LIBERARSE DE SI MISMO
Por Hugo Castillo Mesino
Solemos danzar en la vida con poca inversión en nosotros mismos, tal vez turbados en el infinito del tiempo. La rigidez de la ciencia y la tecnología nos cierra el margen para que empecemos a preguntar y a responder por nuestra realidad como seres antro-culturales, poseídos de manifestaciones endógenas y exógenas que poco le interesan a los mortales defensores de estereotipos que cercenan la subjetividad y la espiritualidad del hombre, solo por no corresponder a sus softwares de mercado y no estar articulado a los códigos consumistas; lo que nos quita la posibilidad de auto descubrirnos y mostrar nuestra condición de seres sensibles utópicos, inimaginables, apetecibles para los tecnócratas que domestican y niegan la probabilidad de expresar nuestra naturaleza y esencia de lo que en sí somos y somos para los demás. Coherente con lo que nos plantea Ricardo Santamaría en su obra “Un camino hacia la libertad interior”: “Lo que experimenté fue un momento de profunda inspiración, un momento al que todos tenemos acceso: el encuentro con nosotros mismos, lo que somos verdaderamente más allá de nuestro nombre, nuestras posesiones y lo que hacemos”; lo cierto es que cada día se corta la tendencia a seguir expresándonos y llamar las cosas por su nombre. Esta situación es aprovechada por los funcionalistas que apuntan a la utilidad, insertados en estándares de su forma de pensar, mutilando de esta forma el derecho que tenemos a revelar quiénes somos y para dónde vamos y así poder romper las cadenas empotradas que no permiten el accionar de las neuronas para poner a volar los espíritus creativos.
Al igual lo hace la ciencia, quien niega la probabilidad de la búsqueda de felicidad y, aún más, se opone a la tendencia de que los humanos hablemos de la “esperanza”, por ser esta no verificable y comprobable; mientras tanto, debemos seguir apostando a enfrentar nuestros propios fantasmas, para ello tenemos que combatir nuestros propios miedos y dolores emocionales contra aquello que durante toda una vida nos hace sufrir, lamentar y nos hace “felices”. La apuesta en común en palabras de Sócrates es “Conócete a ti mismo”, sumándose la expresión universal de Galileo Galilei: “No se puede enseñar nada a un hombre; solo se le puede ayudar a encontrar la respuesta dentro de sí mismo”. La exhortación es invitarnos a la reflexión cotidiana sobre lo que hacemos, dejamos de hacer, sincerarnos con lo que pensamos, referenciar el pasado y el presente con criticidad y perspectiva constructiva. Informarse, conocer y saber nos hace más consciente de lo que somos, del mundo en que vivimos y de nuestro propio mundo, sin olvidarnos que las verdades y las razones del camino interior además de constituirse en un aprendizaje es el reencuentro con nosotros y con los demás; ese es el verdadero y único maestro interior que construye tu proyecto de vida y el camino hacia la paz que cuenta con el encuentro de uno mismo.
Liberarse de sí mismo es satisfacer el deseo que viene desde tus adentros y que los otros no pueden definir; aquí y ahora es donde no hay barreras para que no puedas expresarte, escribir y plasmar lo que te dice este mundo intersubjetivo, lleno de ficciones y realidades ciertas para pocos y desconocidas para muchos; lo trascendental es que tienes que hacer lo tuyo no importa las objeciones, recuerda que a Richard Bach le objetaron su publicación por enésima vez, “Juan Salvador Gaviota”, y después se convirtió en un best seller. Es imprescindible que hagamos las cosas que nos llenan el alma y que a la vez le sirven a nuestro prójimo. ¿Por qué aplazar la aventura de demostrar que nuestro mundo potencial es infinito y que faltarían millones de hojas para escribir lo que pensamos y que solo por el miedo al otro no decimos lo que verdaderamente somos? Nos cortan la vida cuando no nos conciben como somos, cuando no admitimos que nos uniformen, cuando preferimos ser felices, lo cual es una decisión personal, mientras que tener la razón no es tan importante como admitir el error antes que la mentira, esta es un engendro social.
Si somos conscientes e intentamos aportar a nosotros mismos y a los demás, siempre habrá un nivel de riesgos; pero si no lo hacemos nunca vamos a dejar históricas huellas. Nacimos, crecemos, nos olvidamos de nosotros y por ende de la sociedad que es lo misional. Mantengamos un equilibrio entre el dar y recibir, pero si no trascendemos, este principio no se cumple; hay que aprovechar las situaciones como vienen y analizarlas sin rehuir de ellas y fluir en medio de la realidad y la fantasía como ingredientes necesarios para procesar las ideas. Jamás dejemos de vencernos, nuestra capacidad y compromiso terrenal es para convivir en una relación de problemas-soluciones y de soluciones-problemas. Es ahí donde se evidencia la dialéctica y nuestro carácter, nuestras habilidades mentales por conseguir la libertad y la paz interior.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 23 DE OCTUBRE 2016
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