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LA IMPORTANCIA DE CALLAR

LA IMPORTANCIA DE CALLAR


        

Por Hugo Castillo Mesino

A veces nos pasa que al tener una hoja en blanco al alcance de nuestros ojos empiezan a circular las neuronas surgiendo interrogantes de naturaleza distinta, viéndonos abocados a recordar el sabio adagio que dice: “Hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar”. Ahora el enredo problémico que hemos provocado es visionar que tan importante es silenciarnos al acudir a un certamen, conferencia u otro espacio que hacen parte de nuestra cotidianidad o tener la necesidad de hablar pensando que si no lo hacemos no existimos; esta supuesta ambigüedad debe conducirnos a salir de este laberinto donde el cuerpo con sus gestos se pronuncia y la lengua se sumerge, pero a la vez estos nos envían sendos mensajes que podemos dilucidar en este ejercicio reflexivo que pocos hacemos, dado que lo que predomina es hacernos sentir y olvidarnos del silencio que es elocuente.

No obstante, después de haberme embebido en la lectura del Abate Dinouart en su libro “El arte de callar” e interpretando que no podemos dar un conocimiento de ciertos hechos sin haber explicado otros; además, que para callar bien no basta con que cerremos la boca y no hablar y, por último, que el conocimiento es diferente entre hombres y mujeres según los caracteres; lo  que nos permite concluir que el primer galardón de la sabiduría es callar; el segundo es ser moderado en el discurso y el tercero es saber hablar mucho, sin hablar mal y sin hablar demasiado.

Ahora, los principios están por encima de los mitos y de las ceremonias y de ellos nos valemos para orientar la importancia de callar sin que esto signifique mantenernos mudos, por ello solo debemos hablar cuando se tiene algo más valioso que el silencio. El tiempo de callar debe ser el primero y nunca sabrás hablar bien si antes no has aprendido a callar; no ser imprudente e indiscreto en hablar cuando se deber callar; arriesgamos menos callando que hablando; somos dueños de sí mismo cuando estamos en silencio que cuando nos desparramamos a hablar, es ahí donde dejamos de ser y pertenecemos a los demás. Cuando tenemos algo que decir debemos prestarle una atención particular para no arrepentirnos después; si se trata de guardar algo confidencial nunca calla uno bastante; la reserva para guardar silencio no es más que el cuidado en hablar bien; a veces el silencio hace las veces de sabiduría cuando tenemos limitaciones y nos proporciona capacidad cuando ignoramos; el sentido común nos dice que debemos hablar poco y decir cosas razonables; por la importancia que tiene el silencio siempre hay que desconfiar de uno mismo; el silencio es vital en muchas ocasiones, pero vale más ser sincero que uno mismo.

Lo esbozado nos remite nuevamente a observar los escenarios donde se dan debates públicos, propio de los estamentos de gobierno: plenarias del Congreso, cabildos, conversatorios políticos, tertulias temáticas y otros; entonces surgen las preguntas subversivas: ¿Por qué nos ufanamos en hablar por hablar?, ¿Por qué hablar se ha convertido en un deporte que no sabemos jugar?, ¿Por qué irrespetamos la intervención del otro y no nos acogemos a las reglas de juego?, ¿Por qué no evitamos hablar cuando no tenemos argumentación?, ¿Por qué nos gusta figurar cuando al final hacemos el ridículo?, ¿Por qué perdemos nuestra identidad planteando situaciones que nunca concluyen y confunden al  receptor?, ¿Por qué en nuestras disertaciones en público hablamos de lo confidencial, cuando es público?, ¿Por qué nos precipitamos al hablar?, ¿Por qué necesariamente tenemos que hablar cuando solo con nuestros gestos enviamos mensajes?, ¿Por qué monopolizamos la palabra y nos volvemos cansones al hablar?, ¿Por qué no nos autoevaluamos siempre que hablamos, lo que nos permitiría hablar lo sustancial?, ¿Por qué no nos sinceramos escuchando al otro y luego pensar si podemos hacer aportes al hablar?, ¿Por qué no nos damos la tarea de invitar a los que hablan en demasía que siguen violentando a los que silencian la palabra? Serían interminables las formulaciones si estamos en la disponibilidad de contribuir en “la importancia de callar” para dignificarnos más y cualificar los espacios donde se bifurca la lengua y el lenguaje del cuerpo que simboliza el silencio.

Son muchos los silencios que podemos identificar donde interactuamos y a la vez debe ser motivo de gran preocupación para quienes diariamente desde sus posiciones políticas, mediáticas, religiosas, académicas, de gobierno influencian a la ciudadanía desprevenida con un torrente de palabras y frases ácidas, descontextualizadas, incoherentes, donde esconden su verdadera misión como debe ser la de informar y defender los derechos de los ciudadanos. Es válido que nos demos la tarea de profundizar en los significados de los silencios: prudente y artificioso, complaciente y burlón, inteligente y estúpido, aprobatorio y de desprecio, político de humor y de capricho. Para culminar resaltamos el “silencio inteligente”, que no es más que observar cuando en el rostro de una persona que no dice nada se percibe cierto talante abierto, agradable, animado, e idóneo para reflejar, sin la ayuda de la palabra, los sentimientos que quieren dar a conocer.


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

DOMINGO 30 DE OCTUBRE 2016

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