UN MILAGRO POR COLOMBIA
Por Hugo Castillo Mesino
El solo anuncio de la llegada del Papa a nuestro país se constituyó en un himno de esperanza por la anhelada paz espiritual y material de millones de colombianos sedientos de un encuentro por la vida, por la alegría, por el amor centrado en la persona humana. Las multitudes que se volcaron por las avenidas y los escenarios que sirvieron de tribuna para que el Papa Francisco con sus encíclicas y reflexiones llevara a espiritualizar a la feligresía que hizo suyos los múltiples mensajes e invitó a pensar en lo que somos, aceptando los retos desafiantes de los que luchan y, también, de quienes no renuncian a seguir soñando bajo la adversidad del tiempo. La presencia de su santidad fue un milagro y a la vez una ganancia a pesar de las circunstancias en que viven los compatriotas sin amanecer ni anochecer, mas no descansan en encontrar un sol que los irradie de amor y de bienestar. A veces nos queremos sacudir de la perpetuidad de las cadenas del poder que nos atan con el mismo color de nuestra sangre con una máscara de hipocresía como creyentes, ocupando las primeras filas en los templos y banquetes, teniendo los ojos turbados de engaños y miserias ante sus hermanos terrenales, ¿Qué tanto les puede doler a estos miserables, al hablarle el Papa Francisco del hambre, de la envidia y el abandono de los hijos de Dios?; siendo ellos los precursores de este flagelo, como hampones de la vida, quienes aplaudían en los actos litúrgicos cada palabra, cada gesto, cada sonrisa del Sumo Pontífice, con antifaz de humanos, ocultando su aristocracia y arrogancia burguesa, con los bolsillos del diablo tiznados e impregnados de robos y saqueos sistemáticos artificiosos propiciados a las arcas de la Nación, considerándose creyentes y católicos pintados de oportunismo hasta la visita del Papa.
Son tantas las expresiones que marca el Papa en sus estancias y viajes, donde hay un mundo que lo escucha, lo lee y lo observa cuando diserta. Prefiero hacer de esas frases o expresiones una contextualización sobre lo que dijo en mi país, lo cual NO compromete su espíritu religioso, filosófico y teológico; más bien, permite que deliberadamente uno exprese lo que piensa. Cuando el Papa Francisco nos dice: “No se dejen robar la alegría, no se dejen robar la esperanza”. La existencia y la objetividad de esa alegría y esperanza están vivas, sólo nos toca apropiarnos de ellas y multiplicarlas a quienes enceguecen los perturbadores que no permiten el disfrute de la ciudadanía y de la colombianidad que históricamente ha vivido secuestrada por los amantes fratricidas de la guerra y no desisten en seguir avivándola. “Dejen que el sufrimiento de sus hermanos los abofetee y los movilice”; esta reflexión enmarca un mandamiento interpretado como amar al prójimo como a ti mismo, que a la vez nos invita a no dejarnos provocar más por los enemigos de la paz. Recordemos: son momentos de unidad, de comprometer a nuestros corazones fervientes y sedientos de una nueva vida. Con la expresión “Los jóvenes coinciden en la música, en el arte…”, el llamado es a motivar a ese potencial humano dotado de energía, ideales y de sueños por realizar a que asuman la tarea en la conformación y creación de nuevos liderazgos que los proyecte a asumir la condición de nuevos gobernantes así que “Jóvenes, no le tengan miedo al futuro”. “Hay densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida”, esta oscuridad metafórica la hemos vivido por largo tiempo; es hora de empezar a borrar la desigualdad social que vive el país, mientras las elites en complicidad con los malos gobiernos siembran a cada momento las condiciones para que la gran mayoría no pueda salir de las cavernas del atraso y de la explotación.
Cuando el Papa francisco invita a reflexionar en sus predicas diciendo: “Basta con una persona buena para que haya esperanza”, es como si afirmáramos que con una molécula humana podemos construir un universo de hombres y mujeres comprometidos con el cambio. “El diablo entra por el bolsillo”, no es más que la asquerosidad de los perversos que se roban el pan de quienes no duermen soñando con hambre. “Ver sufrir a los niños hace mal al alma”, es romper con la naturaleza de la condición de haber nacido y truncar nuestro crecimiento espiritual y material, es olvidarnos de lo que ayer fuimos y negar de lo que somos hoy; en eso se parecen los malos gobernantes. “No nos quedemos en dar el primer paso, sino que sigamos caminando juntos para ir al encuentro del otro”, más bien caminemos juntos y aprendamos a construir el camino caminando. El otro existe independientemente que se le reconozca, tenemos que descubrirnos en nuestra identidad y en nuestros propósitos respetando las diferencias para avanzar y alcanzar nuestras metas. El Papa Francisco dejo huellas indelebles y es tarea de todos hacer perdurar sus mensajes y acabar con las cizañas.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 17 DE SEPTIEMBRE DE 2017
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