Por Hugo Castillo Mesino
El sistema electoral colombiano es tan sencillo
y se vuelve complejo por los espíritus mal olientes de naturaleza politiquera
que le impregnan los partidos abanderados de la corrupción con olores
nauseabundos. Ante estas circunstancias, podríamos trasladar por analogía la
aplicación del VAR, evaluador de las acciones deportivas del futbol, a la
política electoral, para ver si con esta estrategia logramos depurar un poco
las elecciones regionales y locales, máxime cuando estamos ad portas de ella,
el 27 de octubre, donde se elegirán cargos uninominales y de corporaciones
públicas. Tendríamos en cuenta este sistema maestro y depurador, lo que
significaría hacer un análisis exhaustivo de una situación de gol electoral que
hacen los políticos cada vez que se desarrolla un certamen de esta naturaleza
donde los jurados o los representantes de la Registraduría no puedan pitar
penaltis donde no los hay y puedan sancionar a los jugadores ciudadanos que
mercantilizan el voto y a los árbitros que señalen falsos penaltis. Además, el
sistema del VAR como evaluador político expulsaría a los políticos y a sus
compinches al detectar cualquier situación mínima irregular, amonestándolos y apartándolos
del “evento electoral democrático”.
El Formulario E-14 que registra el conteo de
votos del jurado y quienes estuvieron en la mesa de votación, se ha constituido
históricamente en el trampolín o el “salto de canguro” que algunos jurados en
complicidad con los politiqueros de turno y el beneplácito subterráneo de funcionarios
indecorosos de la Registraduría utilizan para favorecer a determinados
candidatos que metafóricamente, para nosotros los caribeños, están “naufragando
en Bocas de Cenizas”. Que mejor sistema que el VAR, que con sus 37 cámaras
multiplicadas estarían al servicio del conteo y registro de votos e inclusive,
detectarían a los jurados y a todos los que intervienen en el proceso electoral
al igual que a los del “pasamano económico” en esta práctica dolosa. Por eso,
cuando el árbitro juez judicial revise los formularios de los centros de acopio
electoral utilizando las técnicas judiciales, percatándose de alguna anomalía o
delito electoral, pueda acudir al VAR y descubrir en que parte del proceso se
distorsionó y quiénes son los responsables, y así proceder a sacar una tarjeta
roja para su expulsión, conduciéndolos a un centro carcelario como lección para
no volver a delinquir y a contravenir el Código Electoral.
El sistema del VAR también se generalizaría
externamente en muchos barrios de la ciudad, asociado con las autoridades y los
movimientos de observación electoral para mapear cuáles son los centros
disfrazados de puntos refrigerios, tamales y degustación, cuando en el fondo no
son más escenarios encubiertos para la compra y venta de votos pagados por los
mismos que se roban el presupuesto público de mi pobre gente pobre. Igualmente,
su instalación debería ser previa a la jornada electoral en los puestos de
zonificación de la Registraduría y detectar la trashumancia; observándose en los
potenciales electores muchas dudas al consignar sus datos ante quienes lo
registran, lo cual desdice de su pertenencia y ámbito con el sector donde pretenden
sufragar.
El sistema de VAR político posibilitaría
detectar, con el respaldo de las autoridades judiciales, cuáles han sido los
electores anteriormente amonestados o sancionados por la comisión de
constreñimiento electoral y a los partidos que coadyuvan con esta aberración
que oscurece más la necesidad de transparencia de nuestro sistema electoral,
dado que las señales del cableado de fibra óptica del VAR nos darían en vivo
las imágenes y la secuencia de estas anotaciones de goles políticos en
detrimento de la ciudadanía y del ejercicio democrático. Ante eso no queda otra
opción que la tarjeta roja y sus sueños delictuosos en las mazmorras citadinas.
En el imaginario colectivo el sistema de VAR
debería aplicarse gradual y específicamente a los momentos en que después del
certamen electoral o denominado elecciones se contabilizan los votos de los
diferentes partidos y candidatos y se determina el umbral, que es el número
mínimo de votos que cada lista debe tener para participar en la repartición de
curules, aplicando la cifra repartidora. El VAR, permitiría ofrecer
tranquilidad a los candidatos y a la ciudadanía de que los resultados
corresponden a la realidad de la votación. El VAR político iría más allá de
observar y garantizar las elecciones con transparencia, dado que permite, por
los resultados que este mismo arroja, tocar transversalmente cuando los
candidatos elegidos llegan a quebrantar o infringir los regímenes de
incompatibilidades e inhabilidades al momento en que el árbitro o juez
dictamina el fallo con la tarjeta roja, señalando la pérdida de investidura.
Estas líneas, ojalá, dentro del imaginario,
sean el despertar de las autoridades electorales, judiciales y de policía para
garantizarle a la ciudadanía unas elecciones donde el denominador común se
conjugue con la justicia, la igualdad y, por ende, el reconocimiento pleno al ciudadano
de sus derechos civiles y políticos. Repensemos a Barranquilla.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 21 DE JULIO DE 2019
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