DECENCIA POLÍTICA
Por Hugo Castillo
Mesino
Sentir,
pensar y actuar es propio de humanos sentipensantes. Esa asimilación retomada
de la cultura política griega que destaca al ser pensante que valora la
palabra, que estimula la palabra y le permite expresar el pensamiento con sus
ideas a la ciudadanía, como la forma de organización social de los iguales; lo
cual nos concita a reflexionar sobre nuestras ciudades y aldeas, que no son más
que ágoras urbanas convertidas hoy en día en centros y escenarios deliberativos
de reuniones, asambleas, que en nuestro contexto pertinente son los cabildos,
las dumas y el congreso bicameral. Son estas instancias en el tiempo y el
espacio donde se debatían y se debaten los conflictos y demandas de naturaleza
económica, política, social, cultural, urbana y de la sociedad en su conjunto.
Ahora
bien, es tarea fundante de los que idealizamos y soñamos con las utopías que
analicemos la situación del país, con mesura y tolerancia, propongamos
desarrollar ideas y proyectos al
interior de los espacios legislativos, de control político y de gobierno. Para que este sueño cambie la
realidad por otra realidad diferente y constructiva se requiere de personas
humanas con atributos que comprendan que en una democracia “todos somos
políticos, que los que ocupan puestos de gobierno o de administración pública o
legislan, son sencillamente nuestros mandados, es decir: aquellos a los que nosotros,
la ciudadanía votante le hemos mandado mandar” (Savater, F. Diccionario del
ciudadano sin miedo a saber).
La
política es para gente decente y la democracia la debemos concebir como una
constante histórica de la vida social donde se participa y se decida. Óigase
bien, a quienes participan en las gestas políticas y a la ciudadanía como expresión
suprema les corresponde actuar con ética y moral, aniquilando la indecencia de
algunos “adalides” de la política que la han convertido en norma. A éstos se
les olvida que la política la traducimos como la ayuda colectiva que no puede
ser pensada en términos individuales, dado que en la gente del común hay
posibilidades, fuera de lo común, reafirmando a Juan Carlos Monedero cuando nos
dice en ‘Curso urgente de política para gente decente’ que: “la política es una
medicina amarga que se descubre tarde”, y añade “sigue siendo un error el lema
más vale la democracia conocida que la buena por conocer”. De lo que se trata
es de reconceptualizar los paradigmas donde quienes participen en la política
sean dignidades o ciudadanos con formación política, con cualificación política;
donde la decencia política implique humildad, transparencia, compromiso social
en la palabra y en los actos que rompa con el criterio de que encontrar un
político con decencia es tan difícil como hallar una aguja en un pajar.
Publicado en el Diario La Libertad de la ciudad de Barranquilla el día domingo 3 de Agosto de 2014
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