Por Hugo Castillo Mesino
El respeto se construye y se gana a través de
valores morales, lo cual presupone que debemos mantener una mirada consistente
o crítica que permita la argumentación, la contraargumentación, la autocrítica
a la distancia; tal como lo afirma Byung-Chul Han en su libro “En el enjambre”
cuando plantea: “La instancia distingue el respetar del spectare. Una sociedad
sin respeto de la distancia conduce a la sociedad del escándalo”. Esto se
patentiza en las convocatorias ciudadanas que hacen los gobernantes nacionales,
regionales y locales sin ningún tipo de planeación, alimentando a la población
y llevándola al espectáculo de “Pan y circo” como caldo de cultivo para el Covid-19,
tal cual pudo observarse en el patético día “Sin Iva y sin Vida”. Aquí se evidencia
en un gran sector de la sociedad Barranquillera y Atlanticense la desaparición
del valor del respeto y, por ende, la decadencia de lo público en complicidad
con lo privado, aumentando la posibilidad lamentable y fatal de los niveles de
contagio. Esto se observa cuando no conservamos la distancia ante las
autoridades, al sector empresarial le interesa las ganancias y el gobierno prioriza
la economía por encima de la vida convertida en mercancía.
Ante lo observado escribimos y hablamos cayendo
en la patología de lo que a diario se usa en el internet conocido como
“shitstorm”, como “tormentas de mierda”, muy común en las redes sociales y en
la cultura de la falta de respeto y de la indiscreción. La comunicación digital
hace carrera y cada día propicia la no conservación de la distancia haciendo
que los asuntos públicos y lo privado se mezclen y se conviertan en un caldo de
cultivo donde la pornografía de la intimidad se cruza con la esfera privada.
Los medios digitales han llegado a privatizar la comunicación sin darnos cuenta
porque están diseñados para automatizarnos como si fuéramos ciegos, sordos y
mudos. Hoy no tenemos espacios privados, la Google Glass ha llegado a
transformar el ojo humano en una cámara, hasta el extremo que nuestros ojos hacen
imágenes convirtiéndonos en “homus videns” o hombre imagen en redes sociales
donde predomina el anonimato y el respeto que se excluye entre sí con la
contribución del aporte de las “tormentas de mierda” que al final son anónimas.
La instancia que debemos conservar hacia los
demás no es más que la valoración recíproca ante el otro como producto de la
responsabilidad; es eso lo que hemos perdido o no las tiramos de superhéroes por
el exceso de confianza con falsos atributos al comunicarnos; asimilando las “tormentas
de mierda” que se mueven en una cultura que no conserva la distancia que
promueve la condición de los iguales desconociendo al “Pathos” que navega en el
pensamiento crítico y reconoce tanto al mensajero como a la noticia o al emisor
al buen nombre que actúan unidos entre sí. Las “tormentas de mierda” guardan
una relación con los desplazamientos de la economía del poder en la
comunicación política y estas tormentas son agenciadas en las redes y
alimentadas por los poderes de turno.
Es válido señalar que, el barullo o el ruido,
como suele decirse, es un referente acústico que indica cómo el poder empieza a
descomponerse al igual que las “tormentas de mierda” que, al final, es un ruido
comunicativo que contribuye con el poder; siendo estos dos ruidos escudos
protectores del poder. Suele decirse que cuando asumimos una responsabilidad la
definimos con el SÍ lo que implica una aceptación y un compromiso ante los
demás, mientras que el NO es alejarnos del compromiso; el SÍ es por esencia más
carente que el ruido del NO; el SÍ implica compromiso y el NO es dejación, algo
así que sálvese quien pueda.
A una persona de respeto no la podemos cubrir
con las “tormentas de mierda” dado que el respeto se forma por la atribución de
valores personales y morales. El poder debe caracterizarse en el ejercicio de
una relación dialógica simétrica, inclusive que una persona investida de poder
tiene que guardar respeto por sus subordinados; esta relación simétrica
dialógica es la que no existe entre los gobernantes y la ciudadanía, con
asistencia de salud, alimentación y de bienestar general; por ello, las
estadísticas del Covid-19 conocidas por todos. Las “tormentas de mierda” crecen
inusitadamente; indican que vivimos en una sociedad del escándalo donde no
existe el respeto recíproco, no se conserva la distancia, tanto el respeto como
el poder produce distancia que provocan a su vez un distanciamiento.
Es soberano el que tiene la capacidad de
engendrar un silencio absoluto, que elimina todos los ruidos, de hacer callar a
todo de golpe. Es soberano el que decide sobre el Estado de Excepción, por ello
cada día hay que alejar nuestro hábitat de la radio y de la televisión. La
sociedad del escándalo hay que repensarla y dotarla de valores morales y
sociales.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
MARTES 23 DE JUNIO DE 2020
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