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COMPONENDAS POLÍTICAS

COMPONENDAS POLÍTICAS

Por Hugo Castillo Mesino


Se ha vuelto normal, en el ámbito político y en otros espacios, hablar de componendas como el arreglo o la transacción censurable o inmoral con el propósito de definir e impedir asuntos que por cualquier medio puedan causarle daño o perjuicio a intereses particulares y grupales diferenciados de los colectivos. Este accionar de las componendas es aprovechado por sus agentes y actores, dado que se ha ido extinguiendo la civilidad ciudadana por los grados de apatía y por la falta de movilidad social de los sectores poblacionales gobernados, víctimas de su propia indiferencia que los lleva a guardar distancia de la autodenominada “clase política” que se expresa en el fortalecimiento de la partidocracia, manifiesta ampliamente en los sectores de las derechas y tangencialmente en algunos sectores de las izquierdas.

Estas componendas, como patologías de la corrupción, propician la falta de credibilidad ciudadana al tener conocimiento que estas desvergonzantes tramoyas ponen en evidencia cómo el circo burocrático construye todos los malabares para desangrar el Presupuesto de la Nación, optar por la representatividad en los cargos de manejo y a la vez apartar a quienes no comparten al interior de los mismos partidos este tipo de práctica nefasta y mortal. Nuestro sistema político está marcado por una desconfianza a muchos de sus actores, tal vez a la mayoría, que tiene sus raíces en el mal manejo de los asuntos públicos y de partido; lo cual provoca una urticaria pública, como producto de sus arbitrariedades y patrañas contrarias a lo que pregonan. Esta desviación generalizada se constituye como caldo de cultivo de los ciudadanos, quienes califican a la “clase política” como una degeneración incontrolable por los propios organismos del Estado; dando paso a una mediocridad del quehacer político en nuestro país que envuelve tanto a actores como ciudadanos espectadores, mientras los últimos no asuman una actitud de denuncia acompañada de la movilización social para superar este síndrome que postra.

La mediocridad es poco lo que tiene que crear e innovar y se alimenta del statu quo, de su práctica conservadora y su  estatismo; es producto  de mentalidades ortodoxas, caducas, bajo el acabado lema de "Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Esta acepción la valida José Ingenieros en su obra “El hombre mediocre”, al considerarlo un ser sin personalidad que se deja amoldar o domesticar por el medio social en el que vive; el hombre mediocre no tiene ideas propias, sino que piensa y dice lo que otros dicen. Esta práctica de las componendas políticas en las derechas y en algunos sectores de las izquierdas es lo que no permite que surjan nuevos liderazgos y se confronte la corrupción, además de obstaculizar las propuestas de nuevas formas y concepciones del ¿cómo hacer la política? y del ¿cómo implementarla? Es urgente acabar con lo anacrónico y preparar a las nuevas generaciones que no se motivan, siquiera, a cuestionar los vicios y desviaciones al interior de las organizaciones y partidos políticos gestados, que se han desgastados y cansados por una jerarquía dogmática y el accionar de los carteles del sectarismo y la exclusión elitista, especializándose en no abrir nuevos caminos a líderes con formación, experiencia y creación; sino por el contrario, siguen visionando a sus tendencias o partidos como clubes de amigos donde las contradicciones se afianzan siempre en estar de acuerdo en todo, como síntoma de mediocridad sobre la óptica de sus posiciones y apetitos burocráticos para no hacer nada.

Este síndrome de las componendas políticas se caracteriza por detestar de los cuadros políticos procedentes de la academia y de la intelectualidad,  descalificándolos por no tener votos; desconociendo que estos son sólo un instrumento de la acción política. La patología de estos dirigentes es que viven preocupados por el tiempo y la experiencia que, según, debe tener el “nuevo militante” que llega a engrosar las filas de los partidos y organizaciones políticas, mientras ellos nunca han producido un poema que reivindique que el centro de la política es la persona humana; por el contrario, quienes son autores de las componendas políticas su interés se centra en la utilización de un lenguaje amañado de acuerdo a las circunstancias y conveniencias; esto suele suceder al aparentar que son partidarios de los consensos y al otro día manifiesten que se apliquen las supuestas mayorías en la toma de decisiones. Al final es un maniqueísmo político, buscando la forma de favorecerse en lo personal y de paso a quienes entren en las componendas, confirmando más su identidad y sosteniendo su postura de oportunismo y boicoteadores del cambio real y efectivo.


En nuestro país se han venido fomentando las escuelas  de las componendas que operan en las esferas públicas y se manifiestan cuando se trata de amparar, encubrir, silenciar a los funcionarios y políticos implicados en casos de corrupción conocidos como “carteles” acordes con la naturaleza y el origen de los delitos tipificados en la Administración Pública. Es ahí donde se aceita el engranaje en la defensa de los implicados que terminan absueltos.


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

DOMINGO 10 DE SEPTIEMBRE DE 2017
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