LOS MEDIOCRES SON MAYORIA
La mediocridad se ha naturalizado día a día. Suele afirmarse que no solo son mediocres las personas que se eligen, sino también los que eligen, incluso en el trabajo cotidiano se dice que no hay que esforzarse tanto, que es mejor mantenerse con un perfil bajo y que en la medida que tengamos ese perfil resulta más adecuado y podemos tener unas condiciones favorables, como si esto fuera un juego de palabras. Por tanto, el esfuerzo, a diferencia de la “meritocracia”, no necesita de mucha creatividad; por el contrario, lo que se observa es que entre menos preguntas hacer sobre “¿por qué vivimos así?” y “¿a qué obedecen las protestas y paros?”, sin poner en duda todo aquello que se ha dicho como “verdad”, y luego optando por asumir nuevas prácticas para tratar de cambiar las lógicas codificadas desde que nacimos, resulta siendo conspirativo.
Una afirmación anterior de que los mediocres eran minorías, hoy es inversa; son mayorías, cuentan con mecanismos y estratagemas propios de la mediocracia que condiciona los comportamientos en todos los ámbitos, dosificada a través de una alienante pedagogía ciudadana. La mediocracia evita las buenas ideas; a su vez, insinúa que abran los ojos y relajen los labios ante otros modelos económicos sociales que han “fracasado y se visten de democracia”; este si es el adoctrinamiento que se le puede dar a una persona mediocre que, a la final, termina reconociendo a otra persona mediocre, en una progresión geométrica constituyéndose en mayorías.
La mediocridad no acusa la incompetencia; por el contrario, la estimula, le interesa seguir codificando al ciudadano de cómo llevar los programas, llenar los formularios, resaltar al máximo a sus superiores, no protestar, repetir como un loro, apartarse en el momento oportuno cuando valoran los trabajo de calidad, reniega ante la toma de conciencia, desconoce los niveles de superioridad. En síntesis, el mediocre no es instruido, pero tiene tratos con hombres “instruidos” que resultan siendo mediocres.
Los mediocres acumulan pocos méritos, pero conocen a poca gente que si los tienen. El poder lo construyen progresivamente con métodos de supresión y privilegios inmerecidos; su complacencia los lleva a los puestos de mando de las grandes instituciones; es muy común desde el presidente, ministros, parlamentarios y, para colmo, no escapa la educación, es ahí donde suele despedirse al profesor que no cumple con el horario y “conoce” poco de su asignatura, pero también se desecha al rebelde profesor que aplica métodos y protocolos de enseñanza innovadora a los alumnos con dificultades superando en un año lo que otros no hacen en tres o más años.
Los analfabetas intelectuales o funcionales son insumos de la mediocracia a quienes considera bien informados y puede descodificar con instrucciones; estos son fáciles de aislar dado que no piensan por sí mismo, delegan su confianza, su autoridad y sus estrategias son diseñadas por otros a quienes los recompensa por su evolución personal. Hoy en dia la mediocridad hasta se recomienda y para ella un trabajo bien hecho es un problema, mientras que una orden de un superior se considera un modelo sin derecho a censurar y es de forzoso cumplimiento como las ordenes emanadas ante la represión sistemática en el Paro Nacional por los minotauros del ESMAD, que son mitad bestia, mitad hombre.
La mediocracia en el ámbito universitario se expresa cuando el trabajo presentado por el estudiante es demasiado teórico, científico o, en demasía, cuando este sobrepasa las premisas que planteó el profesor; la evaluación es otra variable que se expresa en la mediocridad cuando los evaluadores aspiran a perpetuarse, esto se explica con frases híbridas como: “hay que seguir el juego”, “cumplir las reglas establecidas”. Quien no lo haga no podrá ocupar una posición relevante en el tablero social. Es más, Alain Deneault en su libro “Mediocracia. Cuando los mediocres toman el poder”, confirma que “quienes se someten a la formación universitaria únicamente porque los vinculará más eficazmente a un gran mecanismo económico y burocrático están dedicando sus mejores años y facultades a esclavizarse”. Los mediocres aprovechan a diario las oportunidades para rentabilizar sus vidas y parecerse a los demás.
Nacimos codificados y ante ello hay que deconstruir y desmitificar esas “verdades”, sacar lo que nos hace sumiso. Hay una necesidad, una voluntad, de ir por algo más que los otros hacen con nosotros, eso marca una diferencia politista, una identidad descomprometida con las personas del poder, esa identidad es la forma de pensar. Para ello, la deconstrucción como una forma de conocer, de saber, permite al sujeto no estar sujeto y que hay algo que nos convoca: todo lo que se presenta de un modo puede ser abordado desde otro modo y lugar como deconstrucción, como lo han hecho millones de colombianos, sobre todo los jóvenes, demostrando capacidad de organización y resistencia en el gran Paro Nacional. Repensar y deconstruir nuestra forma de pensar ante la mediocracia.
MARTES 18 DE MAYO DE 2021
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