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¡HASTA CUANDO, CARAJO!


¡HASTA CUANDO, CARAJO!



Por Hugo Castillo Mesino


Las palabras parecen resucitar al tenor de las situaciones y Colombia nuestro país no escapa a esto, por algo será o se constituye en un caldo de cultivo a raíz de esta aseveración. El término “CARAJO”, según la Real Academia Española (RAE), no es más que una pequeña canastilla ubicada en lo alto del mástil donde se manifiesta con intensidad el movimiento lateral de un barco, también era considerado un lugar de "castigo" para aquellos marinos que cometían alguna infracción a bordo. El castigado era enviado a cumplir horas y hasta días enteros en el CARAJO y cuando bajaba lo hacía tan mareado que se mantenía tranquilo por un buen par de días, de allí viene la célebre expresión. El Carajo, es una palabra que define toda la gama de sentimientos humanos y todos los estados de ánimo para bien y para mal e inclusive es un término que es sinónimo y antónimo al mismo tiempo. Cuántas veces, al apreciar que una cosa es buena o te gusta, no has exclamado: “está más buena que el carajo”; si es un extranjero al estilo Albert Camus y no se entiende lo que dice, la gente manifiesta: “no le entiendo un carajo”; si el sindicalista le peticiona al empresario, éste por lo general lo manda al carajo, solo lo escucha cuando aquel se organiza, entonces responde el empresario: “y qué es lo que quiere este carajo”. Los colombianos,  cuando el gobierno en cada periodo presidencial hace el aumento ostensible del IVA, exclamamos: “si esto sigue así nos vamos pa’l carajo”; cuando los gobernantes corruptos se van del país y las autoridades no dan con su rumbo, la gente comenta: “y dónde carajo se han metido esos sinvergüenzas”;  en época electoral cuando los medios nos saturan de nombres y apellidos, siendo los mismos con las mismas, la gente dice: “entonces no hay otro carajo por quien votar”; son pocas las administraciones locales y regionales donde la ciudadanía reconoce que sus metas y objetivos se cumplieron del carajo.

El Carajo como término se evidencia en la familia, la escuela, los gobiernos, actividades artísticas, lúdicas, deportivas etc.; parece estar generalizado y su aplicación obedece a dos categorías, al bien o al mal, lo que implica que ese término está inscrito en una escala axiológica. Lo único que faltaba, ahora, es la exclamación y exaltación del pueblo chocoano cuando en el reciente Paro Cívico con dignidad manifestó en sus consignas alegóricas: “El pueblo no se rinde, Carajo”; estas consignas fueron abrazadas y repetidas solidariamente por Movimientos Sociales, Partidos Políticos democráticos y progresistas y la ciudadanía que se expresó aunada en las redes sociales en su justo y reivindicativo Pliego de Peticiones al Gobierno Nacional ante la dejación histórica a que han sido sometidos estos compatriotas. Al igual, el Magisterio colombiano que ve en su historia y en su lucha la enseñanza de Unidad de los chocoanos, no se cansa de agitar la misma consigna a lo largo y ancho del territorio nacional: “¡Los maestros no se rinden, Carajo!”

Carajo, no tiene una acepción definida, puede manifestar “al fin se acabó el Paro, Carajo” o “el Paro sigue firme, Carajo”; de lo que se infiere que es una interjección de enfado o sorpresa, también puede ser considerado como un insulto: "Vete pa’l Carajo” y “a la cárcel, Carajo" a aquellos gobernantes ineptos y corruptos, a los candidatos a corporaciones que ofrecen los bienes del Estado como si fueran de su patrimonio, a los candidatos presidenciales que hacen de las obras de gobierno una corresponsabilidad con sus electores, a los medios de comunicación que diseñan encuestas con preguntas que solo consultan sus estratos y, además, la intención solo es hablar del candidato, no de los problemas que aquejan a los colombianos; pa’l Carajo se van los que pretendan o quieran desestabilizar al país.


Lo trascendental del Carajo es que en los actuales momentos y posteriores se debe referenciar y asimilar como un estado de indignación y al expresarlo se convierta en un ingrediente anímico de conciencia ciudadana que invite a organizarnos y a luchar por emancipar proyectos de vida colectivos de la ciudadanía, pero que a la vez denuncie el oportunismo de los mismos de siempre, que con su mismidad engañan a la gente. Hasta cuándo, Carajo, vamos a permitir que la ola de corrupción devaste nuestros recursos, permee los organismos estatales con la complacencia de quienes ejercen el control fiscal y administran la justicia. Hasta cuándo, Carajo, los que malversan y pervierten las entidades van a seguir gobernando, legislando y aspirando a ser los nuevos “padres de la Patria”. Hasta cuándo, Carajo, vamos a unirnos como un solo hombre, como una sola mujer, donde prime la unidad, la diversidad, la pluralidad y de una vez mandemos pa’l Carajo a quienes nos roban la esperanza, los sueños y han truncado los cambios necesarios que requiere la sociedad. Nuestra independencia cognoscitiva y liberadora está en atrevernos a cambiar esta realidad por otra que responda al encargo social. 


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

DOMINGO 11 DE JUNIO 2017
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