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EDUCAR ES ENSEÑAR A PENSAR

                      EDUCAR ES ENSEÑAR A PENSAR



Por Hugo Castillo Mesino


La educación en Colombia reproduce las clases sociales y la desconfianza entre ellas, como lo sustenta “La Quinta Puerta: De cómo la educación en Colombia agudiza las desigualdades en lugar de remediarlas” de la autoría de Juan Camilo Cárdenas et al. Razón más que suficiente tiene Gildardo Montoya en una de las estrofas de su composición musical “Plegaria vallenata” cuando dice: “Óyeme diosito santo en cuál colegio era en que tú estudiabas, por qué a unos les diste tanto en cambio a otros no nos distes nada”; esta plegaria encarna una discriminación marcada entre la educación pública y privada. Mas grave aún, este dilema se ha convertido en un círculo vicioso donde la mala calidad y percepción de que la educación pública es que está politizada, generando que las clases medias y altas piensen en la obtención de un mejor servicio en el mercado de las universidades privadas; lo cual fomentó el desinterés de los gobiernos y élites políticas de dicha educación; de ahí que  estudiantes de menores ingresos de instituciones públicas se vean afectados, en comparación con los estudiantes de mayores ingresos y de instituciones privadas; todo ello se refleja en mayor tasa de ausentismo y deserción, rezago educativo, dificultades de ingresos a niveles superiores de educación y al mercado laboral y, en últimas, limitada movilidad social. Llevando al país a pagar un alto precio por poner a los jóvenes de cada clase social a estudiar por aparte y con una calidad educativa diferente.


Los secretos del “apartheid” educativo, con sus condicionamientos económicos, políticos y sociales nos permite inferir y evaluar lo que se ha hecho hasta ahora en políticas públicas educativas, al igual que valorar los logros y sus grandes limitaciones. Sabemos que el problema no es netamente económico, sino que obedece a cambiar las condiciones materiales de quienes hacen parte de la comunidad educativa, entendida como ciudadanía y las dotaciones pedagógicas en todas las dimensiones de los colegios públicos; aunque no es suficiente, por ello es importante abordar el problema desde dos componentes: se requieren medidas institucionales, dirigidas a enfocar recursos, fortalecer las capacidades institucionales, implementar políticas públicas que contribuyan a una mejor cobertura y calidad educativa del sistema de educación pública. El problema no es solo institucional es también cultural, por eso hay que apostar o proponer un proyecto nacional que busque valorizar culturalmente la educación pluriclasista y la integración entre clases sociales. Hay que pensar en un acuerdo social y político e incluir una combinación entre estos dos tipos de medidas: culturales e institucionales para revertir el “apartheid” educativo en Colombia.


Urge una educación pluriclasista consistente en desarrollar un mayor contacto entre los distintos grupos sociales, disminuyendo los prejuicios y estereotipos, la ansiedad y el miedo entre los miembros de estas clases, la búsqueda de niveles de igualdad obteniendo como beneficio la convivencia democrática en la educación y en los contextos en que se desarrolla. Promover una educación pluriclasista implica un acuerdo social y político alrededor de la educación pública como escenario natural, donde podían convivir o encontrarse todas las clases sociales para formar sus habilidades como futuros trabajadores y, también, sus valores como ciudadanos. No se trata de hacer eco de inyectar recursos públicos solamente para la educación, debe pensarse en un consenso alrededor del valor de las instituciones educativas públicas, no sólo en el centro del presupuesto público sino de las deliberaciones democráticas. Para mejorar la calidad de la educación pública es necesario fortalecer los programas de la primera infancia dado que la educación temprana debe ser un derecho fundamental de los niños, al igual que mejorar sustancialmente la educación pública primaria y secundaria, aumentar las  inversiones en infraestructura y tecnología, cualificación de los docentes, cambio regulatorio, diseños institucionales, destacar la urgencia de lograr la excelencia en el bilingüismo, transcendiendo la formación de los docentes, posicionándolos a la altura del mundo actual, elevando el reconocimiento social  a la profesión como motor de la movilidad social.


Hay consensos en que se debe pasar de una educación basada en la enseñanza a una basada en el aprendizaje de los alumnos, como la autonomía de aprender a aprender; los maestros deben enseñar a pensar a los alumnos, encontrándole validez a la información, el plus no debe estar en la información, sino buscar una manera de pensar, interpretar y validar esa información. El trabajo educativo debe estar encaminado a las “cuatro ces: crítica, conocimiento, colaboración y creatividad”. Pasar información a los alumnos es una tarea más o menos fácil, pero enseñar a pensar, en cambio con las “cuatro ces”, es algo mucho más complejo; algo que requiere mucho tiempo, al lado de buenos maestros. Lo que se propone implica un proyecto de sociedad que involucra al país y a todas sus instancias oficiales como un nuevo pacto social basado en la paz y la educación que permita impulsar el desarrollo del país y reducir el conflicto actual.


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

LUNES 17 DE ENERO DE 2022
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