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EN BUSCA DE SENTIDO

                                  EN BUSCA DE SENTIDO



Por Hugo Castillo Mesino


Resulta complejo escribir sobre la vida de Viktor Frankl (Austria 1905-1997), doctor en medicina y filosofía de la Universidad de Viena, ostentado las cátedras de psiquiatría, neurología y logoterapia, autor del libro “El hombre en busca de sentido”; fue prisionero de guerra durante el régimen nazista bajo el número 119.104, internado en los campos de concentración y exterminio del complejo Auschwitz en los territorios polacos ocupados durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo se veía afectada la psicología del prisionero cada día en un campo de concentración cuando los Kapos, prisioneros especiales que servían en estos campos desempeñando posiciones administrativas más bajas, de apoyo a los guardianes, y gozando de la confianza de los agentes de las SS, podían pasar de verdugos a víctimas? 

 

Los más débiles eran los candidatos para las cámaras de gas y hornos crematorios; seguir vivo exigía la muerte de otro. A los guardas les interesaba más el número del prisionero en tatuaje o en la prenda de vestir; el tratamiento era inferior a la de un esclavo; hacinados en un barracón más de 1.500 personas sobre una capacidad máxima de 200; la muerte se señalaba a la izquierda donde estaban los hornos crematorios. Cuando se producía la muerte de un prisionero se peleaban los zapatos y los abrigos por el mal estado de los otros que no había cambiado desde que los hicieron prisioneros. Viktor Frankl, en medio de su soledad libertaria, le peticionó al guardia que le guardara sus manuscritos y éste esbozó una sonrisa, primero de compasión, luego burlona, insultante jerga de la lager mierda y los destruyó. “El hombre puede acostumbrarse a todo, pero no nos pregunte cómo se hace”, para Viktor si querías estar vivo, lo único que tienes que demostrar es tu capacidad de trabajo, hay cosas que pueden hacerte perder la razón, a no ser que no tenga ninguna razón que perder, la apatía en ese entonces producía muerte emocional.

 

La añoranza de estar con la familia, mientras los prisioneros permanecían en más de 300 barracones, agobiados por las enfermedades diarreicas sin mediar que las heces les cayeran a los que dormían en la parte de abajo, las toneladas de cabellos para elaborar textiles al rapar y desnudar con artificios a los prisioneros rumbo a las cámaras de gas, miles de relojes y prendas que luego ofrecían en el mercado con la ropa y otros utensilios de uso personal. Viktor nos dejó como enseñanza que el sufrimiento se puede expulsar con las lágrimas, retoma a Friedrich Nietzsche cuando dice: “Todo lo que no me destruye me hace más fuerte”. Luego, se reafirma planteando que el insulto produce más dolor que la crueldad física.

 

El prisionero de guerra No. 119.104 en su profunda reflexión permite que nos autotranspolemos al hacernos la pregunta por el sentido de la vida, la cual tiene la respuesta en aprender por nosotros mismos y enseñar a los hombres desesperados que en realidad no importa lo que esperamos de la vida, sino lo que la vida espera de nosotros. Un hombre no puede compararse con otro hombre, ni un destino con otro destino, cada situación es única e irrepetible y para cada una existe una única respuesta adecuada. Pensar que los prisioneros del holocausto habían perdido la capacidad de sentir alegría, eso se llama despersonalización, conjugado con un golpe fallido que hiere más que uno que haya dado en el blanco; así se llama la atención de un animal doméstico, lo que solía darse cuando los Kapos y guardias expresaban “los cerdos no tienen espíritu de compañerismo”, manifestando que hay que cavar la tierra con los dientes y morir como un animal al son del trabajo forzado y más que esclavizante de los prisioneros a puntapiés y a fuerza de gritos, silenciando las protestas de los cadáveres vivientes en manos del nazismo y sus genocidios con prácticas de canibalismo.

 

Viktor le encomendó a su amigo de calvario: “Dile a mi mujer, si la encuentras, que la he amado más que a nadie en el mundo”. Hay que seguir defendiendo la libertad interior cuando al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa, la libertad humana, la libre elección de la acción personal antes las circunstancias para elegir su propio camino. Viktor nos dice en su obra de referencia: “En el psicoanálisis, el paciente se tiende en un diván y cuenta cosas que no son agradables de decir. En la logoterapia, en cambio, el paciente permanece sentado y bien derecho, y tiene que oír cosas que no son agradables de escuchar, ésta se dirige al futuro”. Repensar en los valores y el sentido que el paciente quiere proyectar en el futuro; el sufrimiento vivirá con nosotros, la respuesta es la autoliberación interior en busca de sentido.


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

MARTES 12 DE OCTUBRE DE 2021
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