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LA CORRUPCIÓN, UN VIRUS NACIONAL

                    LA CORRUPCIÓN, UN VIRUS NACIONAL 

Por: Hugo Castillo Mesino
En la mañana cálida y fría de la ciudad y de otras ciudades del orbe se ven nuestros hermanos apostados sobre cartones y envueltos en harapos, otros implorando limosnas; al igual, los centros de salud se ven repletos de pacientes, carentes de suficientes equipos, especialistas y recursos para atender las demandas y necesidades públicas. Éste fenómeno social se da como una consecuencia de las políticas deformadas y perversas del Estado, que de paso azotan a mi país y a otros, como lo es el virus de la corrupción que engendra pobreza, miseria, hambre y desolación; esta responsabilidad se la endilgo a los partidos políticos que ostentan el poder, al Congreso de la Republica, a los Organismos de Control, desgobiernos históricos y de turno por falta de voluntad política, quienes no utilizan las herramientas que garanticen eficacia y eficiencia en el manejo de los recursos públicos y por la falta de programas o campañas de cultura ciudadana con la aplicación  de normas constitucionales.


Es trascendental traer a colación lo que nos dice el diputado italiano y ex alcalde de Palermo, Leoluca Orlando, en su conferencia sobre transparencia de paso por Bogotá: "No puede haber democracia sin luchar contra la corrupción, porque la corrupción no solamente es un delito, es un sistema de poder alternativo al sistema democrático de poder. Lo mismo pasa con los mafiosos, los mafiosos no solo son criminales, la mafia es un sistema de poder económico, es un sistema de poder político, un sistema de poder religioso, un sistema de poder financiero (...)". La actual corrupción destruye los sistemas democráticos, la economía y afecta sustancialmente el normal funcionamiento del Estado.

Lo expresado anteriormente lo podemos adecuar a las estadísticas referenciadas por los medios de comunicación a lo largo y ancho de nuestro territorio, las cuales expresamos a continuación: en el año 2011 se abrieron 1845 investigaciones por corrupción, el 90% en el orden local y departamental sobresaliendo los departamentos del Atlántico, Bolívar, Meta, Antioquia, Tolima, Caldas, Guajira, Norte de Santander, Vichada, Amazonas, Arauca, Cauca, Cundinamarca, Boyacá, Huila, Valle del Cauca y Sucre, entre otros; las ciudades con mayor record inmersas en la corrupción son: Barranquilla hoy a la fecha con más de 81 procesos a marzo del presente año, Villavicencio con 14, Cartagena con 11, Pereira con 4; llegándose a configurar los delitos de peculado o robo, prevaricato o resolución arbitraria en un asunto judicial, cohecho o soborno y contratos sin el cumplimiento de los requisitos legales, tipificados como delitos contra la administración pública.

La torta de la corrupción se agranda más en nuestro país cuando a septiembre del 2013 se establecen cálculos económicos que ascienden a más de 4 billones de pesos con 100 funcionarios implicados, entre ellas: Agro Ingreso Seguro, Transmilenio calle 26, Vía Bogotá-Girardot, los Nules, recursos parafiscales de la salud, recolección de basura de Bogotá (2011), Caprecom; definidos como los casos más relevantes de corrupción en Colombia con una afectación marcada a las entidades del Estado y a la ciudadanía. No es sorprendente encontrar investigaciones y publicaciones sobre evidencias de la dirigencia política y empresarial metidos en la corrupción, como: el robo de regalías; corrupción política: del soborno a la captura del Estado; Cerro Matoso: un negocio hecho por bobos y tramposos; la salud en Colombia: un agujero negro; goles y mafia; los Nules; etc. Esto nos demuestra una vez más que Colombia en cuanto a la corrupción está por encima del promedio mundial y de América Latina.
En el manejo de las políticas públicas se desarrollan modelos o paradigmas democráticos, autoritarios y perversos. Pienso que este último lo ha asimilado nuestra clase dirigente a la perfección, es más no existen funcionarios "mediocres", ellos hacen parte de un entramado de la perversidad institucional y de la corrupción como política rentable que responde a sus intereses particulares y no a la colectividad. Esta perversidad institucional pública y privada es el ingrediente principal de la corrupción y se caracteriza por una alta dosis de concentración en el ejecutivo, un clientelismo que desarrolla la "cultura del atajo" y del "todo vale", presenta una débil cultura de rendición de cuentas, escaso acceso a la información, incumple la normatividad vigente, es racional para delinquir, injusta y tramposa, recurrente, contextual, maneja la impunidad, establece un excesivo y minucioso control sobre el pensamiento y el lenguaje de los ciudadanos, las actuaciones de los gobiernos se hacen invisible ante la crítica, cohabita el sector público y privado en los negociados y licitaciones de la contratación; estos son los rasgos más importantes. Así lo expresa Miquel Ángel Santos Guerra en su libro "Entre bastidores", retomando a Etkin,J.R. en "La doble moral de las organizaciones", cuando afirma: "Nosotros estudiamos la perversidad no como un sentimiento individual, como una enfermedad o virus aislable, sino como un componente de las relaciones sociales". Ante lo expresado creo y confieso que es una necesidad inaplazable denunciar ante la Contraloría como organismo de control y financiero las situaciones de malos manejos, ante la Procuraduría los casos administrativos y disciplinarios, y en la Fiscalía los delitos en general.

La complejidad de este ejercicio provocador y monstruoso como la corrupción nos permite adentrarnos en el enfoque filosófico que nos hizo Aristóteles al decir: "Tal el corrupto que creyéndose un dios es en realidad una bestia", y añade Seneca: "No en tener un poco sino en tener cada vez más". Ciudadanas y ciudadanos, todo lo que nos echa a perder como personas y como país es corrupción. Sólo hay una manera de ser bueno y muchas de ser malo, eso aprendí de los filósofos. Y pensar como afirma Guillermo Carvajal en su libro "Cómo formar un demócrata sin corromperlo":  "cuando permitimos la perversión, de manera activa o pasiva estamos educando en corrupción”. Muchos funcionarios que están incursos en delitos, hacen parte del Congreso, del Estado y tienen aspiraciones a ser alcaldes, gobernadores, concejales y diputados con el concurso de mermeladas de todo tipo.


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 12 DE OCTUBRE DE 2014


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