PAN Y CIRCO ELECTORAL

PAN Y CIRCO ELECTORAL

Por Hugo Castillo Mesino

Es aseverativo el dicho “Al pueblo, pan y circo”, que solemos escuchar a diario de la ciudadanía, producto de los espectáculos montados por los gobiernos de turno y de las élites nacionales, regionales y locales ante las dificultades sociales, económicas, asistenciales, laborales, etc., de la mayoría de la población, buscando la obediencia y el sometimiento del pueblo para mantenerlo alejado de los asuntos del orden político y castrar su capacidad de cuestionamiento, emulando el viejo, pero eficiente, estilo del circo romano donde proveían a los ciudadanos de insumos para asistir a las competencias, luchas, carreras y teatro “permitiéndole” la opción de definir cuál de éstas llenaba sus expectativas acorde con sus preferencias. Estos espectáculos realizados por gladiadores han servido de inspiración, de antesala y de escenario a la oleada nacional de candidatos del establecimiento y similares aspirantes a las corporaciones públicas que en cada periodo en su mayoría utilizan la política de “pan y circo”, embebiendo a sus votantes en tomatas excesivas de licor y aditivos alimentarios y económicos, aprovechando la ceguera que causa el entusiasmo por el espectáculo para al final elegirlo, no sabiendo a ciencia cierta por qué apoyo a determinado candidato, al dejarse arrastrar por la adrenalina y la presión de la sangre que los conduce a la irracionalidad de su decisión.

Parece ser que de todas las competencias de este circo posmoderno, el espacio por excelencia sea el teatro, dado que en él se manifiestan los actores de la denominada politiquería, quienes sí saben obtener grandes dividendos electorales valiéndose de sus incautos votantes. Veamos este fenómeno:

En la capital principal de la Costa Caribe redoblan las campanas que exhortan a la fanaticada al lleno total del Estadio Metropolitano para la presentación de las nuevas contrataciones del equipo local de futbol, supuestamente complaciendo a las expectativas y exigencias de aquella, pero que responden en realidad a un juego lúdico previamente inducido y predeterminado que esconde los intereses de empoderamiento político hegemónico del grupo que detenta el manejo administrativo de la ciudad, articulado a su proyección de índole nacional. Es así, por ejemplo, cómo el deporte que es una disciplina para el esparcimiento sano y de unidad entre los pueblos es utilizado como un instrumento con fines perversos que deforman su naturaleza, envolviendo a la opinión ciudadana en una espiral de distracción que dilata su atención de la solución de los problemas más acuciantes que obstaculizan su bienestar y desarrollo. De ahí la expresión, también popular, de que “el colombiano conoce más de futbol que de sus propios derechos”.

Es reiterativo que a través de las cadenas nacionales televisivas, en claro servicio a los intereses del sector dominante en el Estado, se fomente como menú de los colombianos los famosos “realitys” que tienen como ingredientes el aparente esfuerzo redoblado de sus competidores induciendo en los espectadores su admiración, su defensa y hasta el lamento cuasidepresivo cuando alguno de sus preferidos no logra su cometido; utilizando mediáticamente a estos gladiadores posmodernos para la insensibilización ante la muerte real que circunda en el territorio nacional. El complemento a este teatro surrealista lo constituyen las famosas telenovelas o series de la parrilla diurna y nocturna de la televisión con sus libretos panfletarios donde se trivializa la realidad nacional y se hace apología al delito en sus múltiples manifestaciones creando la ilusión de que la corrupción, la deshonestidad, la mentira, la trampa, la cosificación de la mujer, la avaricia y otros antivalores “sí paga”; lo cual desdibuja la escala de valores y principios que debe encarnarse en una sociedad que busca la justicia, la solidaridad, la equidad y la convivencia pacífica.

Frente a los últimos acontecimientos mediáticos en el terreno político y propio del uribismo, nos asalta la duda de que las supuestas “metidas de pata” de algunos de sus congresistas en declaraciones a la prensa o en entrevistas o en los trinos de sus Twitter, no sean sino toda una estrategia comunicacional que pretende precisamente distraer la dinámica de la discusión frente a sus desafueros ante el proceso de Paz y tratar de posicionarse permanentemente y sostener su supervivencia política haciendo este tipo de provocación que “ingenuamente” es replicada y dimensionada por los medios de comunicación generando una disociación sicótica colectiva como paliativo a quienes no escudriñan el fondo de la intencionalidad de la “metida de pata”, cuando de lo que se trata es de contrarrestar con argumentos serios y profundos que la ubiquen en su sumersión histórica.

Pero un elemento clave de distracción en las coyunturas electorales está representado por la continua difusión de encuestas sobre las preferencias de los candidatos en la ciudadanía, que terminan suplantando e induciendo la voluntad política de los electores hacia intereses prefijados, negando la posibilidad que éstos libremente consulten el perfil y las propuestas de cada candidato para tomar su propia decisión. Hay encuestas para todos los gustos y placeres, y lo extraño está en que sigamos apostando a estos malabares también en los sectores políticos alternativos y no hagamos trabajo de concienciación.

PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

DOMINGO 02 DE JULIO 2017

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