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LA POLÍTICA Y LOS INTELECTUALES

LA POLÍTICA Y LOS INTELECTUALES

Por Hugo Castillo Mesino

Al adentrarse en la filosofía política como expresión autentica de la filosofía nos permite valorar los méritos y defectos de los órdenes políticos con connotaciones como el liberal, el democrático y el fascista. Partimos del supuesto que los intelectuales reúnen condiciones fácticas de conocimientos y saberes para señalar en sus lecturas acuciosas de profundización cuales son los regímenes que logran favorecer a las mayorías poblacionales y cuales no a las minorías; al igual que calificar y sentar posición de los gobiernos que protegen los derechos de la ciudadanía y cuales los restringen; que Estados garantizan el bienestar social y cuales los perturban a través de estrategias malévolas. Lo expuesto es más que filosofía antes que ideología dado que el intelectual está en condiciones de argumentar y contraargumentar en favor o en contra de los órdenes sociales establecidos. El intelectual puede disertar conceptualmente sobre la libertad del individuo y, a la vez, inferir qué sucede cuando esta misma libertad es incontrolada; aquí se produce una afección a la democracia, atentando contra los valores sociales bajo el criterio que todo se vale convirtiéndola en una subasta. Y si esta democracia referenciada surge de los de abajo y no de los de arriba que son enemigos y cuentan con todos los privilegios que históricamente han expresado en contra de la libertad e igualdad.

Los intelectuales no desligan sus ideas políticas de los Gobiernos y de los Estados por contar en su formación con una concepción del mundo social. Para ello resaltamos lo que expresa Mario Bunge en su obra “Filosofía Política”: “Todas las ideologías son invenciones defendidas o criticadas por intelectuales; y todos los gobiernos han sido respaldados o minados por intelectuales, mediante el consentimiento silencioso antes que ruidoso, aunque a veces también mediante la inspiración de políticas malignas”. Basta con remitirnos al gran poeta alemán Chistoph Wieland: “Trasilo, con solo su intelecto, no lo hubiera conseguido, pero semejantes riquezas siempre encuentran pillos que por dinero prestarán sus cerebros, lo cual es tan bueno como tener cerebros propios”.

En nuestro país y en la ciudad, de cara a la política, la tarea del intelectual sea constructiva, critica, etc., puede llegar a suscitar conflictos morales y hasta la vida misma; ésta es muy reducida dado las condiciones de inseguridad y la falta de garantías profesionales. ¿Cómo hago para participar en la contienda política y que los sectores políticos enemigos del cambio social no atenten contra mi tranquilidad?, ¿Será como francotirador o tengo que ser miembro de un partido o recomendado de alguien, afectando mi ética?, ¿me corresponde someter mi independencia a la disciplina partidaria, no garantizando mi trabajo?, ¿es más rentable mantenerme al margen?, ¿traicionaría la confianza a mis conciudadanos? o ¿al final traicionaré a mi ciencia, ya que lo que mueve a la política son los intereses ante que el conocimiento o la moralidad? De todo hay en la viña del Señor y los intelectuales acorde con el “quehacer” participan como tecnólogos en nuestro país; es muy común observarlos ejerciendo cargos públicos olvidándose de la rentabilidad social; los intelectuales ideólogos cumplen un papel de fachada al tratar de mitigar los problemas sociales, pero no pueden eludir los dilemas morales y, por último, los intelectuales críticos son aquellos para con su profesión y en función de los conciudadanos. El intelectual se expresa claramente o lo hace oracular, o sea que no tiene nada que decir o no quiere que la gente del común lo entienda; suelen revestirse de doble personalidad. Norberto Bobbio, en su condición de prominente politólogo intelectual público sostenía que “los intelectuales tienen el deber de participar en las luchas políticas y sociales de su época y, a la vez, mantener su distancia critica”. Su lema era “independencia, pero no indiferencia”. El juramento Alético es buscar la verdad y difundirla. La traición a la voluntad de los intelectuales ha sido expuesta en más de una ocasión.


Ante estos momentos de crisis y desesperanza nacional donde institucionalizan medidas y políticas injustas hacia la ciudadanía, nos une el deber de hacerle reconocimiento a un grupo de intelectuales cuya labor esta antecedida de aportes y provocaciones académicas, científicas y políticas. Sabemos que sus posiciones como agentes de cambios tienen riesgos en las esferas en que se desempeñan, pero su convicción y sus aportes en las problemáticas sociales redundan en los colombianos. Hago una ruptura epistémica con derecho a equivocarme reconociendo a intelectuales que dan la cara por un nuevo país, como: Rodolfo Llinás Riascos, Julián de Zubiria Samper, William Ospina Buitrago, Antonio Caballero Holguín, Daniel Samper Ospina, Julio Cesar Gonzales “Matador”, Daniel Coronell Castañeda, Félix de Bedout Molina, Ariel Ávila Martínez; entre otros.  Ernesto Guevara “Che” dejó esta lección, la ciencia y la tecnología no son neutrales en ideología ni en su aplicación. Los intelectuales no son neutrales toman partidos y no pueden seguir siendo los inmortales reproduciendo a los clásicos fuera de contexto. 

PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

DOMINGO 9 DE SEPTIEMBRE DE 2018
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