su hermano, quien, en medio de una rueda de prensa, manifestó la sospecha del pulmón y del hígado y que era preferible apartar del hospital al Nobel; al poco rato, Gabo preguntó: “¿Cómo va todo?”, “¿Dónde vives ahora?” Era su demencia. Al preguntar los periodistas “¿cómo se siente?”, su respuesta fue: “Jodido”. Al escuchar, al lado de su cuarto, a un grupo de mujeres exclamo: “No me las puedo tirar a todas”.

En otro contexto alguna vez dijo: “Nada interesante me ha pasado después de los ocho años”, cuando dejó la casa de sus abuelos y admitió que sus primeros libros fueron un ensayo de prueba para “Cien Años de Soledad”; después de la muerte de muchos amigos, expresó: “Se está muriendo mucha gente que antes no se moría”; terminaba riéndose. Mientras los días seguían en medio de la vida y la muerte, Mercedes decía: “Que había que estar preparados, porque esto va a ser un circo por la reacción de los medios”.

 

De Gabo resaltan gustos y diversiones como: un partido de futbol, un eclipse, escupiendo la gelatina de fruta, observando a unos hombres que llevan el cadáver, comiendo patacón en un zapato para distraer y robarle la comida a sus hermanos; tuvo días horribles con las muertes de Álvaro Cepeda y Guillermo Cano. Su proeza literaria fue escribir sobre seis generaciones que le dieron forma a “Cien años de soledad”, aunque tenía material para escribir más; trabajaba desde las nueve de la mañana hasta la dos y media de la tarde; centraba su admiración por las composiciones de Rafael Escalona, y la música de Richard Clayderman, Elton John y en el tinglado a Mohamed Ali, Frederich Fortich, el escritor que leía y detestaba y Thornton Wilder. Era un lector omnívoro, le costaba recordar la palabra “exégesis” que describe la interpretación critica de un texto, extraño pero cierto; le encantaban las películas de su hijo Rodrigo, director de cine y televisión, escritor de “Gabo y Mercedes, una despedida”, presumía de ellas ante los amigos. 


Entre ficción y realidad en “Cien años de soledad”, un jueves santo, un pájaro se estrelló y murió Úrsula Iguarán. Un jueves santo otro pájaro se estrella en casa y muere Gabo. El día de su boda con Mercedes esta no se vistió hasta que no lo vio afuera de la iglesia, para no quedar vestida de novia. Gabo nunca asistió a un funeral, no le gustaba enterrar a sus amigos; recitaba poesías mentalmente por 45 minutos para superar la claustrofobia, de una larga tomografía; nunca estuvo en terapia alegando que la máquina de escribir era su psicoanálisis. “Solo sé que mi padre no tenía visión en su ojo izquierdo, lo supe por un oftalmólogo; me gustaría saber cómo se recordaba a sí mismo de jóvenes, de mi madre o tener una noción de lo que pensaban, de sus lugares en el mundo”.

 

Mercedes Barcha, su esposa, murió en agosto de 2020 después de 65 años de fumar; su capacidad pulmonar se alimentaba de oxígeno todo el día; amaba a sus hijos, a sus nietos, pero creía que los varones tendían a retirarse a sus propios mundos a medida que crecían. La ausencia nos vuelve más cariñosos y comprensivos y reconocemos que sus padres tenían pies de barro como todo el mundo- Así era la “Gaba”, reconocida por todos sus amigos. Para Rodrigo, la muerte de su padre es como mirar a través de un telescopio una noche y ya no encontrar un planeta que siempre estuvo hay.  

  

PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

LUNES  31 DE MAYO DE 2021
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