Por Hugo Castillo Mesino
La gran masa de
colombianos sueña a toda hora que su cambio o bienestar social depende del
apoyo incondicional que le den a los partidos o movimientos alternativos,
progresistas e inclusive incluyen a los tradicionales y a quienes lo
representan. Si es que no me excomulgan o me exilian al opinar sobre los
lagartos y lúmpenes políticos, como especie en inusitada evolución, diré que a
ellos no escapan muchos “miembros” o “seguidores” de estos partidos o
movimientos sociales que tienen esperanza reivindicativa sin apoyar y hacer
mayor esfuerzo en las aspiraciones electorales de los elegidos, hoy
materializadas en cargos burocráticos, secretarías, ministerios y órganos de
control a lo largo y ancho del país. Decía mi madre: “De todo hay en la viña
del Señor”; cierto que, en el trasegar político como escenario participan los
lagartos de toda especie, entre ellos los fosforescentes, luminosos, arcoíris,
tornasoles, artificiosos, mimetistas, camaleones. Politiqueros disfrazados de
“filántropos reivindicativos” enarbolan banderas y agitan propuestas seudohistóricas,
consignas trasnochadas y participan en cuanta actividad política se calende en
función del mejor postor y se promueven como activistas, pregoneros o políticos
denominados “detoditos” o con el síndrome de “todo lo quiero hacer yo”, los
cuales son inestables por su naturaleza; no les importa que las actividades o
actos políticos se crucen en el calendario y no contribuyan en nada estas
convocatorias. Por el contrario, estos lagartos son una farsa para los
desprevenidos en política y aparentan ser consecuentes, revolucionarios o no sé
qué mierda a lo garcíamarquiano.
Lógicamente,
como lagartos, otros como lúmpenes, no son más que “idiotas útiles”; son los
mismos con las mismas en cuanta actividad política se realice, sea de derecha o
de izquierda, ahí están colados, metidos, utilizados, regañados y sacando pecho
sin musculatura política; pero éstos, que dicen ser “hombres de partidos
políticos o de movimientos sociales”, a la final, caen en el autoengaño que
repercute negativamente en sus mismos partidos o movimientos; de eso son
conscientes sus dirigentes; por eso, la crisis de la crisis y el decrecimiento
de los mismos con sus vetustas representaciones amangualadas en las direcciones
partidistas y en las aspiraciones electorales; negando el principio “todo
fluye, todo cambia”, contrario a la dialéctica ausente al interior de los
partidos o movimientos; pero, lo evidente es que estos representantes juegan, se
divierten y NO descalifican a los
lagartos o lúmpenes por su rentabilidad politiquera. Muchos de ellos son
candidatos en cuanta convocatoria electoral local o regional se hace. Estos
lagartos tienen un factor común y es la deformación política y administrativa,
etc.; esta situación segundona no les posibilita a estos lagartos estar en
espacios representativos y de llegarlos a ocupar terminan en desviaciones; lo
cierto es que hacen de ridículos, criticones, tramoyeros, golpistas,
conspiradores, maquinadores, confabuladores. A toda hora se reúnen asociados
como si fueran clubes para coadyubar y preparar coartadas contra los cuadros,
dirigentes de ascendencias en la gesta política. En el fondo los lagartos están
en la búsqueda de un relativo poder interno ideado por los amos o
representantes que en su pirámide no les permitirían ascenderlos.
A estos
lagartos o lúmpenes se les va el tiempo o la vida en este tipo de ejercicio o
deporte nacional y terminan contestando el llamado que le hace el partido o
movimiento sin derecho a cuestionar, sino más bien “obediencia-per se”, haciendo
de la política un pasatiempo. Otra característica de los lagartos políticos es
que se alzan y les alzan la voz a los mentecatos con despliegue y se exhiben
por algo; dado que “nada surge de la nada”, aunque concilien con sus contrarios
y terminen traicionando a sus verdugos. Lo que suele ocurrir con los lagartos
pseudoizquierdistas es que se dejan arrastrar por la nostalgia de haber mal
interpretado en sus lecturas ocasionales unos párrafos de los clásicos; lo
absurdo es que no conocen su historia, no les gusta leer comprensivamente la
realidad y se dejan orientar por lo anquilosado de su tiempo, te hablan de la
experiencia sin tener ninguna sistematizada, viven en un estado de llenura e
ignorancia política. Los lagartos se alimentan de mejunje para mantenerse vivos
con su espécimen.
Los lagartos
son contrarios a lo que planteaba el escritor Marco Aurelio Almazán: “La
política es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa”, a
los lagartos no le interesa la política sino su rentabilidad. Abraham Lincoln,
contribuye con su acepción, al definir que “se puede
engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el
pueblo todo el tiempo”; no obstante, la ciudadanía termina apartándolos y se
percata como invierten el tiempo los lagartos, sino es lagarteando. Los lagartos de todo tipo se autodefinen
socios de sus amos, para confundir a los incautos ciudadanos. Este ensayo puede terminar en las palmas, los pitos o el silencio
despectivo. Repensemos la política.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 1 DE MARZO DE 2020
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