A setenta y dos (72) días del cierre de
inscripción de cédulas (agosto 25) y a ciento tres (103) del cierre del censo
electoral (septiembre 25) Barranquilla está ad portas de alcanzar y/o superar
el millón un (1’000.001) ciudadanos que conformarán el potencial electoral para
las elecciones del próximo 25 de octubre. Para alcanzar la mencionada cifra
solamente le faltan 4.038 personas. Meta que, como se dice vulgar o
popularmente, está a tiro de escopeta.
Alcanzar o superar esa cifra implicaría
cambios sustanciales en la financiación de las campañas a alcaldía, dado que
los topes establecidos por el CNE al pasar a un rango mayor de votantes se
incrementan inusitadamente. Estos topes estrambóticos, se convierten en una
vulgaridad para una ciudad donde el 29% de su población, es decir, casi una
tercera parte, pasa física hambre. [“Aquí no sabemos cuándo se va a comer”, elheraldo.co].
En efecto, el CNE estableció a través de
la resolución 0127 de 2015, corregida por la resolución 0332 del mismo año, los
“límites” al monto de gastos que pueden invertir cada una de las campañas de
los candidatos a las alcaldías municipales y distritales para las elecciones
que se realicen durante el año 2015, así: “los distritos y municipios con censo
electoral entre un millón uno (1’000.001) y cinco millones (5’000.000) de
ciudadanos la suma de cinco
mil quinientos treinta y tres millones seiscientos setenta mil ochocientos
sesenta y cuatro pesos moneda corriente ($5.533’670.864)”.
Óigase bien, cinco mil quinientos treinta y tres millones de pesos. Qué suma
tan extravagante para una campaña a la alcaldía. ¿En qué se gastará un
candidato a la alcaldía de Barranquilla esos cinco mil quinientos treinta y
tres millones de pesos? Algunos no solo se los gastarán, sino que sobrepasarán,
el tope establecido.
Pero el problema no es gastárselos, sino
cómo recuperarlos. Porque en esta ciudad donde los vientos huracanados
del libre cambio, es decir, del neoliberalismo, soplan fuertemente, nadie
invierte un “huevo para sacar un huevo”. Entonces uno, por más vuelta que le dé
al asunto, llega a la conclusión que las cuentas no dan, no encajan, no
cuadran. Que no hay forma de recuperar ese dinero invertido si se atiene a que
el próximo alcalde de Barranquilla se gaste esa cantidad de dinero en la
campaña y pueda retornarle con la sumatoria de su salario, bonificación y
reposición de votos. ¡Qué dicho sea de paso deberían ser las únicas fuentes
para el retorno de los gastos de campaña!
Las cuentas son sencillas. La actual
mandataria distrital, si el Concejo se lo aprobó, debe ganar doce millones,
ochocientos treinta y un mil, ciento treinta y nueve pesos ($12’831.139). Y supongamos
que la economía se comporte bien, así la gente se esté muriendo de hambre y la
informalidad supere el 60% y siendo generoso con quien decidió “sacrificarse”
para administrar la ciudad, incrementémosle el salario al alcalde 5, 6, 7 y 8%,
durante el primer, segundo, tercer y cuarto año de gobierno y se obtendrá que
en el cuatrienio recibirá setecientos catorce millones, cuatrocientos cincuenta
y dos mil, doscientos noventa y dos pesos ($714’452.292). Por bonificación le
ingresarán a sus arcas doscientos treinta y ocho millones, ciento cincuenta
mil, setecientos cuatro pesos ($238’150.704). Y supongamos que “tiene” una gran
acogida dentro de los electores y depositan a su favor doscientos treinta y
cinco mil (235.000) tarjetones crucificándoles su rostro [Elsa sacó 227.349
votos], lo que le daría por reposición [Valor $1.815 voto] de votos la suma de
cuatrocientos veintiséis millones, quinientos veinticinco mil pesos
($426’525.000).
Si sumamos todos esos ítems, al alcalde
que se posesione el primero de enero de 2016, le ingresarían en los cuatro años
a su cuenta corriente o de ahorro, si logra terminar su período, mil
trescientos setenta y nueve millones, ciento veintisiete mil, novecientos
noventa y seis pesos ($1.379’127.996).
Si a cinco mil quinientos treinta y tres
millones. seiscientos setenta mil, ochocientos sesenta y cuatro pesos
($5.533’670.864) le restamos mil trescientos setenta y nueve millones, ciento
veintisiete mil novecientos noventa y seis pesos ($1.379’127.996), el resultado
es cuatro mil ciento cincuenta y cuatro millones, quinientos cuarenta y dos
mil, ochocientos sesenta y ocho pesos ($4.154’542.868). El descuadre es de más
de cuatro mil millones de pesos. ¿Quién, en el actual sistema económico, ávido
de ganancias, invierte cinco mil millones de pesos para obtener mil millones?
¿Quién es ese altruista? ¿Será que resucitó entre nosotros la madre Teresa de
Calcuta? ¿Quién se da el “lujo” de perder semejante cantidad de plata? ¿Cómo
hará el alcalde para recuperar dicha cantidad? ¿Con sobrecostos en las obras?
¿Exigiendo el dulce 10, 15 o 20% en los contratos? ¿Será que tendrá que
entregar contratos los sábados, domingos, lunes o martes de carnaval? ¿Tendrá
que arborizar la ciudad con palmeras a un millón de pesos? ¿En qué mundo viven los
magistrados del CNE al establecer esos montos? ¿No contribuyen a la degradación
de la política con estas decisiones?
Con estos montos es fácil comprender por
qué están ofreciendo por el voto hasta doscientos mil pesos [$200.000], por qué
las filas de las inscripciones de cédulas están creciendo y por qué muchos
alcaldes saquean los recursos públicos. Por, nada más y nada menos, que por la
gran cantidad de dinero que circula en el “mercado” electoral y porque “hay
candidatos tan pobres de mentes que su único argumento es comprar, o vender,
conciencia”.
Posdata: Lo que un candidato se puede gastar en
una campaña no debería superar el 75% de lo que recibirá por salario y
bonificación en sus cuatro años de gobierno.
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