DIALECTICA DE LA INACTIVIDAD
Leer las incontables obras del filósofo surcoreano más leído del mundo, Byung- Chul Han, es introducirse en el fondo de sus páginas de “Elogio de la Inactividad – Vida Contemplativa” acariciando citas de William Shakespeare: “Estamos hechos de la misma materia que los sueños, y nuestra pequeña vida cierra su círculo con un sueño”. Cada día nos asemejamos a quienes ruedan como piedras sueltas en términos de trabajo y rendimiento valorando la inactividad como déficit; cuando es el momento y espacio para contemplar la vida y contemplarnos, en contraposición de las relaciones de producción capitalistas. El exceso neoliberal de libertad y rendimiento, no es sino el exceso de capital; la inactividad regresa como una afuera cerrado, cuando es “Tiempo Libre”, o vida contemplativa.
La inactividad cuenta con lógica propia, lenguaje, temporalidad, arquitectura, esplendor, magia que hacen del ser humano un reposo sagrado, festivo de contemplación, no es un tiempo muerto, sino una vida intensa, aunque la concepción neoliberal plantea que está en contra del rendimiento y el consumo; se les olvida a los mezquinos individualistas de la sociedad, que la inactividad es liberación y producción espiritual.
Sin silencio no hay música. El juego del tiempo es la esencia de la belleza, el origen de la cultura, no es la guerra, sino la fiesta, no es el arma, sino el adorno. La fiesta dejó de ser fiesta, convirtiéndose en eventos y espectáculos; cuando, por el contrario, el alma debe volar y avanzar con la vida contemplativa, como el menú diario del día a día y no seguir en la tónica de la comunicación digital que resulta ser una comunicación sin comunidad. Es ahí donde el capitalismo Incluso el lujo se consume, adoptando la forma de una mercancía y perdiendo su carácter efectivo y su esplendor.
Debemos seguir con la ruptura en que la “felicidad” se debe a lo vano e inútil, a lo poco práctico, improductivo, a lo propio del rodeo, desmedido, superfluo, a la forma y gestos bellos que no tienen utilidad y no sirven para nada. La fiesta se contrapone al trabajo en la medida en que se libera por completo del para-algo, de la finalidad y la utilidad a la que el trabajo está sometido. Por ejemplo, el andar: liberado del para - algo, del caminar resuelto hacia algún lado, se convierte en una danza. La danza es liberación del cuerpo, de sus movimientos utilitarios, exhibición de los gestos en su pura inoperiosidad. Hagámoslo como espiritual y alimento filosófico. “Las prácticas rituales en las que la inactividad tiene un papel esencial, nos elevan por encima de la pura vida; el ayuno ritual renueva la vida al reactivar los sentidos, le devuelve a la vida su vivacidad y esplendor”.
Aprendamos la técnica de los sueños lúcidos inducidos para optimizar destrezas corporales y espirituales mientras dormimos; es posible que al dormir reactivemos energías y organicemos los pensamientos surtidos de creatividad, el dormir es un medio de la verdad en la inactividad divisamos la verdad. El dormir y los sueños, reorganizan nuestros pensamientos, son seres privilegiadas de la verdad. La felicidad responde a la contemplación, a la vida con magia y hechicerías, sin hacer daños; se trata de embrujarnos en la vida contemplativa, aunque se amargue el gran capital.
La dialéctica de la inactividad la transforma en un umbral, en una zona de indeterminación que nos capacita para producir algo, que todavía no ha existido. Nietzsche escribe los hombres inventivos viven de un modo completamente distinto al de los activos”; los ensayos, la poesía, la música, el arte se mueven mucho más a tientas, que los que recorren caminos conocidos y actúan por utilidad. El libre pensador se está extinguiendo: “Dado que falta tiempo para pensar y sosiego al pensar, ya no se ponderan los pareceres divergentes: basta con odiarlos”; la aceleración de la vida es habituados que se asemejan a los viajeros, que conocen países y pueblos sin bajar del tren.
En la dialéctica de la inactividad intervienen el ocio, el tedio, la pereza, el aburrimiento, el dormir, los sueños, el cansancio, las fiestas, la beatitud o felicidad, paseos, música, bailar, la poesía, ensayos, el humor, tertulias; como actividades del alma y el cuerpo que contribuyen a la cultura como producción de bienes materiales y espirituales. Situación que repudian los neoliberales y capitalistas, por el hecho de “Pensar” que la inactividad no es mercancía, que genere ganancias. Basta recordar el cuento del celador qué le dijo al empresario “¡ayer Soñé! y respondió, estas despedido” similar a la obra de Ernest Hemingway “El amo y el esclavo” que en su dialéctica “El esclavo le dice al amo ¡ayer soñé! y este le responde, “quien te dijo, que tienes derecho a soñar”.
(*) Comunicador Social y Periodista
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