MEDITACIONES
El estoicismo tuvo mucho éxito en la antigua Grecia. Tras sus inicios en Atenas se extendió hacia otras poblaciones mediterráneas, especialmente en la República Romana. Allí se originó el estoicismo romano, cuyos representantes son: Panecio, Posidonio, Séneca, Epícteto y Marco Aurelio. Los principios de la filosofía estoica como grandes virtudes, son: el conocimiento práctico; la templanza, para moderar y controlar la seducción de los placeres cotidianos; la justicia, que debe ejercerse incluso en el caso de recibir injusticia y el coraje, tanto en situaciones extremas como en la vida cotidiana y en la política.
Marco Aurelio fue considerado como el último de los “cinco buenos emperadores”. Un hombre de gran importancia intelectual que nos dejó obras de gran interés filosófico como sus «Meditaciones» formado por XII libros con «cuadro genealógico» Sus notas personales o anotaciones autobiográficas, reflexiones y sentencias que escribió durante sus últimos años de vida. Destaco la lectura del libro I como influencia del medio familiar, debilitada en la época actual.
Marco Aurelio quiere demostrar gratitud a ese círculo, por esa razón las «Meditaciones» con un recuento de sus figuras familiares más allegadas a la de su abuelo, su padre, su madre y su bisabuelo materno: Cecilio Severo, bisabuelo materno, ocupó también importantes cargos: de Asia, gobernador de Siria, un par de veces cónsul y posteriormente prefecto. Era un personaje de gran cultura. El abuelo Vero con su buen carácter y la serenidad.
De su madre el respeto a los dioses, la generosidad y la abstención no solo de obrar mal sino incluso de incurrir en semejante pensamiento; la templanza en el régimen de vida y el alejamiento del modo vivir propio de los ricos. De su bisabuelo el no haber frecuentado a las escuelas públicas y haberse servido de buenos maestros en casa.
De su preceptor o maestro es soportar las fatigas y tener pocas necesidades el trabajo con esfuerzo personal y la abstención de excesivas tareas, y la desfavorable acogida a la calumnia; de Diogneto el evitar inútiles ocupaciones y la desconfianza en lo que cuentan lo que hacen prodigios y hechiceros acerca de encantamientos y conjuración de espíritus, y de otras prácticas semejantes.
De Rústico el haber concebido la idea de la necesidad de enderezar y cuidar mi carácter; el no haberme desviado a la emulación sofistica, ni escribir tratado teóricos ni recitar discursillos de exhortación ni hacerme pasar por persona ascética o filántropo con vistosos alardes; de Apolonio la libertad de criterio y la decisión firme sin vacilaciones y recursos fortuitos; de Sexto la benevolencia, la dignidad sin afectación, la tolerancia con los ignorantes y con los que opinan sin reflexionar, el saber polifacético, sin alardes.
De Alejandro el gramático: la aversión a criticar, el no reprender con injuria a los que han proferido un barbarismo, solecismo o sonido mal pronunciado; de Frontón el haberme detenido a pensar como es la envidia, la astucia y la hipocresía propia del tirano y que en general, los que entre nosotros son llamados «eupátridas; de Alejandro el platónico: él no decir a alguien muchas veces y sin necesidad o escribirle por carta: «estoy ocupado».
De Catulo: el no dar poca importancia a la queja de un amigo, aunque casualmente fuera infundada, sino intentar consolidar la relación habitual; elogio cordial a los maestros, como se recuerda que lo hacían sus amigos y familiares; de mi Hermano el amor a la familia, a la verdad y la justicia; el haber concebido la idea de una constitución basada en la igualdad de la ley.
De mi Padre la mansedumbre y La firmeza serena en las decisiones profundamente examinadas. El no vanagloriarse con los honores aparentes; el amor al trabajo y la perseverancia; el estar dispuesto a escuchar a los que podían hacer una contribución útil a la comunidad; el distribuir sin vacilaciones cada uno según su mérito. De los dioses el tener buenos abuelos, buenos progenitores, buenas hermanas, buenos maestros, buenos amigos íntimos, parientes y amigos casi todos buenos; el no haberme dejado llevar fácilmente nunca a ofender a ninguno de ellos.
Comunicador Social y Periodista (*)
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