GENUFLEXOS SILENCIOSOS
Atento a la intervención del actor Andrés Parra sobre un fragmento de la película de Charles Chaplin “El Gran Dictador”, me sumo en esa línea de análisis reflexivo sobre el acontecer de un pasado que nos marca y nos lastima, sobre un presente atiborrado de mentiras y calumnias, y de un Aquí y Ahora que nos despierta de esa distracción histórica amancebada por los esbirros del poder que te crucifican a nombre de Dios y te embeben en la confusión atándote como en tiempos de la Inquisición. Es ahí donde está la posibilidad real de cambiar y seguir remando hasta llegar a puerto seguro, donde el recibimiento sea la gran masa que al final disfrute de salvar a Colombia conduciéndola por la vía democrática, arrancando las Instituciones de las manos de los clanes y de la politiquería que ante la coyuntura electoral presidencial, de manera abismal, asumen una posición genuflexa y silenciosa orientada por el establecimiento y el uribismo que se mantiene en retiro diabólico tratando de ocultar su alianza con el rodolfismo, más uribista que el propio Uribe.
El discurso final del actor y crítico es un canto a: la esperanza, la democracia, la paz y la libertad; un manifiesto emotivo, antibelicista y antitotalitario; sus acepciones están inmersas en la realidad viviente y sería un error aplazar lo que sentimos, vivimos y soñamos cuando estamos cerca de una realidad que hemos construido entre todos para mantenerla con fortaleza, con dignidad, con convicción y con el contagio del cambio por la vida. No pretendo plasmar el texto completo del discurso de Charles Chaplin, sino más bien retomar algunos aspectos para hacer unas cogitaciones que nos inviten a salir de la asfixia estadística econométrica con empates técnicos para distraernos y crear un supuesto ambiente donde se hable de dos alternativas, cuando una de ellas naufraga en la charlatanería, insultos, imprecisiones conceptuales programáticas, que desdicen del candidato títere en el cuarto de las chuzadas.
La retórica del discurso comienza: “Lo siento, pero yo no quiero ser emperador, ese no es mi oficio. No quiero gobernar ni conquistar a nadie, sino ayudar a todos si fuera posible, judíos y gentiles, blancos o negros. Tenemos que ayudarnos unos a otros, los seres humanos somos así, queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados, no queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos, la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas”. Esa opción es Gustavo Petro quien reivindica la democracia, la ha defendido en todos los espacios públicos como legislador y gobernante. Estamos en un momento de concordia y solidaridad donde la unión como fuerza y voluntad debe desplegarse para consolidar los caminos del gran triunfo el 19 de junio y, para ello, debemos darnos la tarea de multiplicar el voto como instrumento social.
Continúa Chaplin, genio de la humanidad, en su discurso fragmentado: “Hemos progresado muy de prisa, pero nos hemos encarcelado nosotros. El maquinismo que crea abundancia nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia, duros y secos; pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo”. Es el momento para autodescubrirnos, adentrarnos y poder abrazar la libertad que por centenares de años ha sido maquillada; los seres humanos son inteligentes pero los sistemas de gobierno la coartan y no le dan posibilidades de desarrollarla, se trata entonces de rescatar la condición de filántropos del pueblo y quietarnos el antifaz que nos han puesto sin darnos cuenta, convertidos en instrumentos. Ese letargo debe inducir a manejar el tacto del amor por la vida y el olfato de los días que se vestirán destilando el deseo de vivir en la paz espiritual y material por nuestros hermanos terrenales.
Faltan pocos días para llegar juntos como hermanos dotados de todas las cosas para ganar en democracia; si son muchos días, meses y años que no me canso de contar, por qué no esperar con madurez y trabajo para terminar esta tarea que apenas comienza con Gustavo Petro, presidente y Francia Márquez, vicepresidente. Así lo sienten millones de colombianos sin importar su condición social, raza, credo o género; ese odio con que los clanes y la politiquería nos ha mantenido por doquier desaparecerá al cambio eminente de construir paz con justicia social y del Cambio Por la Vida, mientras que los genuflexos silenciosos, se mantienen en acuartelamiento preparando el botín electorero.
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