Ojeando versos y poemas que ahondaran el sentir de los poetas que husmean y sueñan con la paz, no dejó de ser un camino pedregoso; pero, al final, trazó muchos horizontes. De todo ello encontré que algunos anhelan que vuelva el amor que partió y dejó su corazón escindido, otros no resisten ver a quien amaron y todo se acabó. Ahora, cuando sentía el cansancio de mis ojos observé la luz en las letras del poeta Lupercio Mundim que, a mi juicio, embebe y recoge el momento que vivimos los colombianos y que desde luego nos sirve como reflexión con su poema “Que se callen los cañones” del cual retomo: “Que dispensen los soldados, porque las batallas son ilusiones que sólo producen derrotados. Que la paz siempre predomine sobre la guerra y la violencia, que el hombre nunca olvide donde lleva su impertinencia. Que los niños puedan jugar con sus alegrías en sintonía, que los adultos puedan brindar a un futuro pleno de armonía. Que las armas sean destruidas porque sólo causan muerte y sufrimiento, que nuevas alianzas sean tejidas porque de la extinción no hay arrepentimiento”
Es cierto que estamos poseídos por una cultura de la violencia, heredada por los verdaderos dueños del país y sus esbirros que estigmatiza y conduce a liarnos por las mínimas diferencias englobadas en nuestro accionar cotidiano; más aún en el contexto histórico político actual como es el Plebiscito a realizarse el 2 de octubre del presente año. Preocupado por este tópico como la Paz y la convivencia armoniosa que debemos develar ahora y siempre, es bueno dosificar nuestro comportamiento entre nuestros congéneres, propiciando en conciencia poseer una alta dosis de tolerancia cuando abordemos, discutamos, converjamos, diverjamos y concluyamos a sentar nuestra posición los partidarios del SI o del No.
Los tiempos de David y Goliat, de criollos y peninsulares, de chulavitas y cachiporros, liberales y conservadores, de Quintín Lame, de las Autodefensas Obreras, del M-19, del EPL, del PRT, han sido superados en un ambiente de comprensión, madurez y civilidad política; entonces porque no fijarnos en la voluntad política que viene demostrando las FARC y el Gobierno y que esta se condensa en los Acuerdos de La Habana-Cuba, los cuales deben leerse para su refrendación o no por parte de los colombianos. Lo que no está bien es que sigamos fomentando la cultura de los improperios, sindicaciones, calumnias cuando diferenciamos por circunstancias políticas y atiborramos la amistad, la condición familiar, compañerismo laboral, e inclusive hasta las relaciones de pareja y de noviazgo, etc; esa actitud es inadmisible si lo que pretendemos es demostrar que en nuestra querida patria actuamos y sufragamos en democracia, de lo contrario caeríamos y contribuiríamos a despersonificar y a la pérdida de identidad. Por tanto la apuesta en común sobre el Plebiscito a realizarse el 2 de octubre, sea cual fuese su resultado debe dejarnos una enseñanza de madurez y convicción por nuestros principios e independiente de la opción que defendamos y asumamos, sin revanchismo y tremendunas, donde se respete la voluntad soberana del pueblo y luego no se tilden los resultados de falta de garantías y de fraude electoral.
Al discernir sobre este escenario que busca cerrar los 52 años de odio, desidia, abandono y muerte que hemos padecido los colombianos, unos directa y otros indirectamente, por el conflicto armado y por otros actores ¿por qué más bien no apostamos a dejar de matarnos y tratémonos como hermanos? Donde aprendamos a respetarnos con sensibilidad como humanos, no importando el color, la raza o religión tal como está preceptuado en la Constitución, lo cual posibilita pacificar con celeridad a esta Nación sedienta de paz. Una vez escrutadas las urnas del Plebiscito en los 1.102 municipios y arrojados los resultados manifiestos por el Consejo Nacional Electoral no debe sorprendernos el hecho que se abra un nuevo mapa político en el país acompañado con acciones populares constitucionales, impugnaciones ante la Corte Internacional, Corte Interamericana de Derechos Humanos, Resistencia Civil. Estas variables que se derivan de la dinámica política y del concurso de intereses de la misma, permiten hacernos estos interrogantes y poner a prueba lo siguiente: ¿Impulso de la Constituyente?, ¿Reformar la Constitución vía Congreso?, ¿Dejación de armas o retorno?, ¿Ruptura de la Unidad Nacional? ¿Unidad de la Izquierda o triunfalismo? ¿Reacomodo de Sectores y Partidos Políticos? ¿Alianzas y unificación de listas al Congreso? ¿Estrategias hacia el Palacio de Nariño? ¿Crisis de la Crisis a los del SI o a los del NO?
Ante la situación dilemática que se expresa en la coyuntura política, es válido que reflexionemos sobre el adagio que nos enseña que: “Los hombres pesimistas hacen de la posibilidad la fatalidad, mientras que los hombres optimistas hacemos de la fatalidad la posibilidad”; queremos pintar a Colombia de mariposas amarillas, de las que nos habló García Márquez en “Cien años de soledad” y acordarmos de Aureliano Buendía quien promovió 32 guerras y no logró ganar ninguna, por eso debió negociar la paz. Paremos la guerra.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 25 DE SEPTIEMBRE 2016
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