EMOCIONES TRISTES
La lectura comprensiva es como el conatus planteado por el filósofo Baruch Spinoza exhortando a liarse y evitar cadenas de emociones tristes: la rabia, la envidia, la venganza, el miedo, la desesperanza, la indignación, la vergüenza…; todas son un conatus que apaga la vida. Se trata es de pasar de la tristeza al goce, de la servidumbre a la libertad y de la impotencia a la potencia, ante la incertidumbre planetaria que nos aqueja. Es ahí donde vierten los sentipensantes intentando escapar de la guerra pandémica, refugiándose en lecturas silenciosas alimentadas de historias familiares y sociales, tal como lo hace el columnista e investigador Mauricio García Villegas en su obra intitulada “El país de las emociones tristes”, adentrándonos desde el comienzo revelando sus emociones, que son las nuestras; su escenario es el ámbito familiar y cultural que, sin proponérnoslo, es el de muchos lectores que, embebidos, nos atrevemos a relatar el refugio, de dónde venimos, quiénes somos y para dónde vamos.
Todo lo que somos, decía Spinoza, se explica por el tipo de encuentros que tenemos en la vida; la muerte es un mal encuentro y como tal no debe ser objeto de preocupación; el ser libre implica pensar que estamos hechos para la vida; lo demás, no existe. Nacimos en medio de la religión, la política, las reuniones sociales; todo ello conformaba una comunidad donde se compartía en Navidad, Semana Santa, la asistencia a los partidos de futbol y otros. En todo y cada uno de esos espacios relucían verdades teologales sin derecho a protestar y cuando lo hacíamos teníamos el sinsabor de recibir improperios hasta llegar a los oídos del cura párroco, quien terminaba excomulgándonos en nombre de la ley de Dios. El error de algunos sacerdotes es tratar a la naturaleza humana, no como lo que es, sino como lo que se quiere que sea; al igual que los abuelos que históricamente han conducido a su prole con reglas de oro a vivir o a revivir los antagonismos de la política, de las guerras por conatus, donde afloran emociones tristes, dejando huellas que a la fecha no han sido superadas.
En medio de esas emociones tristes la formación religiosa impartida desde la familia y la escuela era el conatus entre el cuerpo y el alma, donde cada uno de nosotros, en aquellos tiempos, internamente enfrentaba una guerra. Cabe recordar los tiempos de Platón cuando dice que “el alma es quien gobierna el cuerpo”; en ese entonces, la misión consistía en doblegar con la voluntad y la fe esa maldad que no era otra cosa que el deseo sexual. Spinoza es claro al sustentar y denunciar tres personajes que han empobrecido al mundo: “el esclavo, el tirano y el sacerdote”; reitera que, el primero es triste por su condición, el segundo vive de las tristezas de los demás y el tercero vive de hacer apología de la vida triste. Si existe un parecido con la pirámide social actual, es pura coincidencia.
La historia familiar ha estado timoneada por los abuelos y los padres, donde la teología católica ha primado invocando el mandato del amor muy a pesar de la desconfianza manifiesta por sacerdotes, intelectuales y políticos de esas viejas épocas para preservar su ortodoxia e imponer su poder, la sociedad vigente conserva esos perversos remanentes. Las emociones tristes en la familia eran mal vistas, se consideraban de mal gusto y a veces las codificaban como producto de conductas genéticas. El amor y la amistad son transparentes y francos; si decimos todo lo que sentimos, sin reserva, sin pensar en el efecto que causan las palabras, con relaciones humanas fortalecidas, por miedo o por cortesía no decimos nada para no indisponer al otro, las relaciones se vuelven opresoras.
En Colombia, las emociones tristes, sobre todo en el ámbito de la cultura política, han estado inclinadas en los sentimientos tristes, que no han podido superarse como consecuencia de los múltiples conflictos que se habrían podido resolver, pero que terminaron en guerra, entre ellos: proyectos por odios oligárquicos extraviados y sepultados por las distintas facciones; consensos negados que se rompieron; iniciativas de cambio social perturbadas por nimiedades; leyes enredadas para su implementación; demasiado liderazgos silenciados en la palabra y en su existencia; ideas estropeadas por emociones tristes, con perversidad institucional.
Spinoza fue un crítico de las religiones y las ideologías por los sentimientos malsanos que impiden lograr lo que Epicuro llamo “ataraxia” como “el ideal de una vida tranquila liberada de la rabia del miedo a la muerte del temor a los dioses”, una vida, simple, gozosa y rodeada de amigos. Anhelamos acabar con el lastre de emociones tristes que opacan la existencia, las utopías y marchitan la vida. Repensar las emociones tristes como un reencuentro bioético que dé al traste las rencillas históricas, políticas y familiares que tienen asiento social y son patologías para el país.
LUNES 19 DE ABRIL DE 2021
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