La posverdad, conocida también como mentira emotiva, implica la distorsión de la realidad primando las emociones y las creencias personales frente a los datos objetivos. Es común hoy distinguir entre populismos de izquierda y populismos de derecha; el populismo de derecha se caracteriza por su énfasis en la identidad nacional, la seguridad fronteriza y la inmigración controlada; el populismo de izquierda se presenta a menudo como un vehículo para la justicia social y la igualdad económica.
Hoy la expansión de los partidos de extrema derecha, han formado un grupo parlamentario Inter países e incluso participando en los gobiernos, es la otra cara de la concentración del poder y el vaciamiento de la democracia que brota la creciente polarización social y política de nuestros días. Parafraseando al economista Juan Torres López en su obra “Para Que Haya Futuro” caracteriza a la extrema derecha como una especie de xenofobismo y neofascismo en la periferia del sistema actual, no es un fenómeno coyuntural con connotaciones y novedades significativas.
La extrema derecha presenta posiciones extremistas, autoritarias, liberales y antidemocráticas para defender las políticas de privatización y defensa del capital ante el riesgo del beneficio privado. Cabe recordar que Mussolini quitó poder al parlamento y justamente para permitir que el gobierno llevara a cabo una privatización generalizada y la eliminación de derechos laborales de todo tipo. Algo parecido hizo Pinochet en Chile cuando comenzaron a imponerse las políticas neoliberales.
Cada uno de estos nuevos movimientos o partidos presenta matices propios, todos ellos en general defienden un discurso común y distintivo: suelen manifestarse con un tamiz antisistema, criticando a las élites y a las instituciones democráticas, y como defensores a capa y espada de la libertad personal, condenan los excesos de la libertad política, y tienen como denominador común la puesta en marcha de los resultados electorales cuando le son adversos, promoviendo todo golpe de estado para poner en cuestión la legitimidad de sus adversarios, para gobernar, como lo ocurrido en Polonia, Hungría, Italia, Turquía, Brasil Estados Unidos, incluso en España en municipios autónomos.
La nueva extrema derecha se conforma como un instrumento legitimador del sistema del nuevo tipo desarrollando cuatro grandes estrategias. La primera consiste en basar su actividad en el reconocimiento de que alguien está desposeyendo a alguien y amenazando su forma de vida, porque le quita el empleo, ingreso, valores tradicionales, vivienda, soberanía, pequeños privilegios familiares o incluso el lenguaje tradicional.
La segunda estrategia se basa en hacer frente a esa inseguridad y miedo ofreciendo la autoridad como asidero, en perjuicio de las instituciones democráticas que se presentan como susceptibles de ser controlada por los enemigos de la libertad y los valores tradicionales.
La tercera es prometer la recuperación del ingreso perdido por vías absolutamente demagógicas pero fáciles de creer por su simplismo: reducir al máximo los impuestos o acabar con el derroche de lo políticos y, sobre todo, del Estado. En algún caso, como en el Brexit, del Reino Unido, mediante alternativas que a la postre se comprueba que son materialmente desastrosas.
La cuarta estrategia consiste en desviar el tradicional combate de las izquierdas contra la derecha desde las cuestiones de carácter socioeconómico, hacia temas de carácter cultural. Se consigue poniendo en el centro el debate político, lo que llaman la dictadura de lo políticamente correcto, porque afirman que le cercena la libertad; la “ideología de género”; incluso los obliga a hablar de una determinada manera o que criminaliza a los hombres.
Los efectos distributivos de las políticas públicas de la extrema derecha son reales se manifiestan con claridad en las estadísticas el 63% del beneficio de la Reforma fiscal de Trump, lo recibió el 20% más rico de la población. A finales de su mandato toma la desigualdad en Estados Unidos, era la más elevada desde 1977, y había crecido anualmente 9% y más que desde entonces 7%, algún parecido ocasionó en Brasil con Bolsonaro; se trata de frenar a Javier Mileì en Argentina, es una tarea del pueblo para que su discurso perverso de extrema derecha no se propague, como enseñanza fascista.
Sin embargo, los votantes que resultan perjudicados no perciben con claridad esos datos para que esto siga ocurriendo. En Colombia se deben dar a conocer las estadísticas de los efectos distributivos, desde Virgilio Barco hasta Gustavo Petro para que los votantes tengan conocimiento de las políticas públicas y sepan decidir políticamente.
Tratar hoy día de cambiar el mundo obliga a actuar en ese clima paralizante y destructivo de polarización extrema posverdad, por no decir mentira y de apriorismos cainitas; el más desfavorable que pueda haber para tratar de construir una sociedad de concordia y respeto. Es importante tratar de descubrir qué se necesita para combatirlo con éxito y cómo actuar para lograrlo.
(*) Comunicador Social y Periodista
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