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¡DEJEN GOBERNAR, CARAJO!

                                        ¡DEJEN GOBERNAR, CARAJO!



Por Hugo Castillo Mesino


Es imprescindible, una vez concluida la gesta electoral y la apertura de la composición del nuevo gobierno, tener claro las diferencias entre estos dos procesos o sistemas: El sistema electoral se concibe como el conjunto de reglas y procedimientos orientados a regular las etapas del proceso de votación mediante el cual la ciudadanía expresa su voluntad en aras de definir la representación política en los órganos de gobierno, con todos los bemoles que implica el accionar de cada campaña en particular para convocar los respaldos a tal propósito. Mientras que, para Norberto Bobbio, el sistema político lo configuran los espacios donde se forman y se toman las decisiones trascendentales en el ejercio del poder político para gobernar; es ahí donde se establecen reglas siempre sujetas a cambios y externalidades que las van modificando en el tiempo y que, en la dinámica política, cada vez cambiante, es absolutamente normal. Como decía en mi columna anterior, una cosa es hacer oposición y campaña electoral y otra es pasar al acto de ser y hacer gobierno.

 

Existe una expectativa en el país político y en el país nacional en torno a las decisiones que el presidente electo está tomando para la conformación de su equipo de gobierno, generando respaldo de muchos sectores y personalidades, aun de la ciudadanía, en concordancia con su apuesta de Acuerdo Nacional; pero, también, posturas críticas diferenciales, curiosamente, desde dentro de su misma fuerza política, el Pacto Histórico, lo que se constituye en insumo para la mediocracia adversa que está al acecho de razones para deslegitimar desde ya un gobierno que aun como tal no ha comenzado su gestión. Algunas de estas posturas críticas diferenciales internas parecen partir del desconocimiento conceptual de las divergencias entre los dos sistemas: el electoral y, sobre todo, el político o gobernanza. La campaña electoral ya pasó la página, mientras que la nueva página nos abre un nuevo capítulo aun por escribir, pero que al pie de página nos impele: ¡Dejen gobernar, carajo!

 

Cada sistema político es una manera de tomar decisiones en el mundo social. Una cosa es lo que el presidente Petro esté pensando y otra relacionada o distante es lo que estén pensando y proyectando los representantes de las diferentes fuerzas políticas al interior del Congreso, que como tal es una urdimbre siempre en procura de satisfacción de los intereses particulares y propios de cada fuerza y sector político buscando posicionamiento en el nuevo escenario de gobierno e, incluso, asumiendo una metamorfosis kafkiana, sobre todo en aquellos que fueron derrotados electoralmente en la coyuntura, pero que conservan intactas sus aspiraciones en el ejercicio de permanecer en el poder político, a diferencia de aquellos que se creen que el 19 de junio hubo una revolución que faculta a arrasar con todo lo contrario y como tal se crea una nueva estructura del poder per sé.

 

Navegar en los nuevos mares demanda que conozcamos antes su verdadera naturaleza, su geografía y su dinámica. El Acuerdo Nacional no se construye sobre una realidad abstracta, de una interpretación subjetiva derivada del deseo ideológico romántico de la transformación social, su construcción debe responder a una nueva realidad concreta derivada de la historia misma de la  Nación y sus protagonistas; por tanto, los acercamientos que ha tenido el presidente Gustavo Petro con sectores políticos y personalidades que le han adversado es un gran acierto, al crear un clima de dialogo y confianza al distensionar las prevenciones internas y externas de las fuerzas vivas, gremiales y de la ciudadanía, que al pronunciarse sobre estos nuevos hechos políticos han manifestado que es posible la reconciliación nacional aun en el marco de las diferencias. Y son estas diferencias las que permiten construir proyectos comunes en que todos se vean y sientan reflejados por fuera de los sesgos ideológicos, dando paso a una nueva forma de convivencia, en la que los conflictos, que no desaparecen por inercia, se resuelven, al decir de Estanislao Zuleta, civilizadamente en una gran fiesta colectiva que haga a Colombia Potencia Mundial de la Vida.

 

La democracia debe ser fluida, vivencial y líquida que supere cualquier forma dogmática y sectaria del ejercicio de gobernar. Sólo desde esa dinámica es posible comprender y aprehender el enfoque que Gustavo Petro le viene imprimiendo a consolidar un gran Acuerdo Nacional para poder impulsar las reformas necesarias que la sociedad requiere en la construcción de la paz y el bienestar general. La dinámica política que se gesta en las proximidades del nuevo gobierno nacional debe ser el punto de partida para entrar en sintonía con los próximos retos que deben consolidar la nueva gobernanza: el acceder al control del poder político regional que se disputará en una jornada electoral el año venidero, que debe asumirse con madurez y capacidad política, que entienda la necesidad de concertación con fuerzas políticas diversas comprometidas por el cambio y la vida en la materialización de un verdadero Acuerdo Nacional.

 

PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

MARTES 5 DE JULIO DE 2022
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