Por Hugo Castillo Mesino
El hombre es un animal cívico y un animal
político, tal como lo plantea Fernando Savater en su obra “Política para
Amador”. Lo cual no debe confundirse con que los políticos sean unos animales,
como opinan algunos. Aristóteles, tan formalito como creíamos que era, sostiene
que “el hombre es el único animal que es capaz de sublevarse”. ¿Cómo se explica
que esa rebeldía o sumisión de los hombres surja de las mismas condiciones o
naturaleza social en nuestro país donde hombres y mujeres ejercen liderazgos encaminados
a la justicia social y las respuestas de los gobiernos es aniquilar, extinguir,
torturar y que ese accionar sea coherente con los escritos de P.J. Proudhon?
Idea general de la revolución en el siglo XIX. A pesar del trasegar de los años
los planteamientos de Proudhon tienen vigencia con nuestra realidad que dice a
nuestro juicio que, ese hombre, en esa misma dirección,
cae en un estado de “ser gobernado es ser
vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, reglamentado,
encasillado, adoctrinado, sermoneado, fiscalizado, estimado, apreciado,
censurado, mandado, por seres que no tienen el derecho, la sabiduría ni la
virtud para hacerlo”; tal como se expresa en el gobierno de Iván Duque y su
respuesta brutal ante el miedo es que siga predominando la muerte. Reafirmando
a su vez que “ser gobernado significa estar en toda operación, toda
transacción, todo movimiento, anotado, registrado, empadronado, arancelado, sellado,
medido, evaluado, cotizado, patentado, licenciado, autorizado, amonestado,
advertido, prohibido, enmendado, corregido, castigado”; en conclusión, estar
muerto.
Ahora, si analizamos la forma sistemática como
se dan los asesinatos de líderes en Colombia, con un promedio de 365 por año,
es válido retomar nuevamente la lectura de Proudhon cuando define que, “con el
pretexto de la utilidad pública y en nombre del interés general se es puesto
bajo contribución, se es reclutado, despojado, explotado, monopolizado, oprimido,
exprimido, mofado, robado; entonces, ante la más leve resistencia, a la primera
palabra de queja, se es reprimido, multado, vilipendiado, vejado, acosado,
maltratado, aporreado, desarmado…”. En conclusión, terminamos en las miles de
fosas comunes que hay a lo largo y ancho del país de tantos falsos positivos e
insoportables del régimen. Tenemos que aprender a conflictuar y aprender que,
en la contradicción subyace el desarrollo de las ideas y la búsqueda de las
vías de solución a los múltiples problemas que nos aquejan y asimilar que, ser
rebelde ante el estado de cosas que nos agobian es un acto que nos libera, algo
que no entiende el presidente y sus súbditos. Somos claros que, los acuerdos no
son automáticos y que los desacuerdos son puntos de partida para abrir y
construir nuevos caminos; la sumisión es una condición de los espíritus obcecados
por permanecer fijos y negar los cambios donde ellos no se reconocen como
actores, sobre todo cuando siempre le han hecho culto a la personalidad a sus
gobernantes o jefes.
No podemos olvidar que la condición de
“Rebeldes o Sumisos” nos conduce a imitarnos unos a otros, nos hace parecidos,
tan parecidos que entramos en conflicto. Nos convertimos en individualistas
haciéndonos prepotente. La gente más sociable es la que acepta el compromiso,
los individualistas son tolerantes con los gustos ajenos. Es reflexivo en las
condiciones sociales en que nos desenvolvemos aflorar nuestra personalidad de
los que somos, eso nos hace auténticos y contribuye a demostrar que tan
rebeldes somos o si, por el contrario, le hacemos eco a la sumisión. La verdad
es colectiva, se alimenta de muchos, aunque excluya a otros o, en sentido
dialectico, no existe inclusión sin exclusión y viceversa. Una sociedad sin
conflictos no sería sociedad humana sino un cementerio o un museo de cera. No
es la política la que provoca los conflictos malos o buenos, estimulantes o
letales; los conflictos son síntomas que acompañan necesariamente la vida en
sociedad… De manera que para no anarquizar es indispensable acatar algunas
ordenes, dejando claro que es importante pensar y repensar el tipo de ordenes;
si depende de algún tipo de autoridad, qué tipo de autoridad… de algún Gobierno,
pero no de cualquier gobierno. ¿A quién debemos obedecer? ¿Hasta cuándo y por
qué tenemos que seguir obedeciendo? Y, desde luego, ¿cuándo, por qué y cómo
habrá que rebelarse? ¿Cómo se puede soportar a tanto fascista, a naciones que
propagan la guerra y a gobiernos que castran y asesinan a sus conciudadanos por
rebelarse? Cuando, según Baruch Spinoza nos plantea que “el fin del Estado,
repito, no es convertir a los hombres en seres racionales, en bestias o
autómatas, sino lograr más bien que su mente y su cuerpo desempeñen sus
funciones con seguridad y que ellos se sirvan de su razón libre y no se combata
con odios, iras o engaños; ni se ataque con perversas ambiciones. El verdadero
fin del Estado es, pues, la libertad”. Repensemos y decidámonos a deconstruir y
construir nuevas ciudadanías.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 19 DE ENERO DE 2020
0 comentarios:
Publicar un comentario