CARICATURA DE LOS CANDIDATOS
Por Hugo Castillo Mesino
Es controvertible en el
ámbito político definir lo que significa una caricatura de los candidatos a las
diferentes corporaciones públicas, máxime si estamos próximos a eventos
electorales a la Presidencia y al Congreso de la República. Podemos empezar
afirmando que en lo político la caricatura se refiere a las decisiones u opiniones sobre la política en general,
criticando, exagerando o ridiculizando el perfil de sus protagonistas, como
resultado de la valoración que se hace de sus propuestas y acciones y su
coherencia o correspondencia con la realidad en la que se inscriben. En
términos más claros, los candidatos, por lo general, no hablan sobre sí mismos
y cuando se les concita a hablar sobre ellos exhortan a que otros hablen por
ellos. Al parecer estarían invocando el hecho de que no se conocen a sí mismos;
lo cual lleva a inferir que lo que transmiten y proponen no tiene autenticidad,
sino más bien seguir incubando la mentira como forma de manipulación a sus
electores.
Parece
que estos candidatos retomaran el texto Galeno de Pérgamo “De las pasiones y
errores del alma”, donde señala que “para decir la verdad sobre sí mismo y
conocerse, uno necesita a otro a quien debe buscar un poco de cualquier parte,
con la condición de que sea un hombre de edad y serio”. A diferencia de muchos
candidatos que no requieren de ningún tipo de asesoramiento, sino la definición
de ser inscrito por un movimiento o partido que le da la responsabilidad de ser
administrador de su propia campaña, de simular un perfil y de presentar una
plataforma programática distante a la función que le corresponde desarrollar;
en términos generales, son marionetas o títeres que se someten a respaldar a
toda costa la sostenibilidad económica de las grandes inversiones que hacen los
tahúres o mercenarios de la política local, regional y nacional. Tal vez,
reafirmando la sentencia maquiavélica de que “el fin justifica los medios”.
Las
caricaturas de estos candidatos inciertos, brumosos y fluctuantes, adolecen de
hablar con franqueza y honestidad sobre las problemáticas de la gente, llegando
hasta el extremo promesero de construir obras de infraestructura cuando su
papel es el de ser, a manera de ejemplo, un legislador coadministrador del
Estado y velar por los procesos de transparencia de quienes hacen parte del
Ejecutivo en el Gobierno y de otros organismos de control. En esta época
pre-electoral de las dinastías, de los compadrazgos y de las grandes empresas,
suele escucharse en los espacios cotidianos de la política “cuánto cuesta una
curul” al Senado y a la Cámara de Representante, quién la financia y qué
contraprestación burocrática y contractual se “corresponde”, hasta el extremo
de firmar títulos valores como prendas de garantía una vez que el candidato
resulta electo.
¿Cómo
se explica que en el Departamento del Atlántico muchos medios de comunicación
afirmen como un hecho cumplido que las curules a la Cámara de Representantes ya
estén definidas cuantitativamente para algunos determinados partidos, que
tienen asegurada la clientela electoral? Se concibe el voto programático como
un instrumento democrático para que los electores decidan qué candidatos los
deben representar en las corporaciones públicas; sin embargo, los partidos
registran a sus potenciales electores en forma de empadronamiento y con un
estipendio económico del 30% como anticipo o quizás más, para que el día de las
elecciones deposite su voto en lo que comúnmente se denomina el “carrusel
electoral”, que no es otra cosa que el votante al tiempo de sufragar lo haga en
un tarjetón chimbo, previamente entregado a él, y luego el tarjetón original lo
trae en blanco a los traficantes del partido o movimiento en cuestión, quienes
lo marcan con el candidato apoyado para entregarlo a un nuevo votante que lo
deposita y a su vez trae un nuevo tarjetón. Lo curioso de esto es que esta
modalidad del “carrusel” y otras son conocidas por las autoridades y los
observadores electorales, sin que haya una respuesta efectiva que dé al traste
con estas prácticas abominables que ya son pan comer en cada jornada electoral.
Es
preciso hablar con el coraje de la verdad, que esta se constituya en una clara
opción por parte de los candidatos y que éstos digan lo que piensan, lo que
hacen y sellen ante sus electores que son diferentes en el actuar a quienes
futuramente tendrían una máscara de poder gubernamental y contribuyen con hacer
de la institucionalidad una cloaca de corrupción, en la cual se siguen mirando
los herederos de estos tipos de prácticas. Tener coraje y propagar la verdad es
asumir el riesgo de quien habla, cuestiona y propone a pesar de todo; pero es a
la vez, tener coraje como interlocutor que acepta recibir como cierta la verdad
y que las transformaciones son posibles. En otras palabras, la falsa retórica
de los candidatos caricaturas obedece a un estilo que encubre los grandes
problemas que aquejan al país y su responsabilidad causal de los mismos.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 17 DE DICIEMBRE DE 2017
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