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¿CÓMO PROTOCOLIZAN LA VIDA?

                               ¿CÓMO PROTOCOLIZAN LA VIDA?



Por Hugo Castillo Mesino

A lo largo del universo humano irradian protocolos por doquier como consecuencia del asedio de la muerte ante la vida; es más, protocolizar se ha vuelto un denominador común mediado por el accionar arracional del manejo de la pandemia y el uso desorbitante de las redes sociales a través del panóptico, inicialmente planteado por Michel Foucault en su obra “Vigilar y castigar”, y que transpola el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en su libro “En el enjambre” como panóptico digital que controla y vigila a los habitantes del planeta donde ninguna confianza ni siquiera es necesaria como acto de fe, relegada y obsoleta. En la sociedad de la información se desacredita la fe como acto inherente a la voluntad y a la convicción que tiene el ser humano acorde con su concepción.


La confianza históricamente hizo posible las relaciones entre los hombres y no ha estado sometida a cálculos, estadísticas, algoritmos, ahora ingredientes del “big data” que, en términos generales, sistematiza el comportamiento del hombre a través del control que se ejerce desde el panóptico digital y que al final termina uniformando a los ciberusuarios, producto de la crisis actual por la pérdida del sistema social de confianza que pasa al control y a la transparencia de los medios de comunicación, cediéndole y entregándole sin ninguna mediación el control de las conexiones digitales a través de las Google Glass que disparan cada diez segundos, al son de las  teclas, ordenadores con sus clics y los clics como enlaces produciendo condicionamiento y control, NO como habitantes del planeta de una sociedad determinada sino como “Big Brother” donde cada uno se observa y se vigila el uno al otro. Ya no nos vigila el FBI como organismo secreto, sino Facebook, Google y similares, que trabajan como servicios secretos, quedando relegados los hackers al servicio de los gobiernos y las mafias.


Hoy, al sentarnos frente a la computadora o tomar el móvil, donde cada clic que hacemos queda almacenado y cada paso que damos puede rastrearse hacia atrás convirtiéndonos en “homus digital”, dejando huellas por todas partes. La protocolización total de la vida suplanta la confianza del ser humano por el control de la estructura panóptica, la cual, a raíz de la pandemia con la vacuna, ha creado cierta desconfianza por las hipótesis que plantean que las mismas contienen códigos genéticos para condicionar y limitar las conductas de los ciudadanos de la aldea global.


¿Cómo se explica que los residentes no puedan comunicase entre ellos? Dado que los muros obstaculizan la posibilidad de verse hasta el extremo de exponerse a la soledad; mientras los habitantes del panóptico digital crean una red y se comunican intensamente entre ellos, muchas veces sin conocer físicamente sus características personales; lo que hace posible el control total no es su aislamiento espacial, sino el enlace en red produciendo hipercomunicacion como línea de pensamiento que termina desconociendo y atropellando al otro; quienes creen vivir en libertad no perciben que ésta apenas es una ilusión.


Vivimos en la sociedad del control donde los ciberusuarios, consumidores de información fragmentada y muchas veces deformada, se comunican no por coacción externa, sino por necesidad interna, con prevalencia al miedo de renunciar a su esfera privada e íntima dando paso al exhibirse sin vergüenza al no distinguir la libertad y el control. Ahí es donde vigilancia y control son inherentes a la comunicación digital universal, lo que permite uniformar a los ciberusuarios proclives al pensamiento único, ante la negación consciente de profundizar por medios informáticos y la obtención física de libros con el propósito de asimilar conocimientos fundantes a través de mediaciones de saberes que posibilitan el pensar y el hacer como sinónimos de cambio social, político, educativo, económico, etc.


Es de conocimiento público que las empresas espían a sus empleados, los bancos examinan a sus potenciales clientes, manteniendo un colosal almacén de datos personales que alcanzan alrededor de 300 millones de ciudadanos como estudio de caso en los Estados Unidos que va más allá de los informes que puede suministrar el FBI. Evidenciando una vez más el mercado de vigilancia y control en el “Estado democrático” que se acerca peligrosamente al Estado de vigilancia digital.


Hoy circundan sobre nosotros fotógrafos con gafas de datos donde cada uno lleva consigo una cámara de vigilancia; es más, las gafas de datos transforman el ojo humano mismo en una cámara de vigilancia. Ante la pregunta: ¿Cómo protocolizan la vida quienes son amos de estructuras mediáticas panópticas digitales?, cabe la respuesta de seguir bregando ante los magnates, empresas y gobiernos que niegan al ser humano desde la bioética; desconociendo con ello los procesos volitivos y excentricidades, mutilando su esencia y atributos que van más allá de la morfología biológica que extinguen al ser en todas sus dimensiones, exhortándonos a repensar el valor por la vida.


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

MARTES 23 DE MARZO DE 2021
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