¡ABC DE CALLAR...!
El mundo está inmerso de personas que suelen escribir con prudencia y sensatez, sus neuronas subvierten mentiras disfrazadas de verdades pagadas, con lentejas o dadivas de sus amos. El oficio del escritor demanda responsabilidad ética, independencia y objetividad dentro de un sistema de verdades. Abate Dinouart en su obra intitulada “El arte de callar” quien no es un hombre contemplativo, sino un polemista. Plantea a las artes retoricas, no como un arte de hacer silencio, sino “Un arte de hacer algo por el silencio”; escribir por escribir en demasía e infalible, se convierte en patología, funcionarios con perfiles falsos, académicos y la mediocracia, entre otros. No son más que delincuentes culturales, son un veneno para la sociedad.
Dinouart desarrolla principios generales, al explicarse por los escritos, libros, espacios mediáticos; existe la necesidad de reflexionar e invocar espíritus del quehacer. Primer principio. “Nunca se debe dejar de contener la pluma; si no se tiene algo que escribir más valioso que el silencio”; solemos escribir cualquier cosa, parece ser, que, si no lo hacemos, no existiéramos y se nos olvida que somos un desorden desorganizado, es lo que le conviene a los espíritus libertinos y corrompidos.
Segundo principio. “Hay un tiempo para escribir, igual que hay un tiempo para contener la pluma”; sería injusto reprochar a un hombre inteligente que escriba, cuando sus conceptos están cimentados. A veces nos mata la arrogancia, la cólera, el desconcierto, la inquietud, la pena, la pasión, fría o ardiente, hielan el espíritu. A diario observamos en la cultura digital y medios de comunicación a escritores y cibernautas endiablados, como si estuvieran en guerra; un buen escrito es cosa de un hombre que controla todos sus impulsos a diferencia de Vicky Dávila que vive super preocupada al desempolvar de la fiscalía.
Tercer principio. “No hay menos debilidad o imprudencia en contener la pluma cuando uno está obligado a escribir que ligereza e indiscreción en escribir cuando se debe contener la pluma”. Por tanto, al escribir y opinar, el silencio es un antídoto, escucha los consejos de amigos sinceros, no te arrepentirás. Nunca pienses que tu ranking o fama es producto de escribir en demasía; más bien actúa con madurez y evalúa que tus aportes sean en función del encargo social.
Cuarto principio. “Es cierto que, en líneas generales, se arriesga menos conteniendo la pluma que escribiendo”; un hombre imprudente y capaz de escribir, al que se preguntó cuándo se decidiría escribir un libro, respondió: “será cuando me aburra de hacer otra cosa, y no tenga nada que perder”. ¿Dejó los escritores impacientes la tarea de traer todo el sentido de esta respuesta?
Quinto principio. “El hombre nunca es más dueño de sí que cuando se aplica a contener su pluma; si no toma esa precaución, escribe demasiado y se derrama, por así decir, fuera de sí mismo; de suerte que se pertenece menos a sí mismo que los demás”; de todas formas se necesita reposo mental, dedicación, deseos, convicción por escribir y opinar, dado los riesgos que se producen, el público, los cazadores enfermizos, que con el solo hecho de ver tu nombre, son tu contradictor, ellos no saben el valor del silencio, menos el arte de callar.
Sexto principio. “Cuando se tiene algo importante que escribir, debe prestártele una atención particular. Hay que pensar a menudo en ello y, tras esas reflexiones, volver a pensarlo todo de nuevo para no tener motivo de arrepentirse, cuando uno ya no es dueño de retener lo que he escrito”; las palabras para un buen escritor son un juego lleno de matices y encantos que permiten darle vueltas al mundo, suavizarlas, no deben alterarse. Uno es dueño de pensar, pero no lo es, de los pensamientos escritos; la libertad de opinión tiene sus límites, no es absoluta.
Séptimo principio. “Se trata del secreto, nunca se debe poner por escrito; en esta materia; la reserva no ha de tener excesos”; si conoces la naturaleza del secreto o la reserva debes estar seguro que no hay exageración en esta máxima, la reserva está suficientemente oculta en el alma de la persona a quien se lo confiamos, trátese con cuidado.
Octavo principio. “La reserva necesaria para contener la pluma no es una virtud menor que la habilidad y el cuidado de escribir bien; y no hay más mérito en explicar lo que uno sabe que en callar bien lo que se ignora. Hay más mérito en explicar lo que uno sabe que en callar bien lo que se ignora”. Lo primero es natural, se habla, se escribe de buen grado sobre lo que uno sabe; es un mérito común.
¿Qué sería, pues si el mundo se llenase de escritos pernicioso y si se descuidase la tarea de dar a luz los útiles? los primeros son un veneno peligroso; los últimos son su remedio.
*Comunicador Social y Periodista
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