LENGUAJE DEL PODER
Por Hugo Castillo Mesino
La ciencia política actual ha tratado de negar la guerra, pero esta es una realidad del ser humano. Esta afirmación lo que devela curiosamente es el empleo de eufemismos, incluso desde tiempos de Aristóteles cuando se hablaba de “misiones de paz” pero de la paz del vencedor, que de paso también se refleja en El Quijote de La Mancha. Esta corriente de pensamiento es asimilada por los gobiernos y por la clase política que embauca a sus conciudadanos transmitiéndole mentiras a través de eufemismos como lenguaje estereotipado de naturaleza política, económica, social y cultural, cuando en el trasfondo no son más que categorías y verdades disfrazadas de lo que vive y padece la gente, algo así como hablarle a los niños de ogros para que no conozcan la realidad de las cosas y se desarrollen con la cultura del desconocimiento del por qué se originan los fenómenos sociales.
Si ubicamos a los eufemismos en su terrenalidad, lo que se pretende es utilizar supuestamente un lenguaje políticamente correcto para no señalar a los individuos directamente ni a situaciones en su realidad descarnada, manipulando al auditorio ciudadano para recabar su apoyo silencioso o indiferente ante acciones negativas y destructivas, como suelen expresarse cotidianamente en el país por parte de los diferentes actores gubernamentales y políticos. Así encontramos que al aumento pírrico del salario de los trabajadores lo justifican bajo el argumento de que se trata de una “adecuación del poder adquisitivo”, pero sólo el de los trabajadores rasos porque a los altos mandos burocráticos del gobierno y a congresistas la llamada “adecuación” se dispara altamente. Mientras que a los grandes conglomerados económicos y empresariales se les aplica “amnistía fiscal” para disimular la no exigencia de la tributación de sus rentas. Sumado a ello, los despidos masivos de trabajadores pasan a ser considerados “amortización de puestos de trabajo” y “flexibilización del mercado laboral” con el propósito de encubrir el abaratamiento de esos despidos. La crisis económico-social en el país se ha venido acentuando a lo largo de su geografía política, pero a esto los expertos del Ministerio de Hacienda la denominan simplemente como un fenómeno de “desaceleración económica”, olvidándose que son ellos como acólitos bajo su modelo económico los que la producen y cuando se entra a periodos de recesión los catalogan solo como “crecimiento económico negativo”, lo cual se expresa como un contrasentido en la denominación del lenguaje; de igual forma el execrable aumento del IVA es considerado por este ente como un “gravamen adicional” más.
El Proceso de Paz, al igual que el postconflicto, ha producido como reacción de los sectores que a él se oponen, asesinatos de líderes sociales y populares y defensores de Derechos Humanos, que en el léxico de guerra oficial podrían asimilarse a lo denominado “efectos colaterales”, al negarse persistentemente el Ministerio de Defensa en reconocer la estructuración del paramilitarismo encubierto como el obstáculo mayor a la implementación de los Acuerdos.
Es de conocimiento público quiénes son los dueños del país y por tanto quienes se lo han venido robando, pero cuando se evoca la defensa de los implicados en los estrados judiciales el veredicto de los jueces es de “apropiación indebida” de recursos o de “desvío de fondos”, mitigando las penas que deberían en realidad corresponder a los delitos de robos de cuello blanco y desfalco. Los grandes negociados fraudulentos que se hacen con instituciones estatales, sus dividendos o ganancias millonarias van a parar a los “paraísos fiscales”, que no es más que el eufemismo para designar a los países con un régimen de exención parcial o total de impuestos a ciudadanos y empresas no residentes que se domicilien en estos países, como el caso de Panamá. Es común que algunos exfuncionarios de gobierno estén privados de libertad y cuando se les llama a interrogatorios por parte de los organismos judiciales éstos califiquen como “faltar a la verdad” sus mentiras.
Las corporaciones públicas están plagadas por funcionarios que en su desempeño optan por favorecer a la ciudadanía a cambio de prebendas sin el lleno de los requisitos, configurándose como “tráfico de influencias” lo que en realidad corresponde a una especie de soborno.
Y así, como en una serie interminable, el Poder, aquí y allá tras las fronteras, utiliza un lenguaje cargado de eufemismos para matizar el contenido real de sus políticas y acciones, mitigar las respuestas sociales a estas y desarrollar el dominio cultural a la ciudadanía, que termina reproduciendo al unísono otros eufemismos: A la huelga general le denomina “conflicto laboral severo”; al Estado fascista corporativo lo llama “democracia orgánica”; al capitalismo simplemente “economía de mercado”; a la tortura “interrogatorio intensificado”; a los pobres “población vulnerable”; al imperialismo “globalización”; al hambre “inanición”; a la represión social “seguridad democrática”; y, hasta los asilos ahora son “residencias para la tercera edad. Lenguaje del Poder. Lenguaje truculento. Lenguaje para la dominación. Lenguaje de la aculturación. Lenguaje para la alienación. Lenguaje de la repetición. En síntesis, Lenguaje del Poder.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 9 DE ABRIL 2017
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