LOS RETOS EDUCATIVOS
Por Hugo Castillo Mesino
Son muchas las variables que nos corresponde analizar para afrontar los retos que demanda la educación y para ello es trascendental el papel que deben cumplir los educandos como ejes en el proceso del aprendizaje. Lo que nos permite señalar que una institución educativa donde no se aprenda no tiene sentido, por consiguiente se hace necesario que tanto los procesos internos como los externos giren alrededor de ese eje fundamental que señalamos inicialmente y que es el centro del currículo. Mejorar los niveles de calidad del aprender y obviamente el de enseñar es apropiarnos del conocimiento fundante de la cultura escolar; este debe ser uno de nuestros retos. Al igual que el dispositivo de la gestión administrativa y de su cambio institucional es comprender el rol del educando, la organización curricular y su aplicación, como también la convivencia escolar.
El aprendizaje de los educandos lo debemos concebir como una acción o proceso desarrollado básicamente por ellos, lo cual amerita nuestra atención como profesionales de la docencia y de la administración que interactúa y contribuye con el proceso pedagógico, exhortándonos a estimular y desarrollar la personalidad de los educandos en esta obra donde debemos afrontar conjuntamente preocupaciones que van encaminadas a la formulación de interrogantes tales como: ¿Qué tipo de aprendizaje hemos detectado en los educandos?, ¿Qué pasa con el cerebro de nuestros educandos cuando aprenden y desaprenden?, ¿Cuál es la disposición que tienen para aprender y desaprender?, ¿Qué procesos emocionales, cognitivos y sicosociales pueden estar enfrentando su aprendizaje?, ¿Qué tipo de inteligencia observamos en los educandos?, ¿Qué función social representan los educandos en nuestras instituciones?, ¿Existe ciudadanía escolar?, ¿Tienen los educandos formados los sentidos que les hagan entender que es necesario querer y creer en el otro y además sentirse parte del problema y parte de la solución?
Ahora, para que esto ocurra es fundamental que en nuestra condición de profesionales de la educación organicemos y apliquemos un currículo pertinente, el cual debe ser enseñado a la institución con su equipo de profesionales conjuntamente con la comunidad educativa para que contribuyan de manera significativa en el proceso de formación escolar con autoridad, poder y democracia. En las instituciones educativas es y sigue siendo uno de sus problemas la pedagogía y más exactamente la didáctica, es lo curricular. Porque ello lleva implícito la concepción de hombre, sociedad y fundamentalmente cultura. El problema es entonces la diversidad en el enfoque, pero finalmente lo debemos mirar más bien como una oportunidad. No olvidemos que algunos investigadores como Abraham Magendzo han definido el currículo como: “La cultura que una sociedad o grupo social decide seleccionar para la educación y para tal fin ordena y organiza los conocimientos seleccionados”; sin descuidar que la pertenencia académica y la pertenencia social constituyen otro problema, tal como lo señala Gabriela Fairstein y es el “cómo se enseña”.
Otro de los retos que debemos afrontar es cómo profundizamos el conocimiento de la propia cultura o abrimos las puertas a otros mundos culturales y darnos la tarea de buscar respuestas a algunos interrogantes, entre ellos: ¿Fijamos unas mismas metas para todos o ajustamos las metas a las capacidades y conocimientos previos a cada uno?, ¿Establecemos un currículo único o diversificado según intereses o necesidades?, ¿Enseñamos conocimientos científicos y técnicos o educamos para la vida?, ¿Enseñamos la totalidad en forma superficial o una parte en profundidad?, ¿Enseñamos lo que necesitan hoy o lo que necesitan en el futuro?, ¿Qué nos hace falta para saber diseñar un currículo: conocimiento o experiencia?
Otro de los procesos a relacionar es el convivencial, situación que nos invita a que concurramos educandos, educadores, directivos docentes, empleados, padres de familia a crear un clima institucional enseñando los unos a los otros nuestra forma de percibir el mundo, nuestra forma de actuar, la manera de relacionarnos con nuestros semejantes, con nuestro entorno y con nuestros valores y actitudes. En este estilo de relación transmitimos los mensajes que repercutirán indiscutiblemente en el aprendizaje y en la convivencia, dado que existe una red de sentimientos y afectos que alimenta la vida y el convivir.
Por tanto, la dirección de una organización educativa supone para superar esos retos educativos acogerse a una serie de funciones y procedimientos que debe desarrollar en su gesta administrativa. Una primera función sería la de convertirse en un directivo productor de resultados finales y de producción colectiva. La segunda es la de un directivo con niveles altos de organización, eficiencia, donde se alcancen las metas con un gran impacto positivo. La tercera es la de un emprendedor generador de ambientes de cambio donde se observen las acciones, los nuevos retos y el estímulo a la novedad. La cuarta es la de un directivo integrador caracterizado por la formación de equipos, la continuidad en la organización, facilitador de los consensos, creer en las personas y las relaciones interpersonales. Por último, a un buen gestor lo acompaña un buen lema: “A la dialéctica no le interesa lo que parece estable, pero que comienza ya a morir, sino aquello que parece poco estable pero nace y se desarrolla”.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 10 DE Julio 2016
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