Por Hugo Castillo Mesino
Hablar de los griegos y los egipcios es un riesgo histórico, sobre todo por su cultura milenaria. Si leemos “El Kybalion”, nos habla, hace 7.000 años, que para ellos frío es lo mismo que calor, sólo que cambia la intensidad que se expresa en la temperatura; al ver la noche, es el día, lo que cambia es la posición de la tierra frente al sol; el todo es mente; arriba es abajo; todo tiene dos polos; toda causa tiene su efecto. Ahora bien, algunos siquiatras afirman que la alegría es la misma tristeza, lo que varía es el estado emocional del ser; lo que podemos afirmar es que se cumple un proceso dialéctico que revela que todas las cosas tienen su contrario, lo que denominamos en el lenguaje filosófico la unidad y lucha de los contrarios.
Cuando leemos a Edgar Morín interpretamos a los siete saberes necesarios, buscamos y alertamos al hombre insertado en la educación, definiendo que la educación permanece ciega ante el conocimiento humano, por sus disposiciones, imperfecciones, dificultades, por sus tendencias al error y a la ilusión; hay que valorarlos, entonces nos preguntamos: ¿En las instituciones educativas de cualquier nivel qué posición ocupan el error y la ilusión y cuál es su valoración?, ¿Admitimos al error como el concepto equivocado, o juicio falso, acción desacertada o equivocada? Debemos hacer de estos referentes error e ilusión un punto de partida para los que los educandos asimilen el conocimiento y lean la importancia que estos tienen en el desarrollo de la ciencia. A veces los educandos tienen una imagen por representación de su verdadera realidad y por carecer ésta de objetividad en el análisis, mutilamos sus ideas, de esta forma negamos la relevancia de otro elemento en el proceso de enseñanza y aprendizaje como lo es la ilusión.
En la misma dirección orientamos algunos núcleos temáticos y cuando a los educandos les corresponde disertar sobre el sistema de conocimientos lo hacen en forma de parcelas, negando así el todo y sus partes, desconociendo la realidad global para los problemas globales, donde se inscriben los conocimientos locales, parciales y totales. Por eso está al orden del día que los docentes tengan un manejo universal, al igual que los educandos, del todo o sea de los saberes por asimilar y que éstos guarden una relación con el contexto y que sean pertinentes.
De veras que existen cosas que preocupan más, tanto a la persona como a los humanos y ésta es la condición humana en la educación. ¿Nos compadecemos o nos solidarizamos por la desgracia de la humanidad porque somos humanos en el acto educativo? ¿Somos humanos o no somos humanos? Humano es el trato, la sonrisa, la mirada, el saludo, la forma de abordar el conocimiento, pero también lo es nuestra condición antropoética y sociocultural con el mundo local, nacional o universal; al estilo de lo que Humberto Maturana en su libro "El Sentido de lo Humano", nos manifiesta que “el lenguajear de hecho ocurre en la vida cotidiana, entrelazado con el emocional” y lo que pase en este entrelazamiento lo llama “conversar”, de esto se trata, de conversar y así somos humanos. A manera de conclusión, los seres humanos siempre estamos en comunicación; observémonos cuando actuamos dialógicamente con los educandos y así podemos hacer uso de enseñanzas en la relación dialógica, de esta forma aspiramos a que enseñemos la condición humana como otro saber necesario.
Lo que rara vez hacemos es vivir y predecir los saberes de las disciplinas y/o asignaturas, en este caso el de las ciencias sociales u otras y jugar a la regresión histórica, al salto histórico y secuenciar todas las etapas y fases históricas de la humanidad, llevándolas al plano terrenal, preguntándonos: ¿Cómo ha sido el planeta? ¿Cuántas veces se ha dividido la tierra políticamente? ¿Quiénes han tomado mayor territorio de estas divisiones? ¿A quiénes favorecen las guerras y por qué persisten? ¿Surgen necesidades para que éstas se realicen? ¿A qué obedece este comportamiento histórico de las naciones, pueblos y del hombre mismo? Producto de estos interrogantes nos permite ubicarnos cómo podríamos enseñar la identidad terrenal acorde con la historia de la era planetaria y de esta forma confrontar los problemas de vida o muerte que ha atravesado el país y la humanidad.
Al disertar sobre los saberes me asalta la duda sobre el tipo de orientación que debe darle el lector a las objeciones y valoraciones de los mismos; por ende, la duda me invita a continuar dudando. Hago trazados mentales, represento conceptos, teorías y argumento sobre el riesgo que se nos presenta cuando escribimos, por lo que concluyo que sólo la incertidumbre, a través de archipiélagos de certezas nos permite enseñar principios para afrontar y confrontar lo imaginado, lo incierto, la misma duda, ya que de esta forma podemos transitar por toda la ciencia, esto también es válido para ejercitarlo en el aula de clases y en los espacios sociales.
Lo maravilloso de este ejercicio es partir de lo cotidiano, de las incertidumbres que se nos presentan a diario, de las confusiones por las que pasamos, las cuales debemos aprovechar y orientar respectivamente; es así para que todos escuchen: ¡Viva la incertidumbre!
Por ahí es la cosa ¿Cómo demostramos que comprendemos? Son múltiples las formas en que podemos expresarnos. Sabemos que lo familiar es lo más extraño, a pesar de nuestra permanencia, continuidad y relaciones diarias entre humanos; tanto cercanos como extraños caminamos en la incomprensión. Ahora nos corresponde diagnosticar y autodiagnosticarnos, haciéndolo extensivo al medio familiar, a los contextos sociales y a los espacios en que nos movemos, de esta forma podemos estudiar y aportar directrices para salirle adelante a la incomprensión y así conocer sus causas y efectos. Si inferimos de dónde nace la incomprensión, podemos combatir su barbarie y situarnos en la posmodernidad y estaremos seguros que le ganaremos la batalla a la incomprensión.
El ser humano es ético, pero esto no se puede enseñar; es un problema de conciencia, democracia, humanidad, comunidad planetaria de nuestra tierra patria que nos permite ejercer la ciudadanía terrenal. ¡Viva el calor cultural!.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 02 DE NOVIEMBRE DE 2014
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