Por Hugo Castillo Mesino
Los ciudadanos afines a los movimientos
alternativos apuntan a que cuando se llega a participar en instancias de
gobierno o en los entes de control automáticamente se haga oposición a éstos,
como una forma de demostrar independencia y ratificar su condición ideopolítica
sin el mínimo de presupuesto conceptual del cómo se hace o se ejerce la oposición.
De tal forma que son diversas las posiciones que se asumen, tal vez pensando en
complacer a determinados sectores o a una masa amorfa de ciudadanos que sólo
quieren ver actuando a sus representantes diciendo a todo NO, con su
radicalidad que raya en lo absurdo, reproduciendo obsoletos catecismos
políticos, connotando atraso y una alta dosis de fracasos descontextualizados
en lo que significa ser oposición para hacer, avanzar, producir y transformar.
De ello se deriva que el ejercicio de la oposición debe ser una expresión
colectiva más allá de la actitud y acción individual. Gianfranco Pasquino en su
libro “La Oposición” plantea que “la calidad de una democracia no depende solo
de una virtud de su gobierno o de la interacción del gobierno con la oposición,
sino, de modo muy especial, de la capacidad de esta última.”
Una oposición bien pertrechada mejora la
calidad de la democracia, incluso cuando no consigue llegar al gobierno, pero
persiste en optar a él a través de su actividad de control y de dirección, de
propuesta y crítica. La oposición busca espacios de autoridad en el gobierno
donde concluye el reconocimiento de su existencia y se desarrolla como tal, en
el disenso por la defensa de los derechos ciudadanos; es más, la oposición
objeta la fragmentación y pone de manifiesto las reglas del juego a través de
posiciones simplificadas y clarificadas contribuyendo con el cambio de las
culturas políticas que hacen parte del juego democrático y que se encuentran
anquilosadas por parte de los gobiernos que agendan el poder. Esto implica
pasar la página, revisar la noción de clase social y emprender la tarea de
regeneración de las izquierdas y de los sectores que se autodenominan progresistas.
¿Dirán los “intelectuales” de las nuevas y viejas izquierdas que esto es
revisionismo?
Gianfranco Pasquino, ante las prácticas
políticas, nos pone a pensar cuando plantea lo referente a la “pequeña
consociación”; es decir, una práctica política en la que la negociación, el
regateo y el reparto de beneficios constituyen el modo de hacer política tanto
de los grupos progobierno como los de la oposición; contraviniendo el verdadero
sentido de la ética pública, poniendo al descubierto la condición economicista
de clase social que no garantiza el análisis social. De lo que se trata al
hacer oposición es encaminarse por el bienestar material, personal y lograr
reivindicaciones de carácter más cualitativo donde prevalezcan valores y
principios, aunados a la paz, la justicia, el medio ambiente… Para lo cual se
requieren modelos organizativos, nuevos repertorios, nuevos envoltorios para la
acción colectiva.
La oposición como tal tiene que discernir que
no solo son las reivindicaciones que se van formando desde los sectores de la
nueva política, sino más bien propuestas diferenciales en forma de programas
políticos que le sirvan de fundamentos argumentativos en su accionar de control
político y como alternativa de gobierno, renovando la vieja política, haciendo
una ruptura con la democracia instrumental ante los viejos institucionalismos. Ninguna
oposición puede renunciar a su propia piel ni a su cometido, dejando, sin más,
gobernar al gobierno. Todo lo contrario, la oposición debe impedir que el
gobierno mal gobierne.
Los ciudadanos se preguntan: ¿cuál es la
responsabilidad y las acciones misionales que tienen los congresistas,
diputados, concejales, como oposición en los entes de control? Según Pasquino,
los interrogantes pueden ser variopintos, viniendo de sectores de izquierdas o
progresistas: ¿La oposición debe ser dura o flexible?, ¿constructiva o
intransigente?, ¿crítica o conciliadora? ¿propositiva, es decir, con la mirada
puesta a largo plazo, o reactiva, esto es, luchadora de batallas cotidianas? Y
lo son en la medida en que logran conciliar las distintas necesidades que
representan. Las oposiciones serán absolutamente intransigentes cuando el
gobierno se proponga establecer reglas que destruyan la posibilidad misma de la
alternancia. Las oposiciones serán críticas de los contenidos que propone el
gobierno y propositivas de contenidos distintos; pero, también conciliadoras
cuando existan espacios de intervención, mediación, colaboración y mejoras recíprocas.
Una oposición resulta eficaz y se convierte en
alternativa allí donde consigue una presencia social, una difusión cultural y
un papel político. Cumplir su cometido, que consiste en representar y proteger
individual y colectivamente a los electores que le han dado su voto; en
defender las reglas del juego político institucional, pero, también, en
reformarlas con el objetivo de mantener abierta la competición política y
promover los intereses de los grupos a los que se dirige para transformarse en
mayoría, es decir para ganar las elecciones. La oposición tiene el deber de
contender con el gobierno demostrando ser un gobierno alternativo. Repensemos
la oposición.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 26 DE ENERO DE 2020
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