Los seres humanos tenemos la libertad de ser lo que en sí
somos. Cuando pretendemos ser lo que no somos, lo que se reviste en nuestra
esencia es algo que no nos pertenece, entonces se sobrepone a nuestros
ojos una máscara con la que se disimula lo que realmente somos; esto es
producto de la incompetencia, de quien tal vez fuera competente y, que al
querer dimensionar sus aspiraciones y demostrar su poder y emporio político,
termina desgastado con miles de perturbaciones, dado que su desfachatez
política ha llegado a establecer provocaciones, ambientando vientos huracanados
con olor a guerra, alimentado por la ultraderecha con todas sus vertientes y
andamiaje, en medio del aire de paz anhelado por grandes sectores de la
población colombiana proclives a apoyar los diálogos que se desarrollan en
La Habana, Cuba, y refrendar los acuerdos y darle sostenibilidad al
posconflicto. Este atributo negativo de quien fue Presidente y es
Senador, pero a la vez se siente Presidente aún, personaje histórico con una
máscara ungida de sociópata y de alzhéimer político, pretende seguir
conduciendo a un país transitado por más de cinco décadas bajo sello
de guerra con sus acciones y manifestaciones públicas, tal vez emulando
el título de la obra de Patricia Lara “Siembra vientos y recogerás
tempestades”; en él se refleja también la “Metamorfosis” de Kafka,
papel protagónico que interpreta a las mil maravillas al fingirle a
la población, un día vestido de “demócrata” y al otro día vestido de tirano,
acolitado por los grandes medios de comunicación que lo consideran la
vedette al tenerlo por lo general como primicia noticiosa, llenando
páginas y destacando titulares con sus trinos en twitter, haciéndole apología a
la guerra, con ello sigue embaucando a un sector de la población que actúa con
ceguera en condición de borregos, volviéndose fatigoso y provocador; además, no
descansa en prender la hoguera en tiempos de reconciliación y de diálogos con
su orquesta demoníaca, acompañados al unísono replicando su melodía:
“no a la paz”, “sí a la rebelión pacífica”.
Pensar que la actividad proselitista que desarrolló el
personaje de marras, pretendió demostrar el 2 de abril ser quién sabe que no
es, no sabiendo que al tratar de encajar en algún molde idealista fascista de
perfección a sus seguidores es hacerle un juego de tontos. Es mucho más sabio
ser tú mismo que andar pregonando con defectos. A todo, Senador, quítese la
máscara y no pida disculpa por ser quien realmente es; recuerde, que el arte
afirma, la imperfección es belleza, la locura es genio. Es mejor, Senador, ser
ridículamente uno que ridículamente otro, con máscara, aburrido, tratando de
ser igual a los demás, cuando se fue indiferente durante ocho años.
Es cierto que el 2 de abril, día en que se realizó la
protesta de los insubordinados centristas de derecha, se planteó que
esta “insurrección” le hacía un llamado a quienes aman a su país y están
en contra del gobierno de Juan Manuel Santos. Parece ser que tuviéramos un país
descerebrado, cuando al hoy Senador se le ha demostrado con su gabinete ser
como una ola de corrupción que ha bañado a todo el país y que sus agentes
aparecen como “exiliados corruptos”, mientras que en las cárceles tienen a sus
“personajes” denominándolos “perseguidos” o “presos políticos”. Por todos
los ámbitos hay corrupción en este espectáculo bochornoso de quienes se
reclaman redentores, partidarios en buen retiro que han sido sustituidos por
familiares en las corporaciones públicas y se autodefinen como coadyuvantes de
la “justicia” para salvar a la Nación; es más, el Senador aumentó la edad
para la pensión, incrementó el IVA, privatizó la salud y varias empresas
estatales, reprimió la actividad sindical y los movimientos sociales, enmascaró
los “falsos positivos”, hacheó personalidades, congresistas y funcionarios del
poder judicial, caracterizó a la oposición como aliada de la subversión y del
“castrochavismo”, como síndrome de sus alucinaciones políticas. Senador, usted
desprofesionalizó la carrera docente, fue negligente en el diferendo
colombo-nicaragüense, violó y violentó nuestra soberanía con la instalación de
bases militares estadounidenses, dio ruptura a las relaciones de gobierno
con países hermanos; su vigilancia personal es pagada con el dinero de los
colombianos.
Si algo hemos aprendido como sociedad en las últimas décadas
es que la vida está cambiando cada vez más rápido con cada día que pasa. Peter
Senge, el famoso escritor de “La quinta disciplina”, nos habla sobre los
modelos mentales que tienden a liberarnos y a ser más productivo, contrario al
trabajo alienante que hace el Senador a sus seguidores aplicando el “efecto
isla”: preocúpate por las tareas que te ponen, “efecto rebote”: dar culpa a los
errores de los demás, “efecto miope”: no tener en cuenta fracasos y
consecuencias, “efecto máscara”: responder con agresividad, “efecto
sabelotodo”: el equipo central predomina, “efecto castigo”: cuando se comete un
error se busca al culpable, “efecto parásito”: someter autocráticamente
a los demás, y “efecto ranita”: cuando se pierde la capacidad de escuchar con
sutileza. Hay tiempo de despertar cuando no somos ciegos, sordos, ni mudos.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 3 DE ABRIL 2016
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