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ALEJANDRÍA

                                                           ALEJANDRÍA



Por Hugo Castillo Mesino


La filóloga Irene Vallejo nos exhorta a leer su libro “El Infinito en un Junco” y traslada a Alejandría a nuestra época como la ciudad de los placeres y los libros, la define como la capital del sexo y la palabra; justificando su escenario de grandes mitos eróticos de todos los tiempos por la luz que le da la historia de amor de Cleopatra y Marco Antonio, quienes construyeron una alianza política y sexual que llego a escandalizar a la Roma tradicional, el hecho de pensar en Cleopatra es encarnar la peculiar función de la cultura y sensualidad alejandrina.     

Para Antonio Basanta, en su libro “Leer Contra la Nada”, “Leer es siempre un traslado, un viaje, un irse para encontrarse. Leer, a un siendo un acto comúnmente sedentario, nos vuelve a nuestras condiciones de nómadas”. La historia nos habla de los cazadores de libros de pueblos y ciudades en busca de presas de un tipo muy especial, presas silenciosas astutas que no dejan rastros ni huellas; como lo hacía el Rey de Egipto conocido como el señor de las “Dos Tierras”, quien no cesaba en buscar todas las obras de los autores desde el principio de los tiempos, para la Gran Biblioteca de Alejandría. Cuentan que los reyes usaban su poder absoluto para enriquecer su colección, el hambre por los libros desato como un brote de locura apasionada, llegando a convertirse en el apetito del libro; por el cual se pagaban precios que atrajeron a picaros y falsificadores.

Los hombres al despertar de sus pesadillas y revoluciones sintetizadas muchas veces en catástrofes humanas, mientras el libro permanecía ahí; razón tienen el escritor Umberto Eco al considerar “Que este pertenece a la misma categoría que la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez inventado, no se puede hacer nada mejor”. Desde tiempos inmemoriales preservar las creaciones por su valía, como la palabra unidad de significados; la ficción como invento que supera la realidad; el caos en su acepción y sobrevivir en él. Ahora existe la sospecha en el lóbulo frontal que al buscar el rastro de todos los libros como piezas de tesoros dispersos se estaba armando; quizás sin darse cuenta los cimientos de nuestros mundos.  

El iluminado Emperador Alejandro promulgó en uno de sus primeros decretos, reunir todos los libros existentes, era una forma simbólica, mental, pacifica, de poseer el mundo, toda biblioteca es un viaje, todo libro es un pasaporte sin caducidad; la lectura es una brújula que abre los caminos a los desconocidos. La biblioteca de Alejandría era una enciclopedia mágica que congrego el saber y las ficciones de la Antigüedad para impedir su dispersión y su perdida, pero también fue concebida como un espacio nuevo del cual partirían las rutas hacia el futuro.

 

Es factible que en la contemporalidad pensemos que en ninguna parte del mundo habría existido tanta información reunida, tanto conocimiento posible, tantos relatos con quienes experimentar el miedo y el deleite de vivir; como en la Gran Biblioteca de Alejandría. La Biblioteca de Alejandría no nació para ofrecer un refugio al pasado, su herencia era la avanzada de la sociedad que se podía considerar globalizada en la época como la nuestra. A la fecha se da una enfurecida competición por levantar rascacielos más alto del mundo; en Alejandría lo fue en su momento con el faro de la ciudad. La biblioteca fue en cierto sentido un faro, no obstante un lugar que ningún autor ayuda a imaginar, los textos permanecen imprecisos, poca claridad sobre los detalles del espacio, distribucion de salas,  patios, atmósferas y rincones reflejados a un espacio a oscuras.

En la Alejandría nacieron teorías revolucionarias como: el modelo heliocéntrico del sistema solar, se rompió las disecciones y necropsia de cadáveres que permitió el avance de la medicina, se desarrolló la trigonometría, la gramática, la concentración de manuscritos, el estudio filológico de los textos, se describió la máquina de vapor. Pocas veces en la historia se ha hecho un esfuerzo parecido, consciente y deliberado por reunir en un único lugar las mentes más brillantes de la época. 

Leer es un ritual mágico acompañado de un simbolismo que se observa a simple vista, en la cual se observa gestos, posturas, objetos, espacios, materiales, movimientos, modulaciones de luz. Ahora imaginémonos como leían nuestros antepasados en cada época, esa red de circunstancias que rodean el intimo ceremonial de entrar en un libro. En la antigüedad cuando los ojos conocían las letras, las lenguas las pronunciaba, el cuerpo seguía el ritmo del texto y el pie golpeaba el suelo como un metrónomo como si indicara el ritmo de la lectura, la escritura se veia, pocos se imaginaban que fuera posible leer de otra manera. Sus posturas, actitudes y gestos son distintos de los nuestros que al mismo tiempo recuerdan la espalda que se comba ligeramente; el pasado es un hecho profundo, revolucionario.


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

LUNES 5 DE DICIEMBRE DE 2022 

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