Por Hugo Castillo Mesino
Después de haber transitado los caminos que nos
llevaron a la definición del panorama político nacional nos queda la tarea de
visionar el qué hacer en el escenario local, dado que en el próximo año 2019
corresponde la realización de las elecciones a corporaciones públicas de los
entes territoriales, destacándose las aspiraciones de los diferentes partidos,
movimientos y sectores a las gobernaciones, asambleas, alcaldías, concejos y
juntas administradoras locales. Lo cual se constituye en un verdadero desafío
frente a los múltiples problemas que aquejan a la ciudadanía y que siguen
atentando contra el bienestar social y económico de la misma.
Ante esta urdimbre política corresponde
repensar y despensar cómo abordar gestantemente el papel que deberían jugar los
movimientos y sectores que se reclaman alternativos y progresistas en esa
coyuntura venidera inevitable, donde hay que despojarse de intereses mezquinos
y egoístas de ser protagonistas particulares e inclusive de vampirismo
doctrinario por encima de las exigencias reales de la ciudadanía, desconociendo
olímpicamente el contexto en que esta se circunscribe. Es válido referenciar
cuál es en sí el problema político que no posibilita la comprensión de este
fenómeno y los niveles de coherencia para concertar unitariamente estrategias y
acciones que den un salto en la confrontación y superación de los poderes
tradicionales que en los últimos periodos han administrado la ciudad y el
departamento pignorándolos e hipotecándolos de tal forma que si bien ha habido
unos cambios en la imagen física y formal de la ciudad no se refleja en la
elevación del nivel de calidad de vida de la mayoría de su población,
cercenando que ésta tenga otras opciones de desarrollo con un contenido más
humanista y social, con un empoderamiento efectivo ciudadano antes que el
empoderamiento exclusivo y excluyente de una casta que se apropiado hasta del
espacio publico para su propio beneficio.
Es cierto que los cambios no se propician con
el sólo hecho de caracterizar el problema y sus manifestaciones sino, por el
contrario, tener la capacidad y la autoridad convocante para dilucidar y
proponer cuáles son las alternativas políticas de los movimientos y sectores
que tienen la voluntad de optar por nuevas estrategias y se planteen un nuevo
modelo de ciudad y el departamento sobre la base de un diagnóstico objetivo de
la dinámica real del desarrollo que se deviene en estos entes territoriales y
articulado inherentemente a un programa que responda a sus demandas y
necesidades, producto de la participación protagónica, esta sí, con capacidad
de decisión de la ciudadanía y que oriente como un faro la construcción de la
nueva ciudad y departamento que esta quiera, resaltando el imaginario colectivo.
Para ello, cada movimiento o sector desde ya
debería impulsar un proceso a su interior de análisis, reflexión y debate de la
coyuntura que permita evaluar sus fortalezas y debilidades particulares con
preclaridad y diagnosticar objetivamente y sin artilugios fantasiosos y
mitómanos las condiciones estructurales organizativas y políticas propias para
definir su nivel de participación y accionar en el marco de regentar los
destinos de la ciudad y el departamento. Determinar su capacidad real de
actuación independiente y de triunfo o, en su defecto, la necesidad imperiosa
de promover estrategias unitarias con otras fuerzas u organizaciones políticas
que conciten medianamente sus propósitos que garanticen las condiciones para
irrumpir exitosamente en el juego democrático por la disputa de la
administración pública de estos entes y alcanzar mayores niveles de
representación en los cuerpos colegiados. Esto puede posibilitarse cuando el
ejercicio de crear consensos se hace de cara a la ciudadanía, lo cual permite
una interacción que se expresa en la construcción del programa de gobierno,
óigase bien, del Acuerdo Unitario que más tarde será interpretado y defendido
por el candidato que reúna el perfil previamente consensuado. Esto implica que
la alternativa política no depende de la definición primaria de nombres de
candidatos sino, por el contrario, del tacto político que tengan los
movimientos y sectores para mantener la unidad e interpretar la correlación de
fuerzas en disputa por la administración pública y no para hacer una simple
ruptura guiada por el afán protagónico de ser candidato o seguir dejando la
trillada “constancia histórica” de que se participó sin vocación de poder.
Los resultados obtenidos hasta ahora son
satisfactorios en muchos aspectos, pero en otros no se ha podido respirar ese
oxígeno donde la ciudadanía reclama su espacio y suele decir que “ya basta” de
seguir haciendo el mismo ejercicio, incluso con los mismos protagonistas de los
últimos periodos electorales sin que hayan alcanzado una actuación
verdaderamente significativa y trascendente que los habilite para seguir
obstinadamente en la juerga negando la posibilidad de visionar otras opciones
representadas por protagonistas diferentes de otros movimientos y sectores que
podrían abrir caminos transitorios ante la hegemonía de la casta enquistada en
la administración de la ciudad. Está abierta la reflexión y el debate y al
orden del día la discusión experta.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 02 DE SEPTIEMBRE DE 2018
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