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ADMINISTRAR LA PALABRA

                                        ADMINISTRAR LA PALABRA





Por Hugo Castillo Mesino


Leer y escribir demanda comprensión de madurez, teniendo diferentes interpretaciones según los contextos y acorde con las capacidades de la audiencia que puede enriquecer o conducir a la convergencia o divergencia frente al insumo temático; dado que éste es analizado desde la visión del comunicador como mediador social y desde el periodismo con sus géneros; lo que origina que, los argumentos planteados en una narrativa se puedan debatir con contraargumentos y originen  insultos, suban el tono, desarrollen contradicciones, refutaciones, como referentes centrales en el escenario académico, político, cultural y social, entre otros, donde la palabra es transversal y debe ser administrada en un mundo donde  prime la civilidad según las pautas de la discusión experta. 

 

Lo planteado nos exhorta a debatir independientemente de quién adversamos; debemos tener cuidado de hacerlo bien y no ciegamente como si fuéramos antropófagos de la razón; por ello, es trascendental jerarquizar los desacuerdos y darle una valoración asumiendo que administrar la palabra no significa en estar de acuerdo, sino también en estar en desacuerdo como esencia plural, cuando aspiramos a ser una sociedad democrática y no un remedo donde prima el pensamiento único, máxime en coyunturas electorales al pretender imponer terquedades por encima de todos;  muchas veces solemos hacerlo a través de insultos como la forma más baja de desacuerdo y probablemente también la más común sustentada en la argumentación de Nidia Callegari Melo en su libro "Géneros periodísticos de hoy. Este es el manual"; este comportamiento asumido por los brabucones le corresponde el calificativo de "estúpidos de oficios", obnubilados, que al expresarse no tienen peso sus “argumentos”, más bien ceguera mental, al demostrar que la falta de autoridad en el asunto debatido los conduce a cometer errores en línea reafirmando sus insultos cosificados.

 

Al escuchar o leer como se le aumenta el tono a un escrito o a una intervención suele preguntarse ¿es al autor o al escrito? Sabemos que el tono es muy difícil de juzgar cuando se trata de un tema determinado, podría ofenderse por un tono que a la audiencia le parece normal; no obstante, más bien es la posición que se asume cuando no se está de acuerdo con quien escribe o diserta, más bien le corresponde decir en qué párrafo o apartado del discurso está equivocado el autor, diga dónde y no se escude en el tono, lo demás es una animadversión consciente sobre el autor. 


La contradicción sigue siendo una etapa donde se obtienen respuestas a lo que se dijo, en lugar de cómo o por quién; pero, también es la forma más baja de respuesta a un argumento cuando muchos optan por esgrimir a diario temáticas trascendentales planteando estar opuestos con escasa o nula justificación, los hay de oficios en la academia y en los espacios políticos, es ahí donde se expresan y le responden al  tono y no al autor, cayendo en la gritería fanfarrona; la contradicción tiene cierto peso cuando los argumentos son fundantes y las demostraciones o pruebas son contundentes.

 

El contraargumento es otro elemento importante en el cómo administrar la palabra y este se expresa como una contradicción más que razonamiento y/o pruebas, sobre todo cuando se dirige directamente a la temática de la discusión original y puede ser convincente; pero, por desgracia, es común que los contraargumentos se dirijan a algo un poco diferente, muchas veces dos personas discutiendo apasionadamente sobre algo realmente discuten sobre dos cosas diferentes, podrían estar de acuerdo entre sí, pero están tan atrapados en su propia verborrea que no se dan cuenta, perdiendo el meollo de la cuestión.

 

A la esencia de cómo administrar la palabra se suma la refutación como la forma más convincente de desacuerdo, es la más rara porque requiere más trabajo, dado que la jerarquía de desacuerdos forma una especie de pirámide en el sentido de que cuanto más se asciende encuentras menos instancias. Para refutar a alguien debes encontrar un párrafo o una expresión con lo que estás en desacuerdo y plantear que es un error y luego explicar por qué se está equivocado, dado que la forma más poderosa de desacuerdo es refutar el punto central de alguien; al refutar algo verdaderamente uno tiene que comprometerse explícitamente a lo que conforma el punto central.

 

En las intervenciones o escritos suele acostumbrarse a hablar de la estocada final como si fuera una corrida taurina, como una forma de convencer. Para ello es determinante precisar y manejar el tema o tesis materia de desacuerdo en medio del debate o la discusión; al igual que el argumento principal debe estructurarse y darle peso al argumento e incluso al contraargumento, definiendo preguntas como estrategias para conducir por buen camino lo planteado y seguir repensando el cómo administrar la palabra escrita o hablada. Ojalá aprendamos a intuir que la razón y la verdad no necesita de los gritos, insultos y subidas de tonos. 


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

LUNES 11 DE OCTUBRE DE 2021
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