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VERDAD Y CORAJE


VERDAD Y CORAJE




Por Hugo Castillo Mesino

Adentrarse en el estudio de Michel Foucault es un reto complejo por su condición de intelectual y académico, reflejándose altos niveles de profundidad en las temáticas filosóficas, sociológicas y políticas por él tratadas. Esta condición nos permite ubicar su discurso “no en el cual puede decirse la verdad sobre el sujeto, sino la del discurso de verdad que el sujeto está en condiciones y es capaz de decirse sobre sí mismo bajo una serie de formas culturalmente reconocidas y tipificadas, como por ejemplo: la confidencia, la confesión, el examen de conciencia”. Lo que nos permite inferir que, en la política como en otros escenarios, hay que decir la verdad sobre sí mismo; no obstante, esto no deja de ser complejo al definir que estamos ante un sistema de verdades y para colmo, cuando las expresamos, saltan a la vista e intereses formas, posturas, que terminan desdibujando la naturaleza de la misma.

En el trajinar del tiempo hay evidencias que orientan el comportamiento de la humanidad. Cabe recordar la vida de Sócrates y Jesús, que se sacrificaron por colocar por encima de cualquier circunstancia la verdad y el coraje ante las injusticias de quienes ostentaban el poder. Es cierto que el hablar franco y categórico en los espacios de gobierno constituye un riesgo, dado que la verdad sobre sí mismo implica que el otro se sienta amenazado al descubrirse que su palabra no está en correspondencia con lo que siente, piensa y va a hacer. Aquí lo que suele demostrarse es que quienes hacen tribuna ante las corporaciones públicas y entes gubernamentales manejan técnicas retóricas que reducen el saber y hacen predominar el Poder y luego hacen del saber la máscara del Poder. Esto suele ocurrir en aquellos espacios donde se le cuestiona la responsabilidad a funcionarios públicos y gobernantes cuando son inferiores ante las necesidades y demandas sociales.

¿Cuándo vamos a encontrar en este país liderazgos nacionales, regionales y locales que en sus opiniones, sus pensamientos, sus creencias, no les importe el riesgo de decir la verdad y el coraje de llevarla a la práctica, con la fluidez de sus palabras ante los destinatarios conocidos por todos? Creo que en este país todo el mundo puede decir cualquier cosa; pero, es bueno aclarar que lo que digamos tenga un valor positivo y que al decir la verdad no tenemos por qué disimular nada; al igual que no podemos tener reservas ni tipificar clausulas especiales de estilos para decir las cosas, menos aún ornamentos retóricos que enmascaren lo que decimos. La verdad no la podemos fragmentar, al utilizarla la debemos manejar como un todo; ese todo nos permite tener claro el no ocultar ningún aspecto de ella; de lo contrario, estaríamos favoreciendo a quienes nos perjudican y al final seríamos idiotas útiles a su propia causa.

Los liderazgos bien fundamentados en la verdad deben mantener un nexo estrecho entre la verdad expresada acorde con sus contextos y el pensamiento con que se expresa. Además, debe existir un cuestionamiento del lazo entre los dos interlocutores: el que dice la verdad por encima de todas las cosas y aquel a quien está dirigida. Esta verdad y coraje implica de poner fin a la relación con el otro que justamente hizo posible su discurso, inclusive llegando al extremo de amenazar la amistad cuando se pone en tela de juicio al responsable de los cuestionamientos. El coraje de la verdad en quien habla y asume el riesgo de decir a pesar de todo, toda la verdad que concibe, pero es también el coraje del interlocutor que acepta recibir como cierta la verdad ofensiva que escucha.

La ciudadanía, al fragor del momento político que vivimos, debe tener claro que la “retórica” no implica lazo del orden de la creencia entre quien habla. El buen retórico, o el buen “retór”, es el sujeto que es capaz de decir perfectamente muy otra cosa que lo que sabe, muy otra cosa que lo que cree, muy otra cosa que lo que piensa, pero que lo dice de tal manera que en resumida cuenta, lo que diga (que no es ni lo que cree, ni lo que piensa, ni lo que sabe) será, llegará a ser lo que creen y creen saber aquellos a quienes él se ha dirigido. Por eso lo que debe estar claro de parte de los ciudadanos es que la retórica esconde muchas cosas, dado que esta no implica un lazo entre quien habla y lo que se dice, su finalidad es más bien instaurar una relación vinculante, una relación de poder entre lo que se dice y la persona a quien se dirige; esto suele ocurrir en actos políticos donde el discurso se convierte en un motivador por encima de las soluciones objetivas de los destinatarios.

La verdad y el coraje es una lección que debemos aprehender para identificar a los falsos liderazgos que siguen embaucando y manipulando a la ciudadanía cuando de rendir cuentas se trata y de sus aspiraciones corporativas.


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

DOMINGO 04 DE JUNIO 2017



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