MANDAN CÁSCARAS
Al parecer, las fuentes de consulta personal y documental tienden a ser referentes comunes y de manejo público constante en los medios de comunicación. Máxime cuando se conocen argumentos y contraargumentos sobre las listas electorales abiertas, a mi juicio de un eclecticismo teórico, y las cerradas, de un eclecticismo tecnico, donde estas últimas han vaticinado un error estratégico y una posición antidemocrática, aunque a algunos esto le parezca una terquedad, sólo por estar encasillados en cierto populismo de izquierda; situación que automotivó plantearme este monólogo político que he denominado “Mandan cáscaras”. Además, este posibilita tener pocas diferencias, por no ver al otro, sino al espejo de mis verdades e incertidumbres.
Asumo, igual que silenciosos o potenciales abstencionistas que no comparten imposiciones y oportunismos, no ver con buenos ojos a los responsables históricos congresistas, candidatos y apostadores de este maremágnum político social y que ahora cuentan con cargos de privilegios en las campañas de los movimientos o partidos políticos “democráticos” y “progresistas”, también suelen denominarse “arrepentidos” o fungir como “salvadores” de la patria. Mandan cáscaras al no tener vergüenza y escrúpulos, mientras que los cargaladrillos le hacen culto a la personalidad.
Cuando se trata de definir por una opción política en la coyuntura actual, suele lanzarse miradas de arcoíris, dado que, en el país, igual en la región, los candidatos están codificados en las listas cerradas, mientras que en las listas abiertas hay algunos candidatos que no tienen madurez conceptual, sino que los caracteriza es el lenguaje agitacional, por debajo de la formación política que dignamente represente a la ciudadanía.
Leyendo y escuchando noticias sobre las listas al Congreso y a la Presidencia de la Republica referidas al juego electoral de los sectores “democráticos” y “progresistas”, se anuncian nombres y apellidos de candidatos y, a su vez, se comenta que algunos son apadrinados por parlamentarios de algunos partidos políticos tradicionales de marras, acreditados con grandes capitales y pólizas contractuales para el cumplimiento de cláusulas una vez que los elijan; a ello se suma que estos candidatos serían inamovibles, contando con el visto bueno de las dirigencias nacionales y regionales, dado que prima el criterio que “el fin justifica los medios”, en la prevalencia de sumar y sumar para llegar a la Casa de Nariño. Justificando que la democracia es un invento, los proclives opinan que solo hay que argumentar cuando se está en desventaja; además, arguyen que los griegos después se rectificaron, planteando que los sofismas son referentes de la democracia y, que lo que está al orden del día es la autocracia, consagrando un fin tecnico en esta coyuntura electoral, semejante absurdo: “si no te gusta, vete”, “eso te pasa por no comprender el momento político donde todo es válido".
Ahora, ¿qué pasa con las aspiraciones de los militantes, simpatizantes, de los partidos políticos y movimientos sociales o ciudadanos con liderazgos que han contribuido con su trabajo político, demostrando su compromiso con las comunidades y no pueden aspirar? ¿Será que terminan absorbidos por los candidatos recomendados, los acomodan en los equipos de campaña, hacen toldo aparte o forman una especie de sindicatos o terminan en sectores políticos diferentes, se quedan por “disciplina” o practican el abstencionismo? De todo hay en la viña del Señor, partiendo de que las prácticas políticas de quienes se hacen llamar dirigentes o asumen determinaciones sobre quienes van o no van en las listas o en qué posición se ubicarían, les importa una mierda, como si fuera subasta y solo escuchan a los candidatos “de bien”, con altos niveles de finanzas o aportes que contribuyan con los objetivos trazados en la campaña vía al Congreso y Presidencia de la República.
Aún, más, no importan las relaciones políticas o amistades construidas en la dinámica con afinidades y luego mandadas al carajo, lo trascendental en las listas y su ubicación es la lectura que haga el “Colegio Electoral” o el “bolígrafo de oro”; constituyéndose está práctica en una acción mercenaria y mercantil, objetada a los partidos tradicionales por atentar contra la ética y la moral pública y que, por tanto, es repudiada.
El voto programático es un imperativo categórico, lleva implícito el poder para legislar y gobernar con transparencia; pero ese poder contiene prácticas ejercidas en las campañas, la obtención del voto ciudadano, los principios que debe poseer el candidato a elegir, la lectura que haga la ciudadanía; es ahí donde está el miedo o el amor en la política, las certezas e incertidumbres, lo simple y lo complejo, la horizontalidad y la verticalidad, lo plural y lo singular; pero fundamentalmente el todo debe ser la democracia y no la actitud vetusta al gobernar y dirigir los procesos desde un ángulo personal, como la autocracia, donde el poder emana de uno mismo. Mandan cáscaras quienes pretenden gobernar como opción de transformación sociocultural y política, como si la ciudadanía fuera borrega. Repensar el voto sino cambia la práctica política. No hay fin noble por medios innobles.
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